Ultraje a la wiphala
La wiphala rebasó fronteras y hoy representa a otros pueblos sojuzgados o a movimientos en ascenso en el mundo.
Después del 20 de octubre, varias manifestaciones ciudadanas contra un supuesto fraude electoral en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, entre otras, se identificaron con la bandera nacional (rojo, amarillo y verde). El mensaje simbólico fue claro, somos un Estado nación con un modelo de ciudadanos monoculturales. La bandera representa a este sector social dominante, o en términos sociológicos, a los q’aras, karayanas y mistis bolivianos.
El sueño del retorno a la República señorial, racista y excluyente se intenta consumar. ¿Por qué en estas manifestaciones urbanas de la clase media se excluyó a la wiphala? No la sienten como suya, no es parte de sus luchas, porque la wiphala sencillamente representa a los indios, a los campesinos, a los cholos. El emblema indio es una representación y construcción de los pueblos andinos a lo largo de muchos siglos. Si a alguien le interesa saber más, sugiero leer los libros de Germán Choque o el Inka, escritos desde puntos de vista históricos y arqueológicos.
En la historia contemporánea, la wiphala renace en los años 70. La tricolor nunca representó a la totalidad del pueblo boliviano y menos a los pueblos indios. La simbolización del rojo, amarillo y verde fue una imposición, y no tomó en cuenta la simbología de los pueblos ancestrales del país. Ese hecho originó que los pueblos andinos decidieran difundir su simbología oculta, una representación de los pueblos profundos (los urus, aymaras y quechuas sobre todo) que conecta su relación con la naturaleza mediante los siete colores del arco iris.
Las luchas sociales de los años 80 contra las dictaduras militares y el capitalismo permitieron su mayor difusión, inclusive cuestionando a la bandera roja con la hoz y el martillo que representa al movimiento obrero mundial. Recuerdo que los movimientos mineros, fabril y otros de origen indio no entendían el significado de la wiphala multicolor, que representa a la diversidad de los pueblos indígenas. Aunque existen algunos antecesores muy importantes en su uso, como el educador aymara Eduardo Leandro Nina Quispe, quien a fines de los años 20 y principios de los 30 indica en sus informes que izaba la wiphala en sus escuelas clandestinas. Pero su difusión y posterior reconocimiento tiene que ver principalmente con el movimiento anticolonial, indianista y katarista de los 70, que la utilizó en todos sus actos políticos, culturales y sindicales.
La quema pública de la wiphala por unos policías en los luctuosos días del golpe de Estado de este mes generó mucha bronca en los pueblos aymara, quechua y uru. El profundo dolor y la rabia contenida por las muertes se expresaron en multitudinarias marchas que también reclamaban el respeto al símbolo indio. Se prometió que se enjuiciaría a esos pocos policías ignorantes que calcinaron públicamente la wiphala. ¿Será posible?, ¿cuándo? No bastaron los actos de desagravio de la cúpula policial y que en muchas casas y negocios se icen las wiphalas para aplacar los ánimos de los indios, de las “hordas” urbanas y rurales que marchaban en la ciudad. Lo que se exige es el respecto a un símbolo nacional reconocido en nuestra CPE de 2009, y que no sea más objeto de exclusión, y menos de quemas irracionales. Para el sector que hoy también intenta usar, a duras penas, la wiphala, los indios tienen que someterse a la tricolor. Se trata de una actitud colonial, paternal. La wiphala rebasó fronteras y hoy representa a otros pueblos sojuzgados, o a movimientos obreros y populares en ascenso en el mundo.
Qhipa urunakanxa wali ch’axwawirinakaruwa purt’awaytana. Uka ñanqha q’ara, misti jaqinakaxa wali uñisipxistu, mä qawqha pulisiyanakaw wiphalasa phichkatapxi, ukaw jan walikiti. ¡Jallalla jiwasanakan wiphalasa!
* Aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.