Nacional

Wednesday 29 May 2024 | Actualizado a 07:29 AM

Bolivia contraataca

Análisis de la exposición de los juristas que representaron a Bolivia

/ 7 de mayo de 2015 / 08:05

Miércoles 6 de mayo, ocho de la mañana. Fotógrafos, camarógrafos y periodistas chilenos llegaron hasta el Palacio de la Paz para asistir a la anunciada prestación de Bolivia en el litigio con Chile y que debe escuchar la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Había interés por observar al detalle al equipo jurídico de un país mirado desde siempre con desdén por los ojos chilenos.

A las 10.00 “en todos los relojes”, siguiendo el solemne ritual, 13 de los 15 jueces (uno se excusó y el jamaiquino Patrick Robinson no apareció) tomaron sus sitios y sin preámbulo alguno el presidente del tribunal, Ronny Abraham, invitó a la testera al agente Eduardo Rodríguez Veltzé, quien luciendo traje y corbata azules, con aplomo y dignidad, comenzó a recitar el alegato boliviano, en perfecto inglés y retórica cabal.

ALEGATO. El exmandatario describió la Bolivia actual, multicultural por Constitución y, con criterios sociológicos, retrató a un pueblo amante de la paz y obediente del derecho internacional. Rememoró la ocupación chilena de su litoral y refutó la “prematura” acusación de querer contornar el Tratado de 1904, para obligar a Chile a ceder parte de su territorio.

Reafirmó que Bolivia respeta el principio pacta sunt servanda (lo pactado obliga), pero recordó que, paralelamente, existían otros instrumentos diplomáticos a los que la oratoria chilena no se refirió en absoluto. Ante el repudio de acuerdos que se arrastraban por más de 100 años, Bolivia no vio otra opción que acudir ante la CIJ, en busca de justicia y como último recurso hacia la pacífica solución de esa disputa. Armónico director de orquesta, Rodríguez Veltzé presentó a sus cooperantes legales que en número de cuatro desfilaron sucesivamente por el atril, cada cual predicando un elemento específico.

TRATADO. Contrariamente a su oponente, el colectivo boliviano era notoriamente más fresco en edad y en dialéctica jurídica, como demostró el primer orador de la jornada, el francés Mathias Forteau, que con lógica aristotélica desmontó la argucia chilena acerca de la supuesta incompetencia de la CIJ por el blindaje que se atribuye al artículo 6° del Pacto de Bogotá. Más bien, señaló que el artículo 31 del mismo documento abre la puerta a la Corte para arbitrar el desencuentro. Demostró que la artesanía chilena había introducido ingredientes malsanos para sembrar la confusión y desorientar al jurado en este tópico. Causó asombro cómo un joven abogado aplanaba la postura de su anciano compatriota Pierre Marie Dupuy, quien el lunes, con apuro, pensaba que el Tratado de 1904 era la única herramienta de relación entre los dos países. Forteau aseveró en ese marco que dicho convenio dejó irresuelto el “acceso al mar” de la nación invadida.

AMNESIA. El jurista clarificó a la argentina Mónica Pinto cuando explicó que no se trataba de “reabrir una cuestión ya arreglada”, sino más bien de cerrar en justicia un problema pendiente. Citó sendas declaraciones de dos cancilleres chilenos a la prensa, en sentido de que Bolivia, en su demanda, no objeta el Tratado de 1904, sino que levanta la noción de la “obligación de negociar”. Manifestó así que dicho tratado se excluye del actual litigio porque ambas partes lo aceptan y reafirman.

La profesora Monique Chemillier-Gendreau, cual si estuviese en sus clases parisinas, dictó una cátedra de procedimientos, salpicada de picantes calificaciones, para recordar a sus contrincantes elementos fundamentales que “una amnesia colectiva” los dejó en el cajón. Se refería a cartas, declaraciones, memorandos, reuniones bilaterales y otros que se intercambiaron entre las partes por más de 100 años. Fue categórica al expresar que aún en 1948 (Pacto de Bogotá) el acceso al mar, dejado en suspenso desde 1904, continuaba irresuelto. La tesis chilena —dijo— se parece a las ilusorias rosas del desierto de Atacama que florecen una sola vez al año y que se pierden en la imaginación del novelista Luis Sepúlveda.

