Minería boliviana, entre la leyenda y el desarrollo
En el mes de la Patria y a 195 años de su nacimiento cabe una reflexión que ayude a comprender cómo una tierra bendecida con riquezas naturales sin par, pueda seguir a lo largo de siglos estancada en su pobreza, con esmirriados resultados económicos y siempre viviendo de sueños de grandeza que se disipan en una realidad lacerante donde los únicos beneficiados son los grupos de poder y los intereses corporativos. He escrito mucho a lo largo de décadas sobre el sector minero que fue (y todavía es) a lo largo de la historia, el pilar fundamental para el nacimiento de la República y para su desarrollo actual. Siempre acudo —en el intento — a una leyenda quechua sobre el Cerro Rico de Potosí, la acumulación de plata más grande del planeta y que los nativos llamaban Sumaj Orcko (El cerro supremo, en traducción libre): se dice que los súbditos del Inca Huayna Cápac ya explotaban en esos lejanos tiempos plata en la montaña hasta que un día una voz tronó y exclamó “No saques más plata de esta montaña, está destinada a otros dueños”;ese pareciera ser el sino que persigue a los bolivianos que siempre vivimos la coyuntura y estamos esperando al dueño de las riquezas.
En mis recientes columnas escribí sobre el proyecto de litio y otras sales del Salar de Uyuni, proyecto avanzado que pareciera ajustarse a lo escrito líneas arriba, se ha hecho ya una inversión muy significativa (cerca de $us 1000 millones), pero el proyecto no acaba de entrar en la corriente global de encadenamientos productivos, cuyo destino final es la producción de baterías de litio para autos eléctricos y otros usos finales, y en el caso del potasio, la producción de fertilizantes potásicos. Lo que más se ha producido en el proyecto hasta ahora son anuncios grandilocuentes, conferencias y artículos de prensa; un halo de misterio no permite acceder a los datos económicos y financieros y nadie habla de costos, factibilidad, encadenamiento con usuarios finales, etc., y pareciera que seguimos esperando al dueño de estas riquezas. ¿Quién será?
Quiero referirme hoy al Mutún, uno de varios elefantes blancos que adornan nuestro territorio, que tiene una historia centenaria desde que en 1845 Francis Casteneau descubrió la Serranía Mutún-Urucum. Se intentó explotar hierro e instalar una acería desde 1952 en el lado boliviano de la serranía pero nunca se lo logró, las razones son muchas (detalles en mi libro De oro, plata y estaño, Plural Editores 2014 y 2017) y hacen al manejo político del emprendimiento. El último capítulo de esta historia es el mini-proyecto actual de producción de acero laminado para el mercado local;194.000 ton/año en la primera etapa, según información oficial asequible, con el aval de un crédito del EXIMBANK de China de $us 396,13 millones más un aporte estatal de $us 70 millones, que implican un acuerdo con la operadora china Sinosteelpara el diseño, construcción, ejecución y puesta en marcha de la acería en un plazo de 30 meses. El avance financiero a febrero del presente es de 23% (ya se ejecutaron $us 108,9 millones), pero el avance físico es mínimo (solo 3,6% según algunas publicaciones de prensa). Así las cosas, pareciera que estamos en vías de presenciar otro fracaso, si añadimos que el Estado se comprometió a dotar al proyecto de un acueducto de 105 km y de un gasoducto de 15 km, que por lo que se conoce tendrán muchos problemas de cumplimiento si se considera la emergencia sanitaria que vivimos y la crisis económica que se avecina.
Este tipo de situaciones no debieran ser tratadas en fechas tan festivas para el país pero, la realidad es determinante, solo queda desear que esta vez la leyenda no se cumpla, FELICIDADES BOLIVIA.
Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia