Política a golpes
Es deseable que la vergüenza producida por la sesión del martes 8 induzca a la reflexión.
La interpelación al Ministro de Gobierno el martes último se convirtió en una discusión de cantina cuando un diputado del oficialismo se trenzó a golpes con un senador de la oposición. Las imágenes de la trifulca circularon rápidamente y sirvieron, nuevamente, para reforzar prejuicios de uno y otro lado. En los hechos, el bochorno del martes simplemente da cuenta del estado de la política.
Asimismo, las reacciones, muchas y de todos los tonos posibles, hicieron más énfasis en las posibles justificaciones, cuando no elogios, a las habilidades pugilísticas de quienes se vieron envueltos (y envueltas, porque los golpes también salieron de manos femeninas) en la trifulca, que en reflexiones acerca de lo que esa pelea significa para la política y el presente del país. Puede decirse que el diputado Colque y el senador Montero representan el sentir de una parte de la población, y eso es peligroso.
Desde el día mismo de la posesión del nuevo Presidente electo, en noviembre de 2020, fue evidente que la oposición, carente de proyecto, y sobre todo de liderazgo, convertiría a la Asamblea Legislativa Plurinacional en una tribuna en la que los gritos y las descalificaciones se impondrían sobre cualquier intento de diálogo. El oficialismo no demostró mejor actitud, con un discurso altamente ideologizado que impide acercamientos efectivos.
Se trata, pues, de actitudes mutuamente excluyentes que tienen grandes dosis de racismo y clasismo, como se pudo apreciar en las declaraciones posteriores a la trifulca. En ese contexto es difícil señalar quién comenzó la pelea, pues es posible imaginar la tensión y frustración acumuladas en unos y otros. Lo peligroso es que al preferir los gritos, los insultos y hasta los golpes, las y los asambleístas están olvidando que su tarea es hacer política y no imponer sus puntos de vista a como dé lugar.
Por lo pronto, el Presidente de la Cámara de Diputados pidió disculpas por el desaguisado y en la bancada oficialista se ha considerado la necesidad de enviar a todos los involucrados a la Comisión de Ética; no se ha escuchado reflexiones semejantes de parte de quienes dirigen las bancadas de CC y Creemos. Llama la atención, sin embargo, el silencio del Presidente Nato de la Asamblea y Vicepresidente del Estado, y de otros jerarcas del partido gobernante.
Así, daría la impresión de que no hay posibilidad de encontrar un terreno común, lo cual solo puede ser malo para el futuro inmediato, pues poco a poco se van cerrando las posibilidades de legislar más allá de la razón instrumental, que desde hace tiempo produce e impone normas pensadas en el corto plazo y las necesidades de una parte de la sociedad. Es, pues, deseable que la vergüenza producida por la sesión del martes 8 de junio induzca a la reflexión y al cambio de actitud, tarea probablemente difícil dada la polarización ideológica y discursiva, pero urgente para resolver los problemas del país.