Participación política que nos une
Cabe insistir en que otro ejercicio del poder sigue siendo posible: desde la condición femenina
Cuando en 1953 Hannah Arendt, filósofa política alemana de origen judío, fue invitada a dictar un par de seminarios en Princeton y vio la reacción del auditorio ante su presencia femenina (la primera en dicha universidad estadounidense), le comentó lo siguiente a uno de sus amigos en una carta: “Ilustré a esos dignos caballeros sobre lo que era un judío de excepción, y traté de hacerles comprender que me había necesariamente sentido yo misma aquí como una mujer de excepción”.
A tiempo de referirse al rol de la mujer en la política, Arendt acudía recurrentemente a la figura del “judío alibi” o “judío de excepción” para explicar la importancia de valorar su trabajo académico resaltando la peculiaridad de haberlo logrado siendo mujer.
Aunque Arendt siempre trató de separarse de la “condición femenina” como calificativo de su obra, ella misma fue quien la reivindicó un par de veces con el uso de expresiones propias como feminini generis (persona femenina) o el conocido “vive la petite difference!” (¡que viva la pequeña diferencia!), y que expresaba siempre en francés.
Mediante estas dos marcadas características de su discurso, se ha tratado de interpretar la contradicción que varias estudiosas encuentran entre su pensamiento y el feminismo. Gloria Comesaña, feminista venezolana, propone que Arendt renunciaba a su “condición femenina” en un espacio público-social y no así “público-político”, por lo que no existiría tal contradicción. Esto a reserva del debate sobre la relación (o similitud) entre lo público y lo político.
Sobre la filósofa y su complejo pensamiento existen múltiples discusiones irresueltas a la fecha, y estas letras no pretenden engrosar dicho inventario. El objetivo de recuperar esta idea es el de poner sobre la mesa algunos insumos para (re)pensar la “condición femenina” hoy en el poder político de Bolivia.
En los últimos años el ejercicio del poder político por parte de las mujeres se ha caracterizado, en términos mediático-simbólicos, por hacerse presente en clave de uno de sus más recurrentes escollos: el acoso y la violencia política. Esta lacerante realidad sigue siendo la característica imperante al momento de hacer referencia a cómo la mujer se desempeña en nuestra política, sorteando diariamente las estructuras machistas y patriarcales arraigadas en la plaza Murillo, las plazas locales, las organizaciones políticas y sociales o los pueblos indígenas.
Mas siendo realistas (y en todo caso, optimistas), este limitante ha sido y es, a la vez, el lugar común para un ejercicio de la “condición femenina” en la política, un ejercicio distinto y ciertamente solidario. Hago referencia a ese encuentro entre pares que comparten y afrontan la problemática por encima de ideologías y/o formas de (asumir la) vida. Lo dice la realidad misma cuando ya la unidad en torno a este tema ha derrocado variopintas diferencias.
También de eso se trata la participación política de la mujer: en nuestras gramáticas y en clave de mujer, de unidad en torno a luchas comunes, señales como bálsamo en el mar de mezquindades que suele ser la política nuestra de cada día. Razón suficiente para insistir en que otro ejercicio del poder sigue siendo posible: desde la condición femenina.
* es comuni-cadora. Twitter: @verokam-chatka.