Ricardo Bajo: ‘La lluvia de los martes’: de París a Pekín
La lluvia de los martes respira nostalgias bolivianas y tiene en la solidez narrativa —ágil y fresca— con un apego a los detalles y una habilidad a la hora de las descripciones su pequeño y gran mérito.
La lluvia de los martes (Plural editores) de Solange Behoteguy es una grata noticia para nuestras famélicas letras. Y lo es por variados motivos: aborda el género policíaco desde una perspectiva entretenida (enlazando con el origen “pulp” de la literatura negra); te atrapa desde la página 1 a la 104; respira bolivianidad (nostálgica) a pesar de su cosmopolitismo (de París a Pekín); y arma una combinación amena entre el suspenso y el erotismo.
La novela corta de Behoteguy —narrada en una primera persona femenina que luego es lamentablemente abandonada— tiene como “excusa” el asesinato de una china en un sauna de París.
La lluvia de los martes respira nostalgias bolivianas y tiene en la solidez narrativa —ágil y fresca— con un apego a los detalles y una habilidad a la hora de las descripciones su pequeño y gran mérito.
El mayor hándicap de esta prometedora “opera prima” es el confuso cambio de registro entre el lenguaje onírico (al más puro estilo Piglia o Bellatín) y una resolución inverosímil del asesinato. El final de la La lluvia de los martes deja abierta la puerta a una saga donde es deseable que el “parteniere” de la protagonista, el comisario Lino Martínez, deje de ser un reflejo pálido de la sagaz y brillante Eleonora y adquiera vuelo propio.
Ricardo Bajo H. es periodista.