¿Otra vez Múnich?
Mikhail Ledenev
En el transcurso de la historia, la capital de Baviera ya se ha convertido en el centro de los “putsches de la cervecería”, que hicieron posible la llegada de Hitler al poder y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que culminó con una catástrofe para Alemania.
Esta vez los participantes de la Conferencia de Seguridad de Múnich volvieron a llenar los bares y cafés cercanos. Los resultados no se hicieron esperar. El 18 de febrero Annalena Baerbock, la ministra federal de Asuntos Exteriores de Alemania, exhortó a Vladímir Putin que “diera un giro de 360 grados” en su curso. De acuerdo con las leyes de geometría un giro así significa seguir exactamente en la misma línea. Así que encontramos a un aliado inesperado. Vienen a la mente las palabras de Liz Truss, quien en febrero de 2022, siendo ministra de Asuntos Exteriores del Reino Unido, en las negociaciones con el canciller ruso Serguéi Lavrov puso en duda la soberanía de Rusia sobre Rostov del Don y Voronezh. Es como dudar de que Oruro y Cochabamba pertenezcan a Bolivia.
Los políticos con tal competencia están incentivando la confrontación con Rusia, suministran armamentos cada vez más sofisticados y destructivos a Ucrania que de repente se hizo tan querida por ellos. Hacen caso omiso a las medidas poco democráticas de las autoridades ucranianas como prohibir partidos de oposición, cerrar medios no controlados, glorificar a los nazis y sus lacayos. Hace poco una de las brigadas de las FFAA ucranianas fue nombrada “Edelweiss”, al igual que una división de la Alemania nazi. Sobre los vehículos blindados de Ucrania ponen las marcas de identificación de Wehrmacht. Los neonazis ucranianos ni se empeñan en ocultar de quién han heredado su ideología. ¿Por qué entonces todo esto se ignora por el Occidente? La respuesta es simple. Los países occidentales prefieren tener a alguien luchando contra Rusia.
El objetivo planteado ante sí mismo por el Occidente colectivo se formula de la siguiente manera: obligar a los rusos a sufrir para después destruir a Rusia. Josep Borrell, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, agregó: todo el planeta es una jungla, por lo tanto hay que cuidar el jardín europeo. Así se ponen de relieve los instintos coloniales.
Los métodos aplicados a fin de conseguir tales metas son a veces extraordinarios. Por ejemplo, la detonación en septiembre del año pasado del gasoducto “Nord Stream” cuyo objetivo era suministrar el gas ruso a Europa. Vasily Nebenzya, el representante permanente de Rusia ante la ONU, afirmó que los países que están detrás de dicho sabotaje deben compensar a Moscú los daños causados. Recalcó que se conoce no solo el motivo de este crimen, sino quién y cómo lo había cometido. El 8 de febrero Seymour Hersh, el ganador del premio Pulitzer, público la primera parte de su investigación de explosiones de los gasoductos, responsabilizando del sabotaje a EEUU. La prensa occidental hizo oídos sordos a la publicación. Extraña falta de interés ante tamaña sensación.
El 21 de febrero, en su intervención ante la Asamblea Federal, Vladímir Putin destacó que el Occidente desde hace mucho había preparado a Ucrania para una gran guerra. Lo evidencian, entre otros, los reconocimientos de Angela Merkel, la excanciller alemana, y François Hollande, el expresidente de Francia, respecto al farol en torno a los Acuerdos de Minsk y el cuarteto de Normandía. A esto precedió el golpe de Estado efectuado en 2014 en Kiev por los radicales ucranianos, así como el engaño al entonces presidente ucraniano Victor Yanukóvich por parte de los diplomáticos europeos, que habían garantizado su seguridad.
El Presidente ruso subrayó que las esperanzas de destruir el sistema económico de Rusia mediante así llamadas “sanciones infernales” habían fracasado. Las encuestas reflejan un apoyo récord al presidente ruso por parte de la opinión pública. Siempre ha sido así: el pueblo ruso se une ante una presión externa. Por eso más de $us 150.000 millones gastados últimamente por el Occidente en armamentos no disminuirán la potencia de Rusia.
Vladímir Putin hizo hincapié en que como resultado de las guerras desatadas por EEUU después de 2001 habían fallecido 900.000 personas, mientras que más de 38 millones se convirtieron en refugiados. Por lo tanto los intentos de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN de llorar lágrimas de cocodrilo no harán creer a nadie. Codician el dominio global a toda costa. Rusia lo está desafiando.
Mikhail Ledenev es embajador de Rusia en Bolivia.