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Wednesday 4 Oct 2023 | Actualizado a 12:02 PM

Severino Zapata, una calle y un olvido

/ 15 de julio de 2020 / 09:29

Severino Zapata, usted se esfumó en la historia. Desapareció, sin dejar rastro, apenas una calle. Todo lo que sabemos hoy se reduce a sus días como último prefecto del Litoral con base en Antofagasta. ¿Cuándo nació? ¿Dónde murió? Después de la invasión de nuestras costas soberanas, se pierde todo su rastro. Sabemos que peleó con Eduardo Abaroa, Ladislao Cabrera y 130 patriotas bolivianos en la defensa de Calama; que combatió en Tacna en la batalla del Alto de la Alianza. Y después, la nada. La Alcaldía de La Paz colocó su nombre en una calle cortita a un costado de la Universidad Mayor de San Andrés. Calle S. Zapata. Muchos años después, la gente del barrio rebautizó la calle como “General Zapata”. Las películas mexicanas que honraban la legendaria Revolución Mexicana estaban de moda. Los buenos eran cuates y los malos eran pinches. Usted no llegó a general, se quedó en coronel, antes de perderse en nuestra memoria.

Hemos olvidado su nombre, camarada Severino, y lo peor nadie se acuerda de su ejemplo, de su pacifismo, de su entrega, de su fidelidad y valentía, de sus palabras. De como se enfrentó sin miedo a George Hicks, gerente de la poderosa Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. De como salió el doncito inglés con el rabo entre las piernas aquel catorce de febrero maldito huyendo al buque blindado Blanco Encalada fondeado en el puerto. De como le dijo en su cara que usted había dado la orden expresa de rematar todos los bienes de su empresa por no pagar impuestos, el famoso 10%, la excusa de la usurpación.

Don Severino, usted siempre confió en el talente de los pueblos hermanos y civilizados pero cuando la monstruosa injusticia mostró su cara no dudó ni un segundo. “Sin fuerza para combatir a los invasores que, alentados por nuestra debilidad, hacen gala de la entereza usurpando derechos y hollando la dignidad del boliviano, a nombre de la Patria abofeteada, os llamo, bolivianos, a que os reunáis en torno del desagarrado pabellón de Bolivia…”. Leo hoy sus palabras en el periódico El Comercio y me emociono.

Hemos olvidado también, coronel, que junto a su escasa guarnición de 60 gendarmes, salió por tierra hacia Cobija para montar la resistencia, que echó la última mirada hacia el puerto de Antofagasta para divisar a los tres vapores blindados de Chile con planchas de nueve pulgadas, que abandonó solo cuando se consumó la invasión. Pocos recuerdan que luego se replegó al interior del litoral para preparar la defensa de Calama, que usted estaba dispuesto a cumplir, mientras resistía en el vado de Yalquincha, aquella vieja divisa de la Roma antigua: «Dulce et decorum est pro patria mori».

¿Cómo llegó la hora de su muerte? Tal vez corrió la suerte de muchos soldados entristecidos por la pérdida absurda de nuestro mar: el suicidio. Como lo hizo el general José Manuel Rendón en septiembre de 1908 en Iquique. Sabemos que también estuvo en la última batalla de la guerra, entre los 5.500 soldados bolivianos y 6.500 peruanos en el terreno desértico del Alto de la Alianza, cerca de Tacna, al mando de la 2.ª División del Ejército Boliviano con cargo de los Batallones Tarija 7°, Chorolque 8° y Grau 9°. Y despúes, la nada. Dicen que volvió a La Paz, dicen que apenas queda su apellido en una calle.

Hoy me he acordado otra vez de usted, coronel Zapata. La Alcaldía de La Paz está renombrando las calles del centro con el apoyo de una empresa de pinturas. De la privatización del espacio público, hablaremos otro día. Hoy su calle, don Severino, ha pasado a llamarse “calle Emiliano Zapata”. Ha sido solo por 24 horas, no tema. El alcalde Luis Revilla me ha dicho en Twitter que ha sido un error y en verso ha añadido: “Ya he instruido la corrección, gracias por la preocupación”. En la calle solo queda un número, el 110, junto a un chifa. Dice “S. Zapata”, ese Zapata que es el nuestro. Ese Zapata olvidado como tantos otros que llevan las calles su nombre. ¿Quién se acuerda de un camarada suyo, J.J. Pérez? ¿Y de Lisímaco Gutiérrez, Agustín Aspiazu, Belisario Salinas, capitán Ravelo, Pedro Salazar, Fernando Guachalla…? Son nombres, son calles, cerca de la suya, nada más. Se ama sin razón y se olvida sin motivo. Don Severino, usted simplemente no se lo merece.

*Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter:
@RicardoBajo

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Lo inimaginable ha sucedido en Libia

/ 16 de septiembre de 2023 / 07:22

Esta semana, la peor tormenta de la historia reciente azotó con lluvias las Montañas Verdes en el este de Libia, llevando al límite dos represas de medio siglo de antigüedad y mal mantenidas. Poco antes de las 03.00 del 11 de septiembre, la primera presa se derrumbó. Una enorme pared de agua se elevó hacia el lecho de un río que divide en dos la ciudad costera de Derna. Se detuvo brevemente en la segunda presa, ocho millas río abajo y luego recogió eso y todo lo demás a su paso, arrojando los escombros al mar. Al amanecer, un tercio de la ciudad había desaparecido, dejando miles de desaparecidos. El número de muertos puede llegar a 10.000, dicen los coordinadores de ayuda libios.

Mucha gente en Libia llama a lo ocurrido un tsunami, no una inundación, para intentar captar la física y el poder de la devastación. Los casi 100.000 residentes de Derna, ahora varados, necesitan urgentemente refugio, alimentos, agua y atención médica. Necesitan puentes temporales para reemplazar los que fueron arrasados e ingenieros para reconstruir todas las carreteras y reparar partes del puerto operativo pero maltratado de la ciudad. Necesitan servicio de telefonía celular para comunicarse con familiares y amigos y bolsas para los cadáveres que están siendo sacados del mar. Miles de personas se encuentran sin hogar y las autoridades temen que otras represas de la zona también puedan romperse.

La magnitud de la destrucción sería desalentadora para cualquier país bien administrado y bien equipado. Para Libia será imposible, dado el repentino aislamiento de la zona del desastre, la falta de equipamiento y la profundidad de la disfunción política del país. Desde 2014, los libios han vivido con dos gobiernos rivales atrapados en una lucha de poder que casi con certeza frenará el esfuerzo de recuperación a gran escala que se avecina. Pero es la historia única y trágica de Estados Unidos en Libia, su experiencia técnica y su profundidad de recursos en la región, lo que crea una obligación moral para Estados Unidos de llenar esta brecha.

Muchos estadounidenses se preguntarán: ¿Por qué debería importarnos? En 2011, Estados Unidos encabezó el esfuerzo internacional para salvar la ciudad de Bengasi del ataque del antiguo dictador de Libia, el coronel Muammar Gaddafi, una medida bien intencionada que cayó en la trampa de una misión progresiva. Finalmente, una intervención encabezada por la OTAN derrocó el régimen de Gadafi. Estados Unidos dejó la mayor parte de la reconstrucción a sus aliados europeos. Centró sus esfuerzos en promover la democracia por encima de la construcción del Estado, una decisión que, irónicamente, ayudó a derribar los primeros avances democráticos de Libia.

La seguridad en todo el país se deterioró rápidamente, lo que permitió el ataque afiliado a Al Qaeda en 2012 contra la misión diplomática de Estados Unidos en Bengasi. Con el estallido político interno que siguió, Estados Unidos se retiró, primero de Bengasi y luego de Libia. La división política entre el este y el oeste del país surgió en la turbulencia, una ruptura por la que los libios comunes y corrientes han pagado un alto precio desde entonces.

En un momento de profunda necesidad, la catástrofe de Derna brinda a Estados Unidos una rara oportunidad de volver a tomar partido, no con una u otra de las facciones políticas de Libia, sino con el pueblo libio. Es una oportunidad para que Washington regrese al idealismo fundamentado que una vez motivó a Estados Unidos a unirse a la OTAN en la primera intervención de 2011: el deseo de proteger a los civiles de cualquier daño.

El martes, el presidente Biden anunció que Estados Unidos enviaría fondos de emergencia a Libia a través de organizaciones de ayuda y “coordinaría con las autoridades libias y las Naciones Unidas para brindar apoyo adicional”. Biden añadió: “Nos unimos al pueblo libio en el duelo por la pérdida de demasiadas vidas truncadas”.

Si bien ya hay algo de ayuda internacional en camino, ningún otro país es actualmente capaz de brindar el mismo grado de ayuda que Estados Unidos, ya sea ahora o dentro de dos semanas. Es posible que Estados Unidos haya perdido la oportunidad de ser el primer interviniente, pero las necