Enatex
A pesar del dinero y de los esfuerzos invertidos en Enatex, los resultados son desalentadores
Si hubo algún proyecto empresarial emprendido por el Gobierno con gran esperanza y mucha expectativa de éxito, ése fue la Empresa Pública Nacional Textil (Enatex), que a partir de las cenizas de Ametex apuntaba a convertirse en el puntal de la industrialización nacional, y en un modelo estatal de gestión de empresas capaz de generar rentabilidad, eficiencia y productos de calidad.
Sin embargo, esta visión pierde fuerza paulatinamente en la medida que la firma estatal enfrenta obstáculos de toda índole, desde financieros hasta operativos, pasando por logísticos y de mercado, culminando con los conflictos laborales. En resumen, problemas en todos los flancos, cuyas soluciones se limitan a la inyección recurrente de recursos públicos, y que únicamente son un paliativo para una organización que viene languideciendo desde hace mucho tiempo.
Es bastante elevada la cantidad de dinero y de horas trabajadas que la actual Enatex y su antecesora Ametex insumieron, pero los resultados hasta ahora son desalentadores y las cifras muestran resultados en rojo. Este sombrío panorama debe tener algún origen que explique la seguidilla de aparentes fracasos de un emprendimiento que, por definición, debería ser exitoso, independientemente si la gestión o su propiedad son públicos o privados.
Un primer y determinante factor para no alcanzar buenos resultados está asociado con el tamaño, acceso y satisfacción del mercado (externo o local) con la producción de Enatex. A priori se podría inferir que ninguno de los mercados le significa estabilidad. El externo es altamente competitivo en precio y calidad, además de estar restringido por los requerimientos de prontitud, oportunidad y volumen. El interno está intoxicado por la importación ilegal vía contrabando de ropa usada.
Segundo, no existen políticas ni mucho menos acciones concretas de parte de Enatex o de alguna otra repartición pública para promover el desarrollo de las manufacturas textiles en el país. Hasta el momento no se evidencia ninguna campaña masiva a escala nacional que incentive el consumo de prendas producidas por Enatex, en un esfuerzo por generar una demanda que le asegure a la estatal ingresos para continuar operando y permitir pagar al menos los sueldos y las cargas sociales, además de las facturas de luz, agua y electricidad para las plantas.
Finalmente, huelga resaltar que se están perdiendo gran cantidad de recursos y valiosas oportunidades con la creencia de que se va a lograr la sustentabilidad de la empresa insuflando únicamente más dinero, cuando lo cierto es que otras acciones más consistentes son las que generarían resultados positivos. Resulta deplorable ver en estos tiempos bolivianos y bolivianas vistiendo ropa usada y de contrabando, cuando, por otro lado, se desperdicia una planta textil capaz de vestir con calidad y dignidad a la población nacional.