Tráfico trágico
La imprudencia, el exceso de velocidad y la embriaguez están detrás del 80% de los accidentes.
El 7 de junio, 17 personas perdieron la vida cuando un bus se volcó en la carretera Potosí-Oruro por falta de señalización y exceso de velocidad. El 9 de junio en Cochabamba, una joven de 21 años en estado de ebriedad embistió a dos personas con discapacidad, quienes estaban realizando una vigilia por el bono mensual de Bs 500. El domingo 12 de junio, un conductor de servicio público en Sucre ocasionó la muerte de Miguel, un niño de cuatro años. El siguiente viernes 17 de junio, una mujer de 82 años perdió la vida arrollada por una excavadora en pleno centro sucrense. El 13 de junio, un camión cayó a un precipicio de unos 100 metros de profundidad, en el municipio de Alalay; a raíz de este hecho, dos personas murieron y cuatro quedaron heridas. Entre el 18 y 19 de junio, cuatro accidentes de tránsito en los Yungas dejaron 20 heridos, las causas señalan imprudencia de los conductores. Éste, el cúmulo de accidentes con muertes y heridos en solo 12 días.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 10 años (de 2003 a 2013) los accidentes de tránsito se incrementaron en un 105%. En 2003 el INE registró 898 personas fallecidas y en 2013 este número subió hasta 1.848. En una década murieron en el país al menos 13.263 personas en hechos de tránsito, es decir, un promedio de 1.326 fallecidos al año. En ese mismo periodo murieron 4.431 personas en La Paz. En segundo lugar está Cochabamba, con 2.774 fallecidos. Y en tercer lugar, Santa Cruz, con 1.587 muertos. Las regiones con menos muertes en accidentes de tránsito son Pando, Beni y Chuquisaca.
En cuanto a las causas, el 53,5% de los accidentes se debe a la imprudencia ocasionada por el conductor. La segunda es el exceso de velocidad (14,8%); la tercera, embriaguez o droga (11,5%), y la cuarta, otros con 9,8% (INE). La imprudencia, el exceso de velocidad y la embriaguez son responsables del 80% de los accidentes de tránsito. Detrás de muchos de ellos están menores de edad conduciendo en estado de ebriedad. Y detrás de las cifras de muertos están las historias de niños huérfanos, familias que terminan rotas, vidas que se truncan para siempre, tanto de las víctimas como de quienes ocasionan los accidentes.
Siempre se termina pidiendo a las autoridades mayor vigilancia, o recurriendo a castigos más fuertes para escarmentar a quienes provocan los accidentes. Sin embargo, por los últimos sucesos deberíamos hacer un llamado a las familias y a los conductores, tanto del servicio público como privado, para que construyan un sistema de control donde quede claro que conducir en estado de ebriedad es un delito y no una hazaña, y que conducir a altas velocidades o cansado es un riesgo inminente por el que se puede matar y morir.