Ni para los orientales de allá ni para los de acá
El elenco de Tabárez no disimulaba la incomodidad. Y la reflejaba en imprecisiones repetidas. Era, sin duda, el onceno albo un oponente fastidioso, sacador de quicio. Uno de los atributos más respetados del prolongado ciclo del ‘Maestro’ se relaciona con la organización de sus estructuras de juego, sobre todo en retaguardia y centro del rectángulo. Anoche, en Porto Alegre, la pérdida de compostura costó caro.
Jugaron, sin duda, uno de los mejores partidos de la Copa América Brasil 2019. Un formidable ida y vuelta. Ninguno fue el mismo del debut. Japón para bien y Uruguay en sentido inverso.
Chocaron dos estilos diametralmente opuestos; uno y otro consiguieron imponerse en fracciones del juego.
El cuadro nipón estuvo dos veces arriba en el marcador y el charrúa asumió la batuta de respondón en pro de eludir el contraste.
¿Por qué los celestes no se parecieron, en productividad, al conjunto que goleó a Ecuador?
Una de las respuestas tiene que ver con que el rival no concedió espacios, cerró los caminos a fuerza de coberturas efectivas y a eso agregó una dinámica que a momentos se hizo vertiginosa. Otra se vincula a los problemas de Torreira y Bentancurt en el medio campo y en función de una tarea de equilibrio, quite y apoyo que, por caso, complicó el accionar de Lodeiro. Los dos primeros recuperaron escasamente, se vieron sobrepasados por la velocidad japonesa y el restante se alejó de los circuitos, como que en bastante mayor medida los ataques nacieron de la franja opuesta, la derecha, allá donde accionaba Nández.
No es menos cierto que Suárez y Cavani aparecieron, como casi siempre, muy activos. Tanto que a veces pecaron de aceleración exagerada. Ejemplo: eligieron rematar de primera cuando la circunstancia aconsejaba el pase a un compañero mejor ubicado.
Uruguay sufrió la apertura de la cuenta —medianía del primer periodo— por doble partida. A la excelente definición de Koji Miyoshi, sumó la baja de Diego Laxalt, lesionado e incapaz de una intervención adecuada. Empero, respetando la tónica que impone la tradición, fue a buscar la paridad, consumada sin demora gracias a una falta penal advertida desde la sala del VAR. Luis Suárez se hizo cargo con solvencia.
En la parte final del periodo, Edinson Cavani remeció el travesaño, pero los asiáticos no bajaron la guardia y continuaron mostrando otro valioso atributo: el desmarque tendente a fabricar hábilmente lugares de recepción.
El comienzo del segundo tiempo mostró a Uruguay en dificultades para la salida, sobre todo cuando su defensa fue apurada a raíz de la presión coordinada (la de dos delanteros que jamás retrocedieron), la que verdaderamente sirve. Inclusive quedó la impresión de una infracción en el área (González sobre Nakajima) que cuando menos ameritaba la revisión, pero se la ignoró.
El elenco de Tabárez no disimulaba la incomodidad. Y la reflejaba en imprecisiones repetidas. Era, sin duda, el onceno albo un oponente fastidioso, sacador de quicio. Uno de los atributos más respetados del prolongado ciclo del “Maestro” se relaciona con la organización de sus estructuras de juego, sobre todo en retaguardia y centro del rectángulo. Anoche, en Porto Alegre, la pérdida de compostura costó caro. Miyoshi repitió en el arco de Muslera al capturar un rechazo corto del portero.
Antes, eso sí, Kawashima protagonizó la mejor atajada en un mano a mano frontal ante Cavani.
Si algo no suele fallar en el repertorio uruguayo es la capitalización del balón parado. Y a un lanzamiento de esquina que ejecutó Lodeiro continuó el frentazo cruzado de Giménez para dar forma al marcador definitivo.
El madero le negó el gol a Suárez a poco del epílogo, caracterizado por el ímpetu de los orientales sudamericanos para ir detrás de la proeza. No fructificó. Los orientales del sol naciente no merecían perder y defendieron el producto de un esfuerzo abanderado por Itakura, pero fortificado masivamente, en un bloque compacto.
Fue entretenido. Cada cual, a su manera —errores incluidos— expuso en el Arena do Gremio la inclaudicable decisión de ir al frente. No especularon en absoluto y eso siempre se agradece y reconoce.
(*) Óscar Dorado Vega es periodista