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Indefensión

En estos días peregrinar parece ser una práctica forzada, mucho más habitual de lo deseado, o incluso de lo recomendado. Hay cientos de personas que van de farmacia en farmacia buscando la otrora barata y popular aspirina hasta remedios mucho más sofisticados, y cuyos nombres incrementan el nuevo vocabulario surgido de la pandemia. Hay peregrinajes más duros, injustos y de triste final como los que realizaron de hospital en hospital miles de personas enfermas de COVID-19, sin conseguir que las atiendan y terminaron muertas en las puertas cerradas de alguno de esos centros colapsados, atestados, con personal en muchos casos mal protegido, agotado por el esfuerzo e impotente ante el drama.

Existe otro peregrinaje y es el de los familiares de niñas víctimas de abuso sexual sucedido en sus propias casas y en plena cuarentena. Son frecuentes las imágenes de vecinos, generalmente mujeres, pidiendo que detengan a los autores que marcan de por vida la existencia de pequeñitas de corta edad o las matan como el caso de la niña Esther, quien terminó muerta porque ser niña y mujer son razones suficientes para machos enfermos que desde la sombra acechan a sus víctimas, no importa que él pase 30 años de prisión, ella no volverá. En más de un caso, familiares de víctimas de abuso sexual pasaron horas y hasta días buscándolas de un sitio a otro, sin mayores pistas que las pocas palabras de algún testigo inesperado.

Estos peregrinajes son la reacción de una población agobiada por la indefensión, sin certezas sobre su salud, la educación de sus hijos o su fuente de ingresos económicos. Este es un tiempo en el que la población boliviana necesita autoridades menos dedicadas a los conflictos del poder, a políticos menos interesados en aprovechar la ocasión para hacer campaña electoral. La situación exige que todos los trabajos, todos los esfuerzos se concentren en atender a los enfermos, en implementar los hospitales con lo necesario para que nadie muera en la calle sin ser médicamente asistido. Toda actividad de los encargados de velar por la educación de los niños y jóvenes del país, debería estar absolutamente centrada en hacer que se cumpla a cabalidad la tarea de enseñar y el derecho de aprender sin recurrir a la nefasta medida de aprobar automáticamente el pase de curso en todos los niveles.

Improvisar, ocultar o esquivar la verdadera situación que vive el país es simplemente no tener ninguna consideración hacia la ciudadanía. Quienes gobiernan en todos los niveles creen que la gente ocupada en el peregrinaje cotidiano no percibirá el engaño, pero se equivocan porque hombres y mujeres de a pie valoran a quien actúa en beneficio de su vida y desprecia a quienes la desgracian. La población solo pide respeto.

*Lucía Sauma es periodista