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16 de julio de 2020

El 16 de julio de 1809 comenzó en la ciudad de La Paz la liberación continental, la primera revolución de la región, una gesta heroica interminable y trágica de un pueblo rebelde que se plantó frente al dominio español. Se apagaba una historia de sometimiento de tres siglos y se alumbraba, en una simbólica tea, un mundo nuevo para todos los pueblos latinoamericanos.

Este 2020 será un 16 de julio diferente, triste y desconcertante. Desde ese lejano 1809 que no se reunían tantas tensiones y tristezas juntas: una crisis sanitaria sin paragón, una edición más de la eterna batalla política, un incremento del odio entre hermanos, y una crisis económica que ya muestra sus garras. No recuerdo otro 16 de julio con semejante lista de problemas y penas como el de este año. Desde noviembre pasado no descansa nuestro espíritu, no se sosiega nuestro ajayu, y no tenemos la paz que casi todos y todas anhelamos.

Este julio el pueblo paceño debe quedarse en casa y cumplir los protocolos establecidos. No podemos salir a festejar la tradicional verbena que todos los años reunía a miles de personas que festejan esa gesta con alegría, fanfarria y excesos en el centro patrimonial de la ciudad. Entre las plazas históricas más importantes de La Paz se armaba una fiesta colectiva que tomaba las calles, las plazas y los locales con música popular y fuegos artificiales. Todos los años de julio “La Paz era una fiesta” plena de intensos roces sociales, de espumantes sucumbés, de incendiarios ponches y de cualquier música popular que eleve los ánimos. Conociendo los excesos en la noche de la verbena paceña podías entender por qué un día de 1809, en este sitio tan elevado y espectacular, en un medio social tan variado, bizarro y peculiar, comenzó una gesta. Es por ello, que en julio renacen esos atavismos de pasiones y arrebatos cívicos, de fiesta colectiva, y de reconocer que formamos parte de una sociedad única.

Este año debemos serenar esas pasiones y, por responsabilidad cívica y social, debemos vivirlas en casa virtualmente. Para olvidar al menos por un momento esta crisis perversa y mortal, la noche de este 16 prepárate para estar y brindar en familia, recordando a este pueblo que soporta iniquidades humanas y naturales como ningún otro pero que sigue y seguirá firme, inamovible y soberbio como su Illimani.

Si es inevitable la vida virtual en este milenio, ruego a todos los dioses que volvamos pronto a sentirnos zarandeados por una enorme masa humana, feliz y desbordada que canta, ríe, y festeja como si fuera la última verbena en esta ínclita ciudad.