Anuario personal
La Columna Sindical - El miedo aparece como el peor de los consejeros a la hora de fijarse nuevas metas para el 2011
Esta vez se adelantó un poco y, al mismo tiempo, se hizo más honda. La «típica» depresión de fin de año me agarró desprevenido mucho antes de que la última hoja del calendario se quede sola en la pared. Quizás el año que está pronto a irse fue particularmente especial en mi vida y me siento obligado a dedicar un poco más de tiempo a repasarlo en mi cabeza.
Creo que la importancia de evaluar el camino recorrido en 12 meses ayuda a cualquiera a identificar sus logros, fracasos, así como a fijarse nuevas metas. En lo último, el miedo aparece como el peor de los consejeros.
El haber cumplido un sueño —sea éste pequeño, grande o en apariencia inalcanzable— te llena de optimismo. Has aprendido que basta con que te lo propongas y seas consecuente hasta alcanzarlo. No temas soñar entonces.
La nostalgia invade hasta el último rincón de tu ser cuando piensas en los tuyos. Dejas escapar una lágrima al visualizar en tu mente a ese pequeñito que comenzó el año hablando un lenguaje que sólo él entendía y lo concluye diciendo frases como «Quiero dulces sanos», «¡No es justo!» o «Soy muy fuertote».
Te partes la cabeza intentando encontrar la mejor manera de ayudar a ese ser querido para quien el 2010 fue una pesadilla y cuya crisis existencial aún no le da tregua. Te preguntarás también cuántos nuevos amigos hiciste, a quién juzgaste antes de conocerle y luego te dio una grata sorpresa. ¿Acumulaste rencor en tu corazón o lo liberaste?
No es muy agradable recordar tus errores, tus desaciertos, pero es necesario hacerlo para encontrar en ellos la oportunidad para cambiar y ser mejor. Algunas interrogantes en este rubro tienen que ver con tus miedos. ¿Lograste superarlos? ¿Tus fantasmas internos aún te impiden realizarte como persona?
Te atormentas queriendo saber si hiciste bien o mal al alejar a esa persona de tu vida. Sin embargo, estás consciente que no te esforzaste lo suficiente para que la relación funcionara.
Que el orgullo no pueda más a la hora de reconocer tus faltas y pedir perdón por ellas. Haz esa llamada que te resististe a hacer durante 365 días, abraza a esa persona que significa tanto en tu vida, tómate un tiempo para escuchar aquello que te parecía más cómodo ignorar. Y no olvides dar gracias por lo recibido.
El horizonte aparece prometedor ante mis ojos tras esta reflexión. Es probable que mi vida tome un rumbo diferente el próximo año. Un hecho específico del 2010 dejó una gran huella en mí. Aunque me aterra pensar que mis próximos pasos me alejarían por un tiempo de todo lo que ahora me rodea, sé que me harían madurar, algo que en ciertos aspectos aún no consigo.
Víctor Quintanilla Sangüeza
Es periodista de La Razón