La hija sensibiliza a su padre
De ahí que sin un manual bajo el brazo, pero por instinto, los hombres saben que la relación con su hija es diferente a la que tiene con sus hijos hombres, y eso puede generarles temor.
Cuando una mujer es madre, la perspectiva de su vida cambia radicalmente, pero a un hombre, ¿le pasará lo mismo cuando es padre?
“La paternidad es un hecho que va a marcar la vida de un hombre; de una forma u otra la cambia”, dice Eduardo Álvarez, psicólogo especialista en terapia sistémica y constelaciones familiares.
Más cuando se trata de una niña, resalta, “ya que las emociones e ideas que proyecta el padre sobre la hija son distintas a las que aparecen cuando se trata de un niño. De alguna manera, esa proyección tiene que ver con las experiencias que ha tenido con el mundo femenino, es decir con su madre, hermanas, parejas.
Sin embargo, no todos los padres caen rendidos ante sus pequeñas. Pero, —según el psicólogo Juan José Vargas— la mayoría de los hombres modifican su vida dependiendo de lo involucrados que estén en su educación. “Mientras más se hagan cargo de ellas, más pueden cambiar su vida en adaptarse a las nuevas situaciones femeninas”.
Ese cambio no es mecánico, afirma Jimmy Tellería, especialista de la Institución Masculinidades Cuerpo y Territorio CISTAC, en La Paz. “La paternidad en nuestra sociedad no está vista desde la elección y el deseo voluntario, sino como un mandato social que comienza con el constituir una pareja heterosexual, que conlleva el hecho reproductivo y roles”.
En el desarrollo de esos roles, la mayoría de los hombres asocian ser buen padre a ser buen proveedor, es decir, cumplir con el sostén económico y la protección a la familia, a los hijos; lo que los lleva a reproducir mandatos de género enmarcados.
“Los varones crían a los hijos con mayores autonomías, libertades y permisibilidades; la lógica de la calle para los hombres es instalada y a los niños se los manda a jugar a la calle. A las niñas se las trata con un sentido de sobreprotección y propiedad, por lo que los padres las controlan y cuidan, son delicados en la lógica de criar niñas delicadas. Por ende, también construyen espacios de sobreprotección para ellas como lo es la casa”, describe.
Sin duda con ella, hay diferencia. Para Vargas es importante que el padre modifique algunos patrones porque las necesidades emocionales de las niñas son mayores que las de los niños. “Esto por el funcionamiento cerebral relacionado con el sistema límbico encargado de regular los procesos emocionales que son diferentes en hombres y mujeres”.
De ahí que sin un manual bajo el brazo, pero por instinto, los hombres saben que la relación con su hija es diferente a la que tiene con sus hijos hombres, y eso puede generarles temor. “Ante el nacimiento de una niña, muchos sienten miedo y se puede pasar de ser cuidadoso a ser extremadamente restrictivo. Ese afán puede convertirse en una traba para que la hija conozca el mundo”, advierte Álvarez. “Mi hija me cambió la vida”, revela Jorge, papá de una niña de cuatro años. Pero, ¿en qué le cambia la vida una hija a un hombre? En el relacionamiento, “y esto tiene que ver en cómo se aprende a ser hombre”, dice Tellería y profundiza: “Por lo general, la relación emocional con los varones es distante y ajena; en cambio, se enseña a los hombres a ser protectores de las hijas y esto hace que su cercanía afectiva sea mayor”.
Esa proximidad hace que el padre sea un modelo de la niña, lo que le exige ser un buen ejemplo, desarrollar virtudes y mirarla lejos de los roles sociales, lo que a su vez y con el tiempo creará en ella seguridad y autoconfianza y una idea grata de las relaciones con el sexo opuesto.
Fuentes: Eduardo Álvarez (psicólogo, terapia sistémica, constelaciones familiares y esencias florales / [email protected]), Juan José Vargas (psicólogo / [email protected]), Jimmy Tellería (especialista en masculinidades / [email protected], www.cistac.org), familias.com