Entre mazamorras y crecidas de ríos
Este febrero, como cada año en esta época, se tiene que hacer un lamentable recuento de casas que se rajan, corren el riesgo de derrumbarse o finalmente colapsan; dejando muchas familias desamparadas, que terminan mirando entre angustia y azoro cómo el barro y la lluvia se llevan todo lo que tenía, su trabajo de toda la vida, el fruto de sus desvelos, el motivo de sus alegrías. Lastimosamente estas casas fueron construidas, con o sin el conocimiento de los propietarios, en terrenos no aptos, constituyéndose en asentamientos ilegales. Cada año la televisión y los periódicos registran imágenes de gente que en la noche trata de salvar apresuradamente lo que puede, y sin importar el peso se cargan muebles y bultos sobre sus espaldas. ¿Y ahora a dónde ir? Suele ser la pregunta que acompaña ese desesperado trajinar en medio del llanto y la angustia.
¿Quiénes son los responsables de esta dramática situación? Por un lado están las mismas personas que deciden arriesgarse y construir en terrenos que a simple vista son deleznables, pero que en su afán por hacerse de una vivienda propia deciden afrontar el peligro. Por otro lado están las municipalidades que otorgan permisos de forma indiscriminada con tal de recibir impuestos para engrosar sus arcas. Al parecer eso fue lo que sucedió en la zona de Kella Kella, en el municipio paceño de Palca, donde el pasado fin de semana 28 casas se vieron afectadas por deslizamientos, 16 de las cuales serán demolidas.
También están otras causales como el talado indiscriminado de árboles para habilitar urbanizaciones, con lo cual en época de lluvias los cerros se convierten en mazamorras de lodo que arrastran cuanto hay a su paso. Quienes se ocupan de lotear terrenos y lo hacen de forma inescrupulosa no tienen reparos en vender lotes en los aires de ríos. Éstos fueron, entre otros, los motivos para que 150 familias perdieran sus viviendas por rebalses del río Taquiña en el municipio de Tiquipaya (Cochabamba).
Después de conocer estos dos casos, aunque lastimosamente hay más, surge la pregunta: ¿por qué se desvía la atención ante los asentamientos ilegales? ¿Por qué no son intervenidos mientras se construyen? No todas las casas que se derrumban son construcciones precarias o pertenecen a personas indigentes. ¿Por qué no se actúa con energía contra los loteadores, que de forma delincuencial venden terrenos en lugares peligrosos como los márgenes de los ríos?, ¿o incluso en los desvíos que ellos mismos provocan, sabiendo que todo río vuelve a su cauce?
No es sano ni justo que cada año sigamos observando cómo decenas de viviendas se rajan, derrumban y desaparecen, como si se tratase de un hecho normal. Hacen falta medidas drásticas y, sobre todo, efectivas que cambien definitivamente esta fatalidad.
* Es periodista.