Desafíos de 2015
Economías como la nuestra, con escasa diversificación, no tienen muchas alternativas de acción
Como ya hemos podido escuchar de analistas, comentadores y gurús de medios de comunicación en general, la economía mundial enfrenta este 2015 un panorama de franco estancamiento: las economías europeas y el Japón tienen proyecciones de crecimiento muy modestas; EEUU queda como una solitaria potencia que crecerá más que el promedio. La China y la India, hasta hace poco motores del crecimiento de los países exportadores de materias primas, han dejado atrás la época de vacas gordas.
En este contexto de estancamiento global, el Banco Central Europeo (BCE) anunció una flexibilización cuantitativa en su política monetaria, para inyectar un trillón de euros mediante la compra de bonos soberanos en el mercado secundario. La preocupación del BCE se concentra en el peligro de deflación de la eurozona, deflación que es un indicador de los serios problemas del estancamiento económico, que se reflejan en los mercados de consumo.
Los analistas han observado con cautela las medidas del BCB. Algunas voces indican que el ambicioso programa de política monetaria no convencional puede fácilmente llevar a inflar una burbuja de activos financieros sin que ello tenga una repercusión económica real. Por otro lado, puede no tener efecto en la medida en que el BCB está impedido de hacer compras directas de bonos soberanos; esto implica un efecto nulo en la capacidad de los países endeudados de ganar margen fiscal a pesar de la inmensa creación de dinero.
A este lado del Atlántico, mientras el nivel de comercio internacional decae, a los países como Bolivia (especializados en exportación de hidrocarburos) nos toca enfrentar un entorno de pronóstico reservado: Brasil y Argentina, dos de nuestros principales mercados de exportación, enfrentan problemas económicos serios. Por ello nuestro país se debe preparar con medidas que no son ningún secreto para nadie, pues economías como la nuestra, con tan escaso margen de diversificación, no tienen muchas alternativas de acción.
Sin embargo, la posición macroeconómica de nuestro país permite en el corto plazo pensar con calma la implementación de las medidas que de todos modos tendremos que considerar. En primer lugar, un incremento en los volúmenes de exportaciones, acción que enfrentará límites tarde o temprano. En segundo lugar, acelerar la inversión pública en infraestructura, que tiene un impacto inmediato en el empleo. En tercer lugar, se debe apurar los megaproyectos que podrían sustituir las divisas que van a dejar de llegar por efecto de la caída del precio del crudo: energía eléctrica, litio y a más largo plazo, el Mutún. Si las condiciones económicas no mejoran, incluso habría que prever un programa intensivo de empleo en infraestructura local para las regiones más afectadas.
La pieza que falta en este panorama es la contribución del sector privado. En unos días más, el Gobierno sostendrá una cumbre con los empresarios para analizar salidas a la coyuntura internacional actual. El Ejecutivo entrará a las salas de negociación en franca desventaja, pues no existe información sistematizada de la inversión privada sectorial, ni de la cantidad de capital que fuga del país para inversiones en el resto de Sudamérica, hacia los bancos de inversión globales o directamente hacia Miami, en inversiones inmobiliarias. Controlar estas variables es clave para una política equilibrada de premios y castigos que maximice el aporte de los privados al desarrollo del país, habida cuenta de que la época de bonanza les ha beneficiado con una relativa prosperidad.
Es economista.