Muchas empresas e instituciones en Bolivia continúan con la política de prohibir a sus trabajadores el acceso a las redes sociales, con el argumento de que se afecta a la productividad o a la prestación de servicios a los ciudadanos.

Desde una mirada actual, la lógica de la restricción del uso de medios sociales en los centros laborales corresponde al contexto de la época premóvil, “arcaica”, en cuanto a modernidad se refiere, ya que queda fuera del sentido común de los nuevos usuarios digitales y se hace inaplicable integralmente, puesto que, con el auge de los dispositivos móviles y las necesidades comunicativas interpersonales y/o profesionales, es fácil encontrar modos para actualizar los perfiles sociales.

En ese sentido, la forma de acceder a la información en los lugares de trabajo donde no existe mucha apertura a las redes virtuales es a través del uso múltiple del teléfono o la portátil de un compañero que, por alguna razón, tiene acceso a las redes sociales; pero el efecto negativo es que los trabajadores abandonan, de vez en cuando, su puesto “del deber”.

La forma moderna de acceder a las redes es mediante sus propios equipos móviles o computadoras portátiles, tabletas y otros. Además, ya es común ver a alguna persona usar las redes sociales desde estos dispositivos, mientras las pantallas de los computadores oficiales permanecen inactivas.

Por otra parte, se debe entender que las redes ya no son “lujos”, sino instrumentos de trabajo, aunque para algunas áreas sean de mayor utilidad que para otras. De todas maneras, el buen uso de estas herramientas contribuye a impulsar la productividad y un servicio público, toda vez que existen datos que indican que las redes sociales mejoran, en sus usuarios, su autoestima, la satisfacción de las necesidades comunicativas y el sentimiento de pertenencia o compromiso (engagement) con el trabajo, al sentir que la entidad les brinda confianza.

A parte de lo señalado, la importancia radica en el uso (para qué) que le dan los trabajadores a sus cuentas personales en las redes sociales. Lo ideal es que tengan que alternar entre el interés personal y el profesional; y que a su vez los empleadores establezcan lineamientos para ello, conscientes de que esta decisión no será suficiente para lograr en el personal las buenas prácticas, porque, al fin al cabo, las que influyen son las características profesionales y sus circunstancias digitales.

Ante esto, queda claro que, con o sin la prohibición, los trabajadores tienen a su disposición sus propios medios tecnológicos móviles con todos los servicios de las redes sociales. Entonces, lo que debe fijarse no es que las personas usen o no las redes, sino si saben hacer las cosas en el marco de sus competencias o habilidades.