El PACTO. El togado español Antonio Remiro Brotóns se encargó de rebatir la interpretación chilena del artículo 6° del Pacto de Bogotá, que fue la única base en que se asienta la objeción a la competencia de la CIJ. Abundó en consideraciones acerca de ese renglón, haciendo analogía con decisiones que al respecto la CIJ ya legisló cuando trataba el caso entre Nicaragua y Colombia.

Más tarde, comentó la alusión chilena a la nueva Constitución Política del Estado de Bolivia, que si bien estatuye su derecho irrenunciable a una salida al mar, en ningún caso reclama la devolución de los territorios usurpados por Chile y, en cuanto al artículo 9° transitorio, la renegociación de tratados toca a otros convenios que, efectivamente, fueron modificados con la anuencia de las partes involucradas.

Finalmente, apareció el profesor iraní Payam Akhavan, cuyo inglés oxfordiano, distante de su farsi maternal, halagó los oídos, por su impecable dicción que aumentó la fortaleza de sus argumentos. En el marco del artículo 79 del reglamento de la CIJ, sintetizó el alegato chileno en sus erráticas aserciones y las destruyó una por una:

A) Bolivia no objeta el Tratado de 1904 y más bien respeta la vigencia de lo pactado (pacta sunt servanda)

B) No disputa fronteras fijadas.

C) La negociación que Bolivia reclama no se cierra, en ninguna fórmula preestablecida, dando lugar a varias opciones creativas.

D) Chile debería cumplir sus compromisos antelados.

E) La vigencia del Tratado de 1904 no entra en colisión con acuerdos paralelos sobre el acceso al mar por parte de Bolivia.

F) Bolivia, en su demanda, no tiene ninguna agenda oculta.

G) Preocupa que Chile hubiese repudiado acuerdos previos.

DUDAS. Después surgieron preguntas pertinentes: ¿Si en 1904, la cuestión marítima se daba como arreglada, por qué se continuó negociando por más de 100 años? ¿Por qué Chile durante las conversaciones de Charaña tuvo que auscultar la posición del Perú con referencia a un eventual acuerdo con Bolivia? ¿Y dónde quedan las numerosas resoluciones de la OEA, signando el acceso al mar de Bolivia, como un asunto de preocupación hemisférica?

Como se puede apreciar, la arremetida boliviana fue sólida y completa. Pero aún faltan dos sesiones orales, de terminal importancia. Me pregunto si fue conveniente quemar todos los cartuchos en esta primera escaramuza o si hubiese sido más útil guardar cierta cantidad de munición para los dos posteriores encuentros.

Al terminar la reunión, el juez británico Christopher Greenwood formuló una pregunta-trampa: “¿En qué fecha se concluyó un acuerdo respecto a la negociación relativa al acceso soberano al mar?” Este tipo de interrogantes  reflejan en la Corte ya una posición preconsabida y no son del todo ingenuas. (Recuérdese la pregunta que el juez marroquí  Mohamed Bennouna avanzó en ocasión del caso librado entre Perú y Chile [2009-2014]).

PREGUNTA. Esta situación nos lleva a fotografiar el escenario entre las distintas operaciones del pensar jurídico, en las que la lengua arrastra la secuela de una cierta mentalidad. Especulemos que la pregunta del juez Greenwood se inscribe en la composición del equipo legal chileno (dos abogados ingleses, un australiano y un americano). Todos ellos, más su agente, se expresaron en lengua inglesa, salvo el profesor francés Pierre Marie Dupuy.

Por el contrario, en el conjunto boliviano, aparte de su agente y del iraní Payam Akhavan, sus juristas usaron el idioma francés. ¿En qué idioma escucharon los 13  jueces los alegatos? Seis tienen el inglés como lengua materna, tres el francés y el resto debió escoger entre uno y otro idioma. Entretanto, ingredientes susceptibles de influir en el ánimo y en la buena recepción de los argumentos, hay una fuerte dosis de subjetividad que atempera el frío análisis jurídico de cada caso.

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Perfil del jefe de Hamás

Carlos Antonio Carrasco

/ 25 de mayo de 2024 / 08:56

Bajo la censura total imperante y la ausencia de prensa extranjera en la Franja de Gaza, se hace difícil obtener datos de fuente segura acerca de la evolución de la situación provocada por la invasión israelí en esa zona. Sin embargo, el New York Times, mediante corresponsales encubiertos, se da modos para revelar las atrocidades cometidas por los agresores y las avenidas posibles para el “día después” de la guerra. Entre esos elementos he recogido ciertos indicios acerca del estancamiento de las negociaciones en curso para arribar a un anhelado cese al fuego, la liberación de los rehenes y la posibilidad de una tregua de larga duración. Los contactos entre las partes beligerantes, sean en El Cairo o en Doha, se realizan mediante representantes de alto nivel de países mediadores como el director de la CIA americana, diplomáticos egipcios o cataríes y delegados de Hamás. Luego, las conclusiones se trasladan para su aprobación o enmiendas al gabinete de guerra del premier hebreo Benjamín Netanyahu y, por otro lado, a los túneles en Gaza donde la última luz verde está en manos de un personaje singular llamado Yahya Sinwar, de quien se dice ser “el muerto que camina” por haber eludido innumerables intentos de asesinato orquestados por Tel Aviv, tarea en la cual descuella el aparato judío. En efecto, su baja es uno de los mayores objetivos militares de las fuerzas de ocupación. Pero… quién es Sinwar. A sus 62 años, cabello cano, bigote y barba rala, solo sus ojos negros proyectan esa mirada fría, inexpresiva. De mediana estatura, posee el carisma natural que lo catapultó a la cima del poder político y militar de Hamás. Su carrera partidaria comenzó cuando concluyó en 2001 su encierro de 20 años en las mazmorras israelíes acusado de ser autor de la muerte de algunos palestinos sospechosos de colaborar con el enemigo. En la cárcel, aprendió con fluidez la lengua hebrea y pudo estudiar profundamente la estructura del Estado judío, sus fortalezas y las debilidades de su complicado mosaico político. De retorno a su nativa Gaza, no le fue difícil ser reconocido como líder del intrincado tejido de compartimentos estancos que caracteriza a Hamás. Se dice que Sinwar fue el arquitecto de los luctuosos hechos del 7 de octubre de 2023 y responsable ostensible de sus consecuencias para la población gazatíe. No obstante, analistas más cínicos piensan que el 7 de octubre revivió la causa palestina que ya estaba olvidada incluso por los países árabes proclives a los acuerdos de Abraham. Además, la asimétrica campaña militar que destrozó casi totalmente la infraestructura de Gaza y causó 35.000 muertes civiles y 70.000 heridos, produjo el repudio universal de Israel en las Naciones Unidas, los organismos internacionales y la opinión pública en general; puso en duda el sostén tradicional de Estados Unidos, su mejor aliado, e impulsó el fraccionamiento de la sociedad israelí y hasta del judaísmo mundial. Por el contrario, la solidaridad con Palestina creció exponencialmente y sigue aumentando conforme más dura sea la represión, en particular con el asedio a Rafah, al punto que en la Corte Internacional de Justicia se considera calificar esa ofensiva como genocidio.

Irónicamente, tanto Netanyahu como Sinwar, indiciados en La Haya como criminales de guerra, comparten iguales motivos personales para prolongar la matanza. Mientras el primero está consciente que al final del conflicto, él saldría derrotado electoralmente, el segundo sabe que la devolución de los rehenes significaría también el término de su escondite al convertirse en el blanco favorito de su propio asesinato selectivo, incluso una vez pactada la paz.

Carlos Antonio Carrasco
es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia

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Rebelión solidaria con Palestina

/ 11 de mayo de 2024 / 08:23

Es imposible dejar de comparar las revueltas estudiantiles de 1968 contra la guerra en Vietnam con las actuales insurrecciones que suceden en más de 80 centros universitarios estadounidenses de militante solidaridad con el pueblo palestino masacrado en Gaza. Es la reacción de notable repudio a la invasión de Israel en esa franja donde los incesantes bombardeos han destruido el 80% de sus estructuras habitables, de sus hospitales y escuelas, causando más de 34.000 víctimas fatales, mayormente mujeres y niños, sometidos hoy al hambre y la miseria. Es la conciencia moral de esa juventud que se indigna que su país que pregona estrepitosamente ser guardián de los derechos humanos, sea el principal aliado del régimen sionista al que nutre junto a una copiosa ayuda financiera, modernas armas y apoyo diplomático, para que aplaste a todo un pueblo en lo que en la Corte Internacional de Justicia ha sido acusado como genocidio. La actitud militante de ahora tiene mucho más mérito que aquella observada por la generación del 68, cuya motivación principal fue evadir la conscripción militar para no combatir en una guerra inmoral ajena al interés nacional. Los jóvenes de ahora, en cambio, están movidos por el sentimiento altruista de compasión con esa comunidad a la que se ha despojado de sus tierras, sometiéndola a una condición muy parecida a la esclavitud. ¿Qué demandan los insurrectos? Que se corte todo tipo de nexos académicos y financieros con empresas y asociaciones vinculadas a Israel, además de reclamar el alto al fuego inmediato. Para hacer más notoria su solidaridad con aquella causa, los estudiantes enarbolan banderas palestinas y cantan consignas de la resistencia como “del río (Jordán) al mar (Mediterráneo): un solo corazón”, cubiertos ostentosamente con los típicos kaffiyes (bufandas alba-negras cuadriculadas), con el propósito de identificarse con los combatientes de las intifadas.

Ante el contagio popular de la revuelta, las fuerzas policiales de Nueva York y Los Ángeles fueron movilizadas para hacer desocupar los predios universitarios con inusitada violencia, ejecutando 2.000 arrestos. Sin embargo, las asonadas continúan y se propagan fuera de Estados Unidos hasta México, Cuba, Australia, Alemania y principalmente Francia, donde la emblemática escuela de ciencia política Sciences Po está ocupada durante varios días en copia fiel a sus homologas americanas.

La preocupación crece en la Casa Blanca ante la proximidad de las elecciones presidenciales de noviembre y el notorio deterioro en las encuestas del candidato Biden, peligrosamente contaminado por la ambigüedad de su posición frente a ese conflicto. Y, la incursión armada en el sector fronterizo de Rafah, será la chispa que incendie todo el Medio Oriente.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de
Ciencias de Ultramar de Franci
a.

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George Orwell: el eterno profeta

/ 27 de abril de 2024 / 07:27

Cuando llegué por primera vez a Londres, Orwell había muerto hace pocos años (1950) y sus dos alegorías que se volverían best-sellers servían de catecismos en las frecuentes batallas intelectuales que se libraban en el fulgor de la Guerra Fría. Se trataba del clásico Animal Farm (Revuelta en la Granja) y del no menos celebrado 1984. Ambas obras influyeron grandemente en la juventud de la época para provocar dudas y alta dosis de escepticismo en las bondades pregonadas por el sistema imperante en la entonces Unión Soviética. La primera, escrita con refinada ironía, se trata de la revolución impulsada por los animales de la finca que culmina con la captura del poder, el subsecuente exilio de los patrones acusados de corruptos y la implantación de la dictadura en la hacienda, bajo consignas unánimemente aceptadas como aquella del comunismo invertebrado que decía “todos los animales son iguales”. Aunque las diferencias se hacían cada vez más notorias, pues los cerdos constituían la clase dominante, los perros organizaron la policía y los burros mayoritarios, formaban las masas trabajadoras. Sin embargo, el goce del poder por los puercos empezó a mostrar ciertas preferencias, entonces la teoría oficial trocó el eslogan así: “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que los otros”. Con esa secuencia, comencé a imaginar el denominado proceso de cambio operado en Bolivia a partir de 2006 y cuyo triste epílogo es la insuperable crisis económica e institucional que padece el país hoy en día.

1984: Bajo ese título premonitorio escrito 30 años antes —con parecida savia metafórica—, retrata el estado de no-derecho que regía en la Unión Soviética staliniana y pronostica que al cabo de unos años se convertiría en sofisticada dictadura, con justificaciones tan burdas como esa de “el hermano mayor te está cuidando”, o sea un fantasma inexistente, para paliar el asedio policial de la ciudadanía y persuadirla que, no obstante, está constantemente vigilada. Otra joya es el “ministerio de la verdad”, o sea el equivalente en Venezuela del Ministerio de Informaciones, que repite las 24 horas y por todos los medios, incluyendo altavoces, noticias ficticias que siendo la única fuente deben tomarse por verídicas, y la perla más exótica son los principios ideológicos como “la guerra es la paz” o “la libertad es la esclavitud” y “la ignorancia es la fuerza”. Este último parece prevalecer en las manifestaciones en las calles bolivianas.

George Orwell, pseudónimo de Eric Blair, murió de tuberculosis a los 46 años, casi la misma edad que el malogrado opositor ruso Alexei Navalny, y sus escritos han trascendido la flema literaria para convertirse en advertencias premonitorias del devenir político universal. En su juventud se alistó como policía colonial en el entonces Burma (hoy Myanmar), donde fruto de sus observaciones publicó Dias Burmeses, pasantía de cuatro años que lo indujo a una frenética vida sexual con prostitutas y esposas “coloniales”, como cuenta su reciente biógrafo Paul Theroux (ed. Mariner, 400 páginas), que lo dibuja como “un alma atormentada e ingenua” durante esas jornadas asiáticas. Lo que no consigna es el compromiso del autor con la libertad, porque Orwell también —en su momento— se alistó como voluntario en la guerra civil española para combatir al fascismo franquista, inspiración para su Homenaje a Cataluña.

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El asilo cuestionado

Carlos Antonio Carrasco

/ 13 de abril de 2024 / 06:58

La violenta irrupción policial ecuatoriana a la embajada mexicana en Quito, cometida el 5 de abril, para atrapar al exvicepresidente Jorge Glas escondido allí, ha provocado la ruptura de relaciones entre esos países y la reacción universal de condena al irrespeto a las convenciones y los tratados internacionales sobre la inmunidad territorial de las sedes diplomáticas y la potestad de conceder asilo político que goza el Estado acreditado. Esa figura típicamente latinoamericana ha sido hasta hoy sagradamente cumplida tanto por regímenes autocráticos como por gobiernos democráticos, por ello se explica el alboroto suscitado. Un recuento apurado de ejemplos emblemáticos nos trae a la memoria los 63 meses (1948-1954) de encierro que padeció el famoso líder peruano Víctor Raúl Haya de La Torre en la embajada colombiana en Lima, ante la negativa del dictador Manuel Odría de concederle el salvoconducto respectivo. Ni la Corte Internacional de Justicia en La Haya pudo resolver el diferendo, sino un acuerdo entre las partes que permitió el viaje del asilado a Bogotá. Otro caso singular fue la invasión americana (operación Justa Causa) a Panamá (1989) para extraditar al general Manuel Antonio Noriega (alias Cara de piña) de su refugio en la Nunciatura Apostólica, sin observar su condición de jefe de Estado en funciones, aduciendo sus nexos comprobados con el narcotráfico.

Irónicamente, fue en la legación de Ecuador en Londres donde encontró amparo por casi siete años (2012-2018) el australiano Julián Assange, fundador de WikiLeaks, acusado de espionaje por Washington, quien ahora está en manos de la Justicia británica.

Y también ha sido la sede diplomática ecuatoriana en La Habana la que fue intervenida en 1961 y 1981, por la policía castrista para impedir el refugio que buscaban disidentes cubanos.

En Bolivia, a raíz del narcogolpe de García Meza (1981), la presidenta Lydia Gueiler fue albergada en la Nunciatura Apostólica y yo, como su cumplido ministro de Educación y Cultura, encontré asilo en la embajada de Francia, en Obrajes, donde al cabo de tres meses, sin salvoconducto, tuve que salir sigilosamente al exilio.

La actual crisis bilateral entre Quito y México, como explica el comunicado oficial, tiene su origen en la incontinencia injerencista del presidente López Obrador, quien logra aquel extraño goce sensual injuriando a sus homólogos de la región. Esta vez, insinuando que Daniel Noboa salió victorioso, en los comicios del 20 de agosto de 2023, aprovechando el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, insidia que provocó la declaración de persona no grata de su embajadora. En revancha, México concedió aceleradamente asilo político a Jorge Glas, sin observar que éste fue sentenciado por la Corte Suprema de Justicia por corrupción, a la pena total de 14 años de cárcel. Ante cierto rumor que un avión mexicano estaba listo para exfiltrar al sujeto fuera del país, aventura favorita de AMLO, el gobierno quiteño ordenó esa desafortunada incursión a la embajada.

En resumen, podrían existir dos avenidas para resolver este diferendo. La primera sería designar dos países amigos como mediadores para estudiar soluciones equitativas y la segunda, más escabrosa, que Ecuador devolvería a Jorge Glas al recinto diplomático mexicano, pero no le concedería el requerido salvoconducto, salvo decisión de la justicia local.

El haber acudido a la Corte Internacional de Justicia es retardar una rápida solución por meses o por años (como en el caso de Haya de La Torre) o acudir a las instancias regionales como la OEA o la Celac, es someter el caso al vaivén de las inclinaciones político-ideológicas del vecindario.

Carlos Antonio Carrasco
es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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La tercera guerra mundial

/ 30 de marzo de 2024 / 07:16

El reciente atentado horrendamente mortífero perpetrado por elementos del ala afgana (ISIS-K) del Estado Islámico, en el Crocus City Hall moscovita, cambia nuevamente el mosaico geopolítico del mundo, al anotar —otra vez— al terrorismo islamista como enemigo principal tanto de Occidente como del Eje del Este, señal inmediata es la declaratoria de alerta máxima en Francia, Italia y otros.

Ese episodio alimenta la inquietud latente entre los analistas de las principales capitales que ya auguraban hipotéticas situaciones emergentes del estallido de una guerra nuclear. Cuando se da por hecho la posible victoria de Donald J. Trump en las elecciones americanas de noviembre próximo, el New York Times escribe: “El riesgo de un conflicto nuclear va en aumento. Las naciones nucleares incrementan sus arsenales hacia la nueva carrera bélica. Hoy en día, la nueva generación de armamento conlleva impredecibles amenazas”, y bajo ese preámbulo describe las instalaciones subterráneas en Omaha del comando estratégico o StratCom, cuyo personal militar está en alerta 24/24 horas, pendiente de la orden presidencial para activar sus 3.700 misiles disponibles, sea para la defensa o el ataque. En cualquier caso, en cuenta regresiva se dispondría de 30 minutos para adoptar esa fatal decisión bajo la única responsabilidad del presidente en tanto que comandante en jefe. Justamente esa potestad que descansa en un solo hombre, alarma a los analistas, conociendo el temperamento volátil de Trump. Las otras potencias nucleares (China, Rusia, Francia, Reino Unido, Norcorea, India y Pakistán), tienen parecidas disposiciones, siendo la Rusia de Putin (reelecto hasta 2030) la más temible por contar con arsenales iguales en sofisticación a los de Estados Unidos. Siempre simulando hipotéticos escenarios, los países miembros de la Unión Europea están incrementando aceleradamente sus presupuestos de defensa, ante la contundente declaración de Trump de que, en caso de ser electo, no acudiría en defensa de aquellos países que se encuentren en mora en sus contribuciones a la OTAN y que dejaría a Rusia luz verde en sus arremetidas. Francia como potencia nuclear sería —obviamente— objetivo favorito de la ofensiva rusa. Ante esa eventualidad, el presidente Macron sostuvo su firme oposición a la posible victoria de Moscú sobre Kiev. Pero todo podría cambiar si, por ejemplo, Trump declarara su neutralidad ante ese conflicto y abandonaría su ayuda militar y financiera a Ucrania.

La angustia europea es tan grande que el principal tema de debate a las puertas de las elecciones parlamentarias de junio es precisamente la posición a seguir acerca de Ucrania.

Otro foco de tensión son las vidriosas relaciones de Tel Aviv con Washington, razón por la cual tanto Bibi Netanyahu como Vladimir V. Putin esperan ansiosamente el arribo de aquel nuevo inquilino en la Casa Blanca.

En el terreno de las relaciones internacionales, conocida la animadversión de Trump por el multilateralismo, seguramente prescindiría del rol de Naciones Unidas y se acomodaría a la realidad de fresca dicotomía de Occidente con el emergente “Sud-global”, que se va forjando en base del BRICS, donde la bulliciosa Rusia y la silente China pisan fuerte.

En suma, los próximos meses serán el prolegómeno de un nuevo mundo pleno de sorpresas y peligros, incluyendo la eliminación anticipada del candidato Trump.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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