Otro desarrollo
Urge un modelo de desarrollo con tres vértices equiparables: ambiente, economía y sociedad
Desde hace varios años se viene cuestionando el actual modelo de desarrollo por su irreversible deterioro en el medio ambiente, por su incapacidad de disminuir las desigualdades y combatir la extrema pobreza. Específicamente se cuestiona que una de las bases del desarrollo, el crecimiento, pueda ser siquiera compatible con la conservación. En Bolivia, el crecimiento económico ha reproducido de manera histórica un patrón extractivista primario-exportador. El extractivismo es un mecanismo de explotación de los recursos naturales que, en el caso de América Latina, ha consolidado una mentalidad rentista en el marco de una débil institucionalidad democrática; el resultado, una incesante conflictividad social por el acceso y control de los recursos naturales, prevalente a lo largo de nuestra vida republicana, con distintos periodos de gobierno de corte liberal y estatista, desde 1900 hasta hoy.
¿Cuál es la evidencia de este patrón extractivista hoy? En la Comunidad Andina de Naciones, en los últimos cinco años, la participación de bienes primarios en la estructura global de exportaciones pasó del 89,4% en 2005, a casi el 93% en la actualidad (CEPAL, 2011). En Bolivia, el 83% de las exportaciones de 2010 corresponde a hidrocarburos y minería (incluye minerales fundidos); un 4% más que 2009. Sin embargo, los conflictos de envergadura como el TIPNIS evidencian que el fondo del problema no es la extracción de recursos en sí misma, sino la predominancia de una “lógica cultural y una forma de ocupación del espacio” que refleja la pugna de poder de distintos grupos sociales con distintas visiones de desarrollo y formas de vida. El fondo del problema evidencia la necesidad de un nuevo horizonte que debata un nuevo modelo desarrollo.
Un desarrollo representado por tres vértices equiparables —ambiente, economía y sociedad— necesita del equilibrio entre los tres componentes. Las amenazas del cambio climático y la inseguridad alimentaria ponen en evidencia que hasta ahora no se ha dado al “ambiente” su verdadera dimensión. La conservación, entendida como “la utilización humana de la biosfera para que rinda el máximo beneficio sostenible, a la vez que mantiene el potencial necesario para las aspiraciones de futuras generaciones”, es ya un indicador de calidad de vida. Bolivia está en una coyuntura especial donde el desafío medular continúa siendo construir modelos alternativos de desarrollo que sostengan nuevos enfoques socioambientales y bioculturales, destinados a un cambio real y a una nueva ecuación para el desarrollo. Urge explicitar “lo ambiental” en las políticas de desarrollo y viceversa. Ya no podemos desvincular lo ambiental de lo económico y de la sociedad, ni aislar lo político y lo cultural de lo científico.