Minería boliviana y geopolítica
En el camino hacia el bicentenario, Bolivia sigue siendo un país minero, pero no como antes.
Dibujo Libre
La geopolítica gira alrededor del control de los recursos naturales. Nuestro territorio ha sido dotado de muchos minerales que, en distintos momentos, han sido determinantes para el desarrollo de la humanidad. Entre el Siglo 16 y el 19, la plata fue la protagonista, entre el 19 y el 20, el estaño, entre el 20 y el 21, el estaño, el zinc, el litio, el indio, el oro, el wólfram.
Hasta mediados del Siglo 19, la explotación daba grandes recursos económicos y, por tanto, poder; pero los mineros escasamente usaron esas ventajas para convertirlas en poder político; pero, desde esas fechas, los productores de plata primero y los de estaño, después, sí decidieron aprovechar políticamente su poder económico y, hasta antes del Siglo 20, los cuatro grandes de la plata llegaron a ser presidentes del país.
Con el estaño, el centro del poder se dirigió más al norte y Oruro (el norte de Potosí estaba más vinculado a Oruro que a Potosí) y La Paz sacaron partido de su solvencia económica. Lograron trasladar el centro político a La Paz y Oruro se convirtió en la ciudad más avanzada del país a comienzos del Siglo 20.
La Escuela de Minas fue fundada en Oruro el 3 de julio de 1906 para apuntalar el poder económico con tecnología. Años después, se instaló en el mismo departamento el Instituto de Investigaciones Minero Metalúrgico (SIC) de donde salieron grandes líneas de avance en minería y metalurgia que influyeron en el mundo. Investigadores de renombre de diversos países llegaron a ese instituto a profundizar sus conocimientos e investigaciones.
Los excedentes de la minería, tanto de la plata como del estaño, ayudaron a construir una burguesía minera que se veía más en el espejo europeo que latinoamericano y construyeron sus imperios lejos de nuestras tierras, París, Liverpool, Ámsterdam, Bruselas, Berlín y más tarde, Nueva York acogieron a nuestros millonarios.
En esas épocas, las condiciones de los trabajadores dejaban mucho que desear. Las quejas eran frecuentes y el recurrir a la represión con las fuerzas del orden era normal. Así se crearon la Federación de Mineros y la Central Obrera, proponiendo al país cambios profundos en su estructura y organización para que el bienestar fuera compartido.
La guerra del Chaco hizo descubrir a las élites y a la pequeña clase media el país invisible que las sostenía hasta esas fechas. Al compartir trincheras en el sureste del país aprendieron que los que soportaban el peso del país debían ser parte de los grupos que tomaban decisiones por todos.
La revolución de 1952 fue el resultado de un largo proceso que tuvo en la guerra del Chaco un catalizador fundamental. A partir del triunfo revolucionario, el país cambió, se empezó a hablar de integración, de reivindicaciones, de restitución de derechos y los bolivianos y bolivianas se incorporaron en los espacios de toma de decisiones.
La Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), pilar de la economía nacional, estuvo vigente 33 años. En ese periodo sostuvo al aparato del Estado, sustentó el desarrollo del oriente y la economía nacional. Todos sabían lo que era la minería y reconocían el sacrificio de los mineros. La gran preparación política de éstos sumada a su poderosa organización los convirtió en los protagonistas principales del quehacer político y económico del país hasta la implantación del modelo de ajuste estructural.
Veinte años durmió la minería nacional y las cotizaciones internacionales y la economía no encontró otro asidero para mantener vivo al país. Cuando los precios de los metales empezaron a subir, la minería despertó y empieza a recuperar su posición estratégica en la generación de excedentes para financiar el desarrollo nacional.
La transición energética nos coloca, otra vez, en un sitial privilegiado. Tenemos varios de los metales críticos para hacerla viable y las potencias mundiales vuelven a disputarse por el control de ellos. Nadie quiere sufrir por la carencia de estos metales en este tiempo de transición.
Tenemos el litio, todavía, mucho estaño, wólfram, antimonio, manganeso, indio. El bicentenario del país nos puede encontrar gozando de los excedentes que genere su explotación; pero hay que trabajar estratégicamente y sin descanso en estos casi dos años que nos separan del 6 de agosto del 2025. Debemos dimensionar nuestras fuerzas y, si vemos que son escasas, fortalecerlas para lograr el objetivo de maximizar los excedentes producidos por la extracción de los recursos no renovables. Estamos a tiempo, pero debemos empezar inmediatamente.
Las oportunidades están dadas, pero hay amenazas también. Escojamos bien nuestros socios y, soberanamente, administremos nuestra riqueza, contribuyendo a una buena transición en el mundo, estamos en el lugar y el momento adecuados, podemos salir adelante.
(*)Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo