La peligrosa perversión
La obra ‘No hay libertad política sin libertad sexual’ devela la erradicación colonial de las sexualidades indígenas
La transgresión permanente, la capacidad de revertir la indignación, la condena, la ofensa pública o la censura para transformarlas en acción pública subversiva actúan como motores de la obra No hay libertad política sin libertad sexual, de María Galindo y Mujeres Creando. Esta obra devela la quimera descolonizadora, en una suerte de fantasía que se resquebraja cuando los “padres y madres de la patria” se enfrentan, a través de entrevistas, a una sexualidad desnuda, de la que emergen atávicas y coloniales marañas de homofobia, discriminación y racismo acentuadas por la ortodoxia judeocristiana, profundamente constitutiva de nuestra bolivianidad polifónica, sea indígena, campesina, originaria, urbana, mestiza, criolla, intelectual, política, partidaria, masculina, femenina, joven, adulta o mayor.
No hay libertad política sin libertad sexual es una investigación realizada entre 2015 y 2016 en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Fue auspiciada por la Vicepresidencia del Estado, afortunada paradoja que abrió las compuertas para que en el corazón mismo del sistema se investiguen las percepciones y subjetividades sobre sexualidad, mariconería o aborto, para vislumbrar utopías subversivas hacia la construcción de otras formas de representación política, emparentadas quizá con el Parlamento de los Cuerpos.
Las indagaciones y los resultados del muestreo errático develaron cuán fuerte fue el disciplinamiento de la cruz y la extirpación de “idolatrías” en la estructuración patriarcal judeocristiana que erradicó los universos quewas, diversos o fluidos de pansexualidades precolombinas. Y también los panteones politeístas indígenas, que se desplegaron entre la androginia, hermafroditismo u homosexualidad como intermediadores entre los mundos de arriba y abajo, en sus complejas particiones de los espacios no solo terrenales.
Un disciplinamiento colonial muy presente a pesar de la propaganda descolonizadora y que se evidencia en las entrevistas de representantes nacionales, de distintas bancadas, mujeres y hombres. Como señala la autora, la investigación no podía ser políticamente inofensiva.
Los resultados de la investigación dejan entrever las asimetrías de clase y etnicidad de quienes sirven a la patria, donde “se aprende a ser hombre”; o las similitudes de percepción ante la homofobia preñada de prejuicios, desconocimiento y desinformación sin distinción de bancadas. Los matices coloniales profundamente judeocristianos que regurgitan la condena religiosa y demoniaca ante el aborto y que recurrentemente condena a las niñas, adolescentes y mujeres de los males de la comunidad, pero que no condena con la misma vehemencia la violación, el incesto, la violencia o el feminicidio.
Y si bien la obra de Galindo y Mujeres Creando es una radiografía de la Asamblea Legislativa Plurinacional, es también un reflejo de la sociedad boliviana y de las estructuras subjetivas profundamente ancladas en el sistema e ideología patriarcal, y colonial, que a pesar de la profusa discursividad descolonizadora y despatriarcalizadora desnudan la internalización medieval del disciplinamiento religioso ante la sexualidad y los universos eróticos, ante la libertad, el placer o el amor.
Este estudio también pone en evidencia el resquebrajamiento de la representatividad y los endebles liderazgos a quiénes se confió el voto ciudadano y la conducción de los destinos del país, hoy como ayer, convertidos en escenarios de consigna, con estrechas fisuras para el debate.
El prólogo de No hay libertad política sin libertad sexual está brillantemente escrito por Raquel Gutiérrez, matemática, filósofa, doctora en sociología, activista mexicana y destacada intelectual latinoamericana. Gutiérrez es una de las fundadoras del Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK), en el que plantea una serie de provocadores cuestionamientos: ¿qué nos dice todo esto sobre las formas contemporáneas de la política y de su reducción a complicados y opacos mecanismos de sustitución y representación? ¿Por qué admitimos una democracia sin cuerpo y una representación sin democracia? ¿Cómo se ha reinstalado una representación formal y solo procedimentalmente democrática del cuerpo de las mujeres y de los indígenas que repudia la autonomía, escinde lo privado de lo público, la mente del cuerpo, la economía, de la política? ¿Por qué se ha reconstruido un parlamento de seres humanos que niegan el cuerpo, el propio y el ajeno? ¿Hasta dónde lo que creemos y hacemos es una reiteración de las marcas más brutales de la historia colonial?
No hay libertad política sin libertad sexual es una apuesta despatriarcalizadora que subvierte, desde el corazón del sistema político, la peligrosa perversión de la sexualidad.