Tránsfugas, traidores, librepensantes
La deshonrosa elección de la directiva en Diputados puso a los actores políticos, en este caso de la oposición, ante el espejo roto del transfuguismo. ¿Qué pasa cuando uno de los tuyos, más allá del motivo, discrepa con la línea oficial de la organización política? ¿Lo declaras traidor y, sin derecho a la defensa, lo expulsas? ¿Le quitas el curul? ¿Lo marginas sin echarlo? ¿O, más bien, toleras su derecho a la disidencia? ¿Gruñes cuando es declarado “librepensante”?
Veamos la sesión de marras. Por principio habrá que decir, sin matices, que resulta deplorable —y por tanto inaceptable— que el bloque de mayoría (MAS-IPSP) haya desconocido la decisión orgánica de una parte del bloque de minoría (bancada de Comunidad Ciudadana) para adoptar e imponer en la directiva a un diputado disidente. Es un exceso que daña el pluralismo político. El caso de Creemos parece diferente: más que disidencia, en su bancada existe una representación propia (UCS).
Ahora bien. ¿Cuándo una expresión de disidencia, que puede ser saludable, se convierte en acto de transfuguismo? Entre otros derechos reconocidos en la norma, los integrantes de las organizaciones políticas, en su ejercicio interno, tienen “el derecho al disenso, libres de toda forma de acoso y violencia política”. Hay aquí dos cuestiones sensibles y difíciles: la primera, cuándo se incurre en transfuguismo político; la segunda, quién lo define, con qué criterios y procedimiento.
La Ley de Organizaciones Políticas establece que hay transfuguismo cuando un representante electo: i) asume una militancia diferente al partido o alianza que lo postuló, ii) declara públicamente su independencia o iii) asume una posición contraria a la declaración de principios y/o la plataforma programática. En estos casos, el tránsfuga pierde su escaño, que pertenece a la organización política. En rigor, los dos disidentes de CC no incurrieron en ninguna de tales causales.
A reserva de lo que implica, como falta, postularse a la Directiva por fuera de la plancha oficial, ¿los diputados “rebeldes” no debieran ser sometidos a un proceso interno donde, con arreglo a una instancia y algún procedimiento, asuman su defensa? En este bochornoso episodio la cúpula de CC, copiosa de autoritarismo, determinó en horas su expulsión sumarísima. Los condenaron por “traidores”. El descargo de éstos fue expuesto en los medios: “no hay democracia interna”.
Hubo un tiempo en que disentir con la dirigencia partidaria y/o declararse independiente era objeto de celebración. Y está bien. Pero la valoración depende del partido al que se pertenezca: unos son “vendidos”; otros, “librepensantes”. La doble moral y la definición del transfuguismo dan para todo.
FadoCracia potosina
1. En un fiero-simbólico ejercicio de segregación, el diario El Potosí utilizó el siguiente título en una noticia: “Potosí toma la plaza de armas 10 de Noviembre que estaba llena de campesinos”. 2. Clarito: los “activistas” del comité cívico son Po-to-sí. Defienden y recuperan su plaza. Y los campesinos, ¿qué son? ¿Extranjeros, invasores, orkos? 3. La nota del diario sigue: “La población potosina, la gente, salió a las calles para resguardar la ciudad. Los otros, los comunarios, se dispersaron”. Había que hacerlos retroceder y expulsarlos… ¡de Potosí! 4. El despojo de ciudadanía ya no sorprende: “hubo enfrentamiento entre ciudadanos y campesinos”. Los campesinos no son ciudadanos. No lo merecen. 5. Pero El Potosí dio un salto: les quitó su pertenencia departamental: Potosí versus campesinos. El segregacionismo, sin máscaras, en su hora cínica/cívica. 6. En el extremo, herencia del colonialismo, el otro es degradado hasta en su condición humana: “hordas, salvajes, bestias”. Lo suyo es la subhumanidad. 7. Todo sea en nombre de la libertad, el respeto, Dios, la democracia y otras hipocresías que no me acuerdo.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.