33 rugidos de libertad
Animal Defenders International (ADI) ha protagonizado un muy buen ejemplo de caridad y entereza.
En un momento, como lamentablemente muchos otros, en el que los medios están saturados de malas noticias (accidentes, desastres naturales, crisis económicas, debacles políticas, enfermedades, desnutrición…), difundir una positiva, que genere esperanza en el futuro de nuestra Tierra, constituye no solo una alegría, sino que además contribuye al mejoramiento humano.
La semana pasada, millones de personas en todo el mundo (Bolivia incluida) conocieron la increíble historia de 33 leones provenientes de circos de Perú y Colombia que fueron liberados en un santuario para grandes felinos en Sudáfrica. En lo que constituye el mayor rescate de animales en cautiverio explotados en espectáculos (el anterior récord fue de 25 leones rescatados en Bolivia por la misma ONG en 2011), la organización británica Animal Defenders International (ADI) dio un ejemplo de perseverancia y éxito en la larga década que lleva trabajando en Latinoamérica en defensa de animales cautivos para espectáculos, primero con investigaciones, luego promoviendo legislaciones y asesorando a parlamentarios, hasta obtener las leyes (como ha sucedido en Bolivia, Perú, Colombia, México y Paraguay, entre otros); y finalmente colaborando con las autoridades locales en el rescate, rehabilitación y reubicación (todo a su costo) de esos animales; Bolivia, primero, y ahora Perú y Colombia son ejemplos de esta labor.
La operación Espíritu de Libertad empezó a comienzos de 2014, y ya en agosto de ese año ADI, con apoyo de las autoridades peruanas, realizó un primer rescate de seis leones (dos de ellos pequeños cachorros) de un circo en Cusco y los ubicó en su albergue temporal, ubicado en un fundo privado desinteresadamente provisto. Hasta mediados del siguiente año, ADI ya había recuperado 24 leones en Perú, además de un tigre y más de un centenar de animales de especies autóctonas (ocho especies de monos, tortugas, coatíes, loros, puma, osos, kinkajús y hasta un cóndor famélico, exhibido en un circo con una cadena a su cuello); algunos de ellos provenientes del comercio ilegal de especies silvestres que fueron ubicados en instalaciones construidas por la organización británica en Pilpintuwasi (Iquitos) y en Taricaya (Madre de Dios), ambos profundamente dentro de la Amazonía peruana. También ADI se responsabilizó por el cuidado y manutención de nueve leones decomisados por las autoridades de Bucaramanga (Colombia) y entregados a la organización.
Aunque todos los animales habían sido víctimas de maltratos y mutilaciones (eliminación definitiva de garras y fractura de dientes, sobre todo), la conmovedora historia de Cholita, una osa de anteojos a la que le cercenaron sus nudillos y vivió gran parte de sus 15 años en una minúscula jaula de 1,5 metros cúbicos (sufrimientos que le provocaron un gran estrés y, por ello, una alopecia total), recorrió el mundo y despertó grandes muestras de solidaridad, muchas de ellas de niños y escuelas.
Con la colaboración de voluntarios de muchos países (entre ellos bolivianos) y cientos de donantes, sobre todo en Europa y EEUU, culminó la liberación de los 33 leones en el Emoya Big Cat Sanctuary, propiedad de dos filántropas sudafricanas, tras un largo viaje que se inició en Bucaramanga, continuó en Bogotá, recibió los leones peruanos en Lima y ripostó en San Pablo, para llegar a Johannesburgo y trasladarlos hasta Limpopo. Gracias ADI y a tus colaboradores por hacernos más humanos.