Medios que polarizan
Si hubiese que poner un titular tendríamos algo así: “Los medios, desde sus intereses, promueven el enfrentamiento”. Y entonces, para mayor sugestión, se podría preguntar, a lo Vargas Llosa: ¿En qué momento se jodieron los medios? Claro que decir “los medios” es una generalidad (como decir “los partidos”). ¿Cuáles medios? ¿Qué intereses representan? ¿Con qué agenda? ¿Cuán jodidos están? A reserva del debate, veamos algunas percepciones sobre el campo mediático.
El último estudio cualitativo Delphi de la Fundación Friedrich Ebert (FES Bolivia), con datos de marzo, incluyó por primera vez una sección con algunas preguntas sobre medios de comunicación. El resultado es muy crítico para la credibilidad y el desempeño del campo mediático en el país. Debiera preocuparnos como sociedad. Y tendría que provocar, lo menos, alguna reflexión y autoexamen en el gremio periodístico, tan dado a mirarse/acariciarse el ombligo.
¿Qué dice el informe Delphi a partir de las percepciones de un grupo selecto y plural de actores políticos, analistas, periodistas y especialistas en diferentes ámbitos? Hay cuatro mensajes. El primero es que la sensación de confianza en los medios es de regular a muy baja. El segundo es que los medios informan en función a su propia agenda e intereses (71,6%) o, directamente, manipulan la información (16,4%). Solo un insignificante 3,5% cree que los medios informan con veracidad. Tremendo.
Tercer mensaje crítico: el 83% de las personas consultadas responde que los medios promueven enfrentamientos y conflictos en el país. Otros estudios ya mostraron que diferentes medios de comunicación están polarizados/alineados y, desde esa condición, polarizan. Por último, hay la percepción mayoritaria (85%) de que algunos medios se desempeñan como si fuesen actores políticos. Se sitúan como operadores mediáticos con trinchera, habrá que decir.
Estas percepciones, aunque atenuadas, están presentes también en la opinión pública. Una encuesta nacional realizada en noviembre pasado por la FES y Naciones Unidas muestra que, en general, se percibe que los medios manipulan la información, tienden a empeorar el conflicto, y algunos actúan como oposición política. Es evidente que estamos en una fase agravada de lo que fue identificado hace tiempo como “crisis de representación mediática” (Rocha).
Las consecuencias son evidentes. El campo mediático no está contribuyendo al diálogo plural y la participación informada en democracia. Peor todavía: degrada la conversación pública. Y, con respetables excepciones y valiosos esfuerzos de ejercicio del oficio, continúa jodiéndose. Que el debate en el gremio desplace al silencio.
FADOCRACIA
Mestiza
1. Ni mestizo-aymara ni mestizo-europeo (sic). Aunque nací en la hoyada, de familia tarijeña, me gusta declararme chaqueño en ejercicio. Es más bien una querencia que un rasgo de identidad. 2. Que recuerde, no he sido discriminado por mi color de piel, ni por mi apellido (de origen sirio). En mi niñez resultaban curiosas mis geografías: en La Paz era cha-paco; en Tarija, colla. 3. No me considero perteneciente a ninguna nación o pueblo indígena. Claro que en mi otra vida soñaba con ser mataco, habitar a orillas del Pilcomayo y dedicarme a la pesca de sábalo. 4. Siempre he vivido en la ciudad, pero reivindico con alegría mi origen provinciano: padre entrerriano, madre sanlorenceña. 5. Si me preguntaran, creo que diría: “mestizo”. Sin olvidar que esta categoría encubre grandes diferencias coloniales y raciales. Y es “la guarida de la Bolivia que no quiere admitir su lado indio” (Mamani Magne dixit). 6. Plurinacional-popular, eso me identifica. 7. Suscribo las palabras de Boaventura: “Tenemos derecho a ser iguales cuando la diferencia nos inferioriza y derecho a ser diferentes cuando la igualdad nos descaracteriza”.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.