Con la condena ya dictada por la Justicia, César Tezanos Pinto dejó este viernes el hospital en que fue ingresado para ser trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro, la que será su prisión por los próximos 30 años por haber matado a sus dos hijos.
Su rostro al dejar el nosocomio no era como el de Patricia, madre de los niños. Tezanos Pinto mostró una sonrisa cuando la gente lo increpó al salir de su internación; lejos de allí, Patricia lloraba desconsolada en el entierro de los dos retoños que cuidó hasta el último aliento.
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“Hijitos, por favor, donde quieran que estén mándenme fuerzas, porque no voy a poder sin ustedes”, exclamó Patricia, aferrada al féretro de sus dos niños. Eran aproximadamente las 15.00 cuando una lluvia tenue caía en el Cementerio Jardín de La Paz, donde los dos hermanos quedaron enterrados.
Tezanos Pinto aceptó acogerse a un procedimiento abreviado. La mamá y él estaban separados, pero la noche del lunes él llegó a la vivienda donde estaban la mujer y sus niños, con alimentos. Patricia nunca pensó que sus hijos corrieran peligro con su papá en casa, pero solo unas horas después, en la madrugada del martes, este hombre tomó un cuchillo y mató a los dos pequeños.
CHONCHOCORO
Cámaras de seguridad dentro de la casa captaron el momento; las imágenes eran contundentes y permitieron que la Justicia dicte una sentencia de 30 años de cárcel contra Tezanos Pinto, que también atacó a la mamá de los niños.
El sindicado también se lastimó, por lo que fue hospitalizado. Hasta este jueves permaneció en observación médica, pero con la sentencia ya dictada la noche del miércoles, la Policía ejecutó esta jornada la decisión judicial y lo llevó hasta Chonchocoro.
“Vamos a presentar en esta ocasión al autor del infanticidio que responde al nombre de César Guillermo Tezanos Pinto Vargas, el mismo que ha sido conducido a este recinto penitenciario de Chonchocoro en cumplimiento a una orden judicial, emanada por la autoridad jurisdiccional”, afirmó el director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), Carlos Ibarra.
El asesino no se inmutó. Aún vestía la bata del hospital al dejarlo y cuando llegó a Chonchocoro. Ni una lágrima se le vio derramar y mucho menos una palabra de arrepentimiento o dolor; al contrario, cuando la gente lo increpó al dejar el nosocomio, sonrió.