Los acuerdos de Ilo y el próximo fallo de La Haya
Los tiempos coinciden. Se prevé que la ratificación de los acuerdos de Ilo coincida con el fallo de la CIJ sobre la demanda que planteó Perú a Chile para modificar, en su favor, la actual delimitación marítima que linda con el puerto chileno de Arica.
La actualización y ampliación de los acuerdos de Ilo, en octubre de 2010, supuso la vigencia de un clima de confianza, de una voluntad política clara y de intereses geopolíticos por parte de Perú para que la concesión otorgada a Bolivia en 1992 sea realmente útil en el marco de los tratados de integración vigentes —el más relevante vinculado con el pacto de Mercado Común (2001)— que, en su espíritu, intentan revalidar los lazos culturales y sociales comunes en ambas naciones.
Esta señal coincide, no obstante, con tiempos políticos y diplomáticos que son, en todas las latitudes, más pragmáticos que discursivos/ideológicos. Los presidentes Evo Morales y Ollanta Humala firmaron el protocolo ampliatorio de los Convenios de Ilo (1992) cuando el diálogo entre los gobiernos de Bolivia y Chile se llenaba de dudas por la ausencia de una ruta crítica que lo lleve a buen puerto; se dio a los siete meses del ascenso a la presidencia chilena de Sebastián Piñera (2010-2014), quien poco antes de llegar a la primera magistratura de su país aseguró que no tenía en mente negociar una salida al mar a favor de Bolivia. Habrá que acotar, además, que la sintonía Morales-Piñera no fue igual a la de Bachelet-Morales (2006-2010) y la acción legal que ha planteado Bolivia en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya para la instalación de una negociación efectiva sobre la demanda marítima.
Volviendo a Perú. La ratificación congresal del referido instrumento bilateral ha demorado ya tres años. En Lima y La Paz están seguros de su próxima validación legislativa para su “inmediata” entrada en vigencia. El acuerdo establece facilidades comerciales, portuarias y turísticas, además de un sistema de libre tránsito entre el territorio nacional con el puerto de Ilo, en el sur del Perú. Para estas actividades e iniciativas, Bolivia accederá a una franja costera de 3,58 kilómetros durante los próximos 99 años.
Esta ventaja, a decir del vicepresidente Álvaro García Linera, será empleada por el país con la instalación de un tren internacional y el mejoramiento de las carreteras binacionales. La autoridad cifró la iniciativa con una futura inversión de más de 1.000 millones de dólares, con la idea de contar con una vía de conexión más atractiva con el Pacífico de la que hoy dispone Bolivia a través de los puertos del norte de Chile a merced del Tratado de 1904. El paso siguiente será convencer a los empresarios, relacionados con la exportación de materias primas y bienes de consumo, sobre estas facilidades. En esa línea, el propio presidente Morales ya anticipó la construcción de “megapuertos”.
El nuevo pacto de Ilo también autoriza la instalación, en ese puerto peruano, de “un anexo de la Escuela Naval del Estado Plurinacional de Bolivia” para fines estrictamente académicos y con ese propósito, la “presencia (….) y navegación” de barcos de la Armada boliviana. Este aspecto, que generó un rechazo regional en el sur del vecino país, fue uno de los escollos que demoró la ratificación de este instrumento en la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso del Perú, que finalmente modificó este acápite. “Tuvo que ser corregido en tanto contenía ciertos beneficios constitucionalmente inviables (para Perú) vinculados a una presencia de personal de la Armada boliviana”, escribió el internacionalista peruano Alejandro Deustua en el editorial de la revista Contexto. Así, “lo que se ha acordado es que no se construirá ninguna Escuela Naval en Ilo sino una Escuela de Marina Mercante Peruana, bajo jurisdicción peruana, con profesores e instructores peruanos, y bajo la supervisión y fiscalización de la Marina de Guerra del Perú”, informó el presidente de la Comisión peruana de Relaciones Exteriores, Martín Belaunde Moreyra, quien además aseguró que no existe “ni un centímetro, ni un ápice, ni una pulgada de cesión de territorio a Bolivia”, en un mensaje dirigido a los sectores que criticaron el acuerdo tras considerarlo una amenaza por efecto de los complejos históricos de la Guerra del Pacífico, una herida profunda tan alejada en el tiempo y a la vez tan cercana al imaginario colectivo.
Pero la concesión peruana es recíproca en el orden comercial, pues las empresas e iniciativas del país vecino podrán acceder con facilidades a Puerto Suárez, en la frontera con Brasil y de allí a la Hidrovía Paraná-Paraguay, una alternativa que conecta al país con los mercados del océano Atlántico, según la versión del acuerdo que pasará al pleno del Congreso peruano que lo aprobará en las próximas semanas, según los cálculos de los propios legisladores en Lima.
Los tiempos coinciden. Se prevé que la ratificación de los acuerdos de Ilo coincida con el fallo de la CIJ sobre la demanda que planteó Perú a Chile para modificar, en su favor, la actual delimitación marítima que linda con el puerto chileno de Arica, el principal embarcadero de las exportaciones bolivianas y sobre el cual existe, desde hace mucho tiempo, una expectativa vinculada con la solución al enclaustramiento del país, forzado por un conflicto bélico que estalló en febrero de 1879, cuando Chile invadió el antiguo puerto boliviano de Antofagasta.
“Una vez que La Haya entregue su veredicto en el litigio chileno-peruano, cualquiera sea el resultado, puede abrirse, a nuestro juicio, una nueva etapa en la resolución del conflicto. Nuestra perspectiva es política: que Santiago, La Paz y Lima se sienten a conversar y negociar”, afirmó el candidato presidencial del Partido Progresista de Chile, Marco Enríquez Ominami, en artículo de la revista Realidad y Perspectivas (agosto 2013, N° 23) de la Universidad de Chile.
El debate tripartito sobre la solución al enclaustramiento marítimo boliviano no ha sido visto con buenos ojos en Perú, en parte por la lógica pendular (con Lima o con Santiago) con la que ha manejado el tema La Paz, desde mucho antes de la llegada de Morales al poder. El diplomático boliviano Gustavo Aliaga, en reiteradas oportunidades, ha sugerido afinar la integración lejos del péndulo, en tanto Alejandro Deustua cree que este nuevo periodo de acercamiento entre Bolivia y su país está motivado “por las posibilidades de proyección peruana hacia el corazón suramericano” (Contexto, abril 2013) más allá de “la aspiración” marítima boliviana.