Negacionismos de la derecha
Antes de que la derecha adoptara el negacionismo del COVID-19, existía el negacionismo del clima. Muchas de las actitudes que han caracterizado la respuesta de la derecha a la pandemia de coronavirus (como el rechazo a reconocer los hechos, las acusaciones de que los científicos forman parte de una vasta conspiración liberal y la negativa a enfrentar la crisis) se prefiguraron en el debate climático.
Sin embargo, a partir de la respuesta al COVID- 19 entre los funcionarios republicanos — en particular, la oposición a las vacunas que salvan vidas— es difícil escapar a la conclusión de que la vena paranoica y antirracional de la política estadounidense no es tan mala como pensábamos; es mucho mucho peor.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU publicó su último informe. Las conclusiones no sorprenderán a nadie que haya seguido el tema, pero no dejan de ser aterradoras.
Según el grupo, los daños más importantes del cambio climático ya están hechos. De hecho, ya se están produciendo, ya que el mundo experimenta fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor en el noroeste del Pacífico e inundaciones en Europa, que se han hecho mucho más probables por el aumento de las temperaturas globales. Y a menos que tomemos medidas drásticas muy pronto, se avecina una catástrofe.
Sin embargo, podemos predecir con seguridad cómo reaccionarán los conservadores influyentes al informe, si es que reaccionan. Dirán que es un engaño o que la ciencia no tiene todavía certeza o que cualquier intento de mitigar el cambio climático devastaría la economía.
Es decir, reaccionarán como han reaccionado a las advertencias anteriores, o como reaccionaron al COVID-19. Los fenómenos meteorológicos extremos tal vez no cambien nada. No obstante, aunque hay importantes similitudes entre la respuesta de la derecha al cambio climático y su respuesta al COVID-19, también hay algunas diferencias importantes. La pandemia ha abierto fronteras a la irracionalidad destructiva.
Aunque el negacionismo del cambio climático era intelectualmente irresponsable y moralmente indefendible, también incluía una especie de cerrazón mental.
Sin embargo, henos aquí: tratar de limitar una pandemia mortal, incluso a través de vacunas que transmiten enormes beneficios con poco riesgo, se ha convertido en una cuestión sumamente partidista.
¿Cómo pasó esto? Yo contaría la historia de esta manera: el ritmo acelerado en la vacunación de Estados Unidos durante la primavera fue una muy buena noticia para la nación, pero también fue una historia de éxito para el gobierno de Joe Biden. Así que los conservadores influyentes, para quienes controlar a los liberales es siempre un objetivo primordial, comenzaron a poner obstáculos al programa de vacunación.
Esto tuvo consecuencias de gran alcance. Como he escrito antes, el Partido Republicano moderno se parece más a una secta política autoritaria que a un partido político normal, por lo que la obstrucción de las vacunas se convirtió en una prueba de lealtad, una posición que uno tomaba para demostrar que era un republicano leal a Trump.
Es de suponer que los políticos que hicieron este cálculo no tenían ni idea de que la realidad devolvería el golpe así de duro y así de rápido: que Florida se encontraría tan rápido con un índice de hospitalizaciones casi nueve veces superior al de Nueva York, que las ciudades de Texas se encontrarían casi sin camas en la unidad de terapia intensiva. Pero es casi imposible que cambien de rumbo.
Así que el negacionismo del COVID-19 ha resultado ser incluso peor que el negacionismo del cambio climático. Hemos pasado de un cínico servicio a los intereses corporativos a una agresiva e histriónica antirracionalidad. Y la caída de la derecha continúa, sin tocar fondo.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times.