Relación histórica de Chile frente al mar
La actual política de intransigencia del Gobierno chileno frente al mar históricamente no ha sido la norma
La actual política intransigente del gobierno del presidente Piñera respecto al tema marítimo ha agudizado la creencia generalizada en Bolivia de que Chile tiene como política básica el rechazo a todo entendimiento sobre la materia. Pero, felizmente, la realidad es diferente. Al contrario de lo que piensan muchos bolivianos, la política tradicional chilena, salvo cuando las relaciones están muy frías como ahora, ha sido buscar una solución al problema marítimo boliviano.
En el transcurso del siglo XX, y luego de haberse suscrito el Tratado de Paz de 1904, hubo diversas negociaciones entre los dos países sobre el tema. Basta recordar lo sucedido en los últimos años, desde la ruptura de relaciones diplomáticas de 1962, a raíz del conflicto del río Lauca, cuando Chile decidió nunca más tratar el asunto marítimo. Pero poco tiempo después, el gobierno del presidente Eduardo Frei reanudó conversaciones reservadas sobre la cuestión marítima. Estas continuaron con el gobierno de Salvador Allende, oportunidad en la que se concibió una posible solución con base en la entrega de un corredor al norte de Arica, tal como se había estudiado en 1950.
A la caída de Allende, el régimen militar que tomó el poder, encabezado por el general Augusto Pinochet, buscó un arreglo directo con Bolivia. De este modo, se llegó a la negociación iniciada en Charaña, que fue la más importante del siglo XX. En esa oportunidad, Chile ofreció ceder un corredor al norte de Arica, con continuidad territorial desde Bolivia hasta el mar. Como compensación exigió un canje de territorios. Lo increíble es que en Bolivia surgió una oposición irracional al trueque de territorios, al extremo de que el general Banzer se sintiera obligado a suspender relaciones diplomáticas con Chile y dar fin con ello a tan trascendental negociación.
Pese a esta abrupta ruptura de relaciones, Chile aceptó ingresar a una nueva negociación, la del “Enfoque fresco”, la cual se concretó en la reunión de cancilleres de Montevideo, de 1987. Pero declaraciones anteladas de nuestro gobierno de que Bolivia nunca aceptaría el canje de territorios frustró este nuevo emprendimiento.
Cuando surgieron en Chile los gobiernos democráticos, ya no hubo negociaciones formales sobre la materia. El temor a la compensación territorial paralizó la obra de los gobiernos nacionales hasta la llegada del nuevo siglo. Al despuntar éste, se suscribió la Declaración de Algarve, Portugal, donde se estipulaba que los dos gobiernos tratarían todos los temas de la agenda bilateral sin ninguna exclusión.
Posteriormente, el presidente Ricardo Lagos manifestó al mandatario Carlos Mesa su intención de ceder a Bolivia el corredor al norte de Arica. Pero, lamentablemente, pronto provino una desinteligencia entre dichos jefes de Estado en la Cumbre de Moterrey, que frustró ese ofrecimiento. Por último, apenas el mandatario Morales asumió al poder para que el presidente Lagos viniese a Bolivia para tratar el asunto del gas y, naturalmente, el marítimo. Aquí Lagos le informó sobre su disposición de ceder el corredor en forma soberana y, además, de adquirir nuestro gas a un precio doble del que pagaban Brasil y Argentina.
Pero poco después, absurdamente, el Gobierno volvió a suscribir un acuerdo de venta de gas a Argentina con la cláusula de la “molécula de gas”. Es decir que Argentina se comprometiera a no vender gas boliviano a Chile. Desde ese momento, el gobierno de Bachelet reculó en lo referente al mar, lo mismo que su sucesor, el presidente Piñera, quienes mencionaron que sólo concederían una zona sin soberanía.
Como se puede observar, la posición del mandatario Piñera no es la tradicional de Chile. Ella está basada en un hecho contingente, el capricho boliviano de no vender gas a ese país. En consecuencia, cuando en Bolivia se decida exportarle ese vital energético, es muy probable que el Gobierno chileno retorne a su habitual política de negociar la entrega de un territorio costero con soberanía.