El mar y el fútbol son dos temas diferentes, pero su situación coincidentemente empieza con la misma palabra: no, “no” tendremos y “no” asistiremos, respectivamente. En el primer caso son más que remotas las esperanzas de asistir al mundial de fútbol que se realizará en Brasil el próximo año. Mientras que en el segundo caso, aún es pronto para pensar que recuperemos una salida al mar con soberanía.

En marzo celebramos, o mejor dicho lamentamos, un año más de la pérdida de 120 mil km2 de superficie y 400 km de costa, territorio que (si fuera nuestro) nos abriría las puertas al comercio internacional y a la exportación de nuestros productos. Pero, ¿qué dicen los chilenos al respecto? Para ellos, la historia es historia y todo quedó zanjado con la firma del Tratado de 1904. Irónicamente ahora nos dicen: “celebren todo lo que quieran, incluso lo que no tienen”.

Muchas preguntas invaden a los bolivianos, por ejemplo si ¿conseguiremos algo con el juicio a Chile en la Corte de La Haya?, ¿cuánto tiempo pasará hasta que se dicte un fallo a favor o en contra de nuestra demanda marítima?, ¿una demanda después de 134 años?
Fue triste ver hace poco, en un acertado reportaje de televisión (Por la ruta del Pacífico), los beneficios que perdimos —y seguimos perdiendo— como país al no poder acceder al mar. Nostalgia es lo que nos invade.

Volviendo al tema del fútbol, da hasta vergüenza decir que hace 50 años no podemos festejar un logro futbolístico de peso, que nos llene de orgullo. Demás está señalar que aquel campeonato sudamericano de  1963 lo alcanzaron verdaderos señores y héroes del fútbol, en una época en que ese deporte debió sentar sólidos cimientos y fomentar desde entonces a las nuevas generaciones para proyectar a futuras estrellas.

Hoy, muchos se consuelan recordando, en el plano internacional, la clasificación de Bolivia al Mundial de Estados Unidos (1994); la selección subcampeona de la Copa América de 1997; el subcampeón del club Bolívar en  la Copa Sudamericana en 2004. Empero, después no hay nada agradable para rememorar, y la historia se reduce a fracasos en divisiones inferiores y desclasificaciones en copas internacionales.

Lamentablemente, esta realidad nos persigue desde hace años y, en el caso del Mundial de 2014, nuevamente nos veremos ante la triste realidad de observar otra versión sólo por Tv y sin la presencia de nuestra selección. Duele, y mucho más cuando entramos en cuenta de que un evento de esa magnitud se llevará a cabo al lado de nuestro país.

Tanto en uno como en otro tema, que lastimosamente coinciden en el “no”, sólo nos queda abrigar la esperanza de que los esfuerzos —vengan de donde vengan— den algún día frutos.