Revitalizar la democracia
Una anécdota personal para comenzar esta columna. A inicio de este año cumplí 40 años, luego de la cantidad de golpes que nos había propinado la pandemia en todos los niveles, pensé que sería una buena idea hacer una fiesta especial por el número. Estuve en los preparativos desde noviembre y, al final —por varias razones, digamos solo de contexto— tuve que cancelar la celebración y hacer otra de manera improvisada, reservando todas mis ansias para un momento más propicio en el que con seguridad la celebración se impondrá por sí sola ante cualquier obligatoriedad numérica. Resumámoslo en “mucho que celebrar y escasas condiciones para ello”.
Pienso esto en vísperas a lo que seguro ocurrirá y ya se ha venido prefigurando estas últimas horas: nuestra democracia estará de cumpleaños el lunes. Y, a reserva del debate, en torno a si se cumplen 40 años continuos o si la ruptura institucional de 2019 generó una pausa en esta continuidad, lo cierto es que es seguro que por uno u otro lado los discursos emergerán al punto de tenernos en una espiral de ruido celebratorio en torno al camino que ha transcurrido nuestra democracia, creo yo, con alta posibilidad de fragmentarla históricamente.
Por un lado, parece un buen dato que no olvidemos la fecha y que una buena parte de las y los bolivianos aún la tenga en mente después de tantos años. Y qué bueno que sean también una gran cantidad de voces individuales, colectivas e institucionales las que queramos estar presentes; una condición coherente con esa fecha debiera ser que en ella cabemos todas y todos quienes creemos que estamos hablando del único régimen político que ofrece la posibilidad de sostener la convivencia en sociedad que deseamos.
Por el otro, difícil afirmar que nuestra democracia llega a esta fecha en su mejor momento o, digamos metafóricamente: a un momento de plenitud, que es lo que se quisiera aseverar en clave de anhelo en estas fechas conmemorativas.
Esto muy a pesar de la idea de que la democracia, como sistema y como categoría en sí misma se constituye en un litigio constante, cuyos problemas y desafíos son una característica de su propia existencia.
Pareciera ser más desafiante pensar en recordar estas cuatro décadas en clave de conexión intergeneracional antes que de acumulación. Al final del día, la democracia sobre la cual podemos dar cuenta aprovechando esta fecha, ha tenido (tiene y tendrá) como protagonistas a diferentes generaciones con distintas miradas/obligaciones en torno a ella. Nuevamente, sin pensar que ninguna de las generaciones que comprende la necesidad de su preservación y ampliación, se quede por fuera de entenderla y construirla con las necesidades, lecturas y herramientas de su tiempo.
En un tiempo en el que la democracia pareciera transitar entre sus mínimos institucionales y sus máximos aspiracionales, la teoría y la práctica democrática se ven obligadas a sortear múltiples escenarios que hacen a las sociedades complejas de hoy y que vendrán con las sociedades del mañana. No se trata de ideas nuevas, varias de éstas han sido postuladas por pensadores/ as de la democracia, sin que ello sea óbice para quienes, en sus miradas, han optado más bien por ponerle la lupa a sus orígenes, diagnóstico y desafíos.
Si somos capaces de pensar a la democracia como ese conector inmanente a través de los tiempos pasados y presentes, además de aquellos que esperamos vengan más adelante, es posible que tengamos mejores condiciones para pensar en la urgencia de revitalizarla creativamente en y para garantizar su supervivencia y ampliación en estos tiempos desafiantes que vienen. Tiempos en los que se ve en el horizonte mediato, a la vuelta de la esquina, al fascismo al acecho. Que se imponga pues, más allá de la fecha, una celebración continua en forma de acción buscando mantenerla revitalizada y vibrante.
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka