Semilla de la revolución
Tal vez sea hora de replicar la buena experiencia del Café Semilla Juvenil en todo el país
Todo proceso de reformas tiene ineluctablemente actores anónimos que, así sea con un dedal de gasolina, ponen su cuota para que arda la llama de trascendentes procesos de cambio en el mundo. Esos actores anónimos operan de modo inverso a los actores visibles, quienes todos los días ocupan las tapas de los periódicos y se ponen como referencia directa de los grandes movimientos políticos.
Sea cual sea su motivación, lo cierto es que son reales los albañiles que anónimamente contribuyen a lo que edifica el bien común. De ese modo se convierten en tributarios de la causa que abrazan, tal vez porque la vida y las derrotas políticas del pasado forjaron en ellos una conciencia que los lleva a hacer algo concreto y tangible, trascendiendo el limitado marco de la crítica y el discurso.
Esta presentación es para un pequeño centro cultural que desde 1986 funciona en la calle Almirante Grau como centro de debates y reflexión sobre diversos temas de Bolivia y el mundo. Desde su fundación el Café Semilla Juvenil contabiliza 1.450 charlas-debate y llama la atención la perseverancia de esta iniciativa que no ha parado ni un solo sábado, algo inédito sobre todo si tomamos en cuenta que se trata de un esfuerzo íntegramente privado.
Todos los sábados un letrero es colocado en el frontis de una parroquia católica anunciando la charla de un investigador, una autoridad o un dirigente político que tiene ganas de agitar la polémica. La artífice de este proyecto, que promociona los valores democráticos, es Isabel Viscarra, quien ya dedicó la mitad de su vida a esta iniciativa fundada en 1986 por el sacerdote canadiense Daniel Stretch.
“El café se funda para crear un espacio de amistad, estudio, reflexión, debate y diálogo para tratar la realidad boliviana con sus diversas culturas y matices, para que esta realidad nos cuestione, interpele y hasta nos duela para cambiarla”, sostiene Viscarra y agrega que si no se reflexiona suficientemente sobre los temas de hoy, entra en riesgo la democracia y consiguientemente el proceso que está permitiendo avances para el pueblo.
Resta saber cuántos conceptos o reflexiones surgieron de las 1.450 charlas del Café Semilla Juvenil. Un balance más minucioso permitiría precisar sus aportes a la vigorización de la democracia boliviana, toda vez que por esas cuatro paredes pasaron Álvaro García Linera, Ignacio López Vigil, el Gral. Edwin La Fuente, Xavier Albó, Juan Ramón Quintana y muchos otros académicos y connotados polemistas.
En el marco de una revolución democrática y cultural tal vez sea hora de replicar la buena experiencia del Café Semilla Juvenil en todo el país, justamente para esparcir, desde el necesario debate y reflexión, una semilla que puede ayudar a robustecer los pilares del proceso actual, y así evitar su desgaste o debilitamiento.