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Tuesday 30 Apr 2024 | Actualizado a 15:32 PM

La indiferencia no tiene cabida en la región

En nuestra región, el desplazamiento forzado tiene una dimensión inédita en términos humanitarios.

/ 20 de junio de 2019 / 00:00

Nuevamente nos encontramos con una cifra récord que da cuenta de la magnitud del desplazamiento forzado a nivel global: 70,8 millones de personas han tenido que huir de sus hogares durante el 2018, según el informe anual Tendencias Globales de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Poblaciones enteras abandonan su hogar a causa de guerras, violencia, persecución y violaciones masivas de los derechos humanos. Millones de niños, niñas y adolescentes huyen de situaciones de extrema violencia, y cada vez más viajan solos y en situaciones de extrema vulnerabilidad.

Si tratamos de dimensionar los 70,8 millones de personas podemos equipararlos con la población de países como Tailandia o Turquía. La cantidad de personas refugiadas representan más de un tercio de este total (25,9 millones), la cifra de refugiados más alta que hemos visto.

En nuestra región, el desplazamiento forzado tiene una dimensión inédita en términos humanitarios, dada su magnitud y complejidad, donde muchos países son a la vez países de tránsito y de destino. Con diferentes características, las actuales situaciones en los países del norte de Centroamérica, Nicaragua o Venezuela dan cuenta de esto. La situación política, socioeconómica y de derechos humanos en Venezuela ha ocasionado el éxodo de 4 millones de personas refugiadas y migrantes, de las cuales 1,8 millones se han beneficiado de distintas formas de protección en distintos países, mientras que más de 464.000 han solicitado formalmente el reconocimiento de la condición de refugiado.

Todas estas situaciones de desplazamiento forzado representan un    desafío para las capacidades de nuestros países y tienen implicancias sociales, económicas y políticas. Los problemas regionales exigen también respuestas regionales, acordes con la situación excepcional que estamos enfrentando. La indiferencia no tiene cabida en nuestra región: el reto compartido consiste precisamente en que la movilidad humana en América Latina sea vista como una oportunidad.

En este sentido, cabe destacar el Proceso de Quito como uno de los mecanismos de respuesta ante la creciente movilidad humana de ciudadanos venezolanos en la región, a través del cual 14 países de América Latina trabajan en conjunto para buscar medidas y una respuesta unificada. Además, el nuevo Pacto Mundial sobre Refugiados y el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular nos brindan una oportunidad para que nuestras respuestas sean más predecibles y sostenibles, contando con la solidaridad y con la responsabilidad compartida de la comunidad internacional.

Si bien ha habido discursos aislados de discriminación y xenofobia, también estamos presenciando grandes gestos de generosidad, solidaridad y hospitalidad; especialmente por parte de las comunidades que están albergando a un gran número de personas refugiadas.

Lamentablemente las cifras se encuentran en aumento y son parte de una tendencia a largo plazo. Es por este motivo que hoy, en el #DíaMundialdelRefugiado, más que nunca necesitamos, como ha expresado el alto comisionado de ACNUR, Filippo Grandi, un mayor compromiso de los Estados y redoblar nuestra solidaridad con las miles de personas que se ven obligadas a huir de sus hogares.

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Todo el mundo puede marcar la diferencia

El informe anual de ACNUR Tendencias Globales señala que 79,5 millones de personas estaban desplazadas forzosamente a fines de 2019

/ 20 de junio de 2020 / 06:28

La pandemia del COVID-19 es una crisis no sólo sanitaria y socioeconómica sino también humanitaria, que nos afecta a todos por igual, pero que impacta de manera desproporcionada a las personas más vulnerables de nuestra sociedad, entre ellas a las personas refugiadas y los solicitantes de tal condición.

El informe anual de ACNUR Tendencias Globales, que se presentó el pasado jueves, muestra que un número sin precedentes de 79,5 millones de personas estaban desplazadas forzosamente a fines de 2019. Es la cifra más alta registrada por ACNUR. Esto representa al más del uno por ciento de la humanidad (una de cada 97 personas).

Es por esto, que, como declaró el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi: “Necesitamos una actitud fundamentalmente nueva y más receptiva hacia todas las personas desplazadas, junto con un impulso mucho más decidido para resolver conflictos que duran años y que están en la raíz de un sufrimiento tan inmenso”.

La crisis también nos ha demostrado que todos tenemos un papel que desempeñar. A medida que el virus y su impacto se propagan rápidamente por nuestro continente, las personas y las comunidades se unen en muestras excepcionales de solidaridad. Todo el mundo puede marcar la diferencia. Cada persona, desde su lugar, puede contribuir porque toda acción cuenta. Hemos visto innumerables ejemplos de acciones concretas donde individuos, organizaciones no gubernamentales, entidades religiosas y el sector privado se han reinventado y unido para ayudar a las personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, entre ellas las personas refugiadas, para defender la dignidad humana frente a la pandemia.

Ante estos nuevos desafíos, las personas refugiadas siguen contribuyendo a las economías locales y están realizando un importante aporte en la primera línea de las labores esenciales, como las prestaciones de servicios médicos. El impacto económico de las medidas de contención del COVID-19 hace aún más necesario que continuemos trabajando para facilitar el acceso a derechos, a la inclusión socioeconómica y a los programas de protección social de toda comunidad, incluyendo a las personas refugiadas, solicitantes de tal condición y otras personas con necesidades de protección internacional. Es entre todos y todas que podremos amortiguar los efectos de la pandemia en los más vulnerables y recuperarnos mejor para el bien de toda la sociedad.

Este Día Mundial del Refugiado ocurre en un contexto de protestas y manifestaciones en todo el mundo contra el racismo. El ACNUR nació de la poderosa convicción compartida de que todos somos iguales en dignidad y derechos, y que aquellas personas que son perseguidas por sus creencias o características étnicas, tienen derecho a ser protegidas.

Las personas refugiadas y solicitantes de tal condición son particularmente vulnerables a las actitudes y actos racistas y xenófobos. Este es un problema continuo que debe ser atendido. El ACNUR y sus socios participan activamente en la lucha contra el racismo y la discriminación a nivel local, nacional, regional y mundial, incluso a través de campañas de sensibilización.

El Día Mundial del Refugiado es una oportunidad para estar #ConLosRefugiados y compartir mensajes de tolerancia, respeto mutuo y respeto por la diversidad.

Juan Carlos Murillo es Representante Regional del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

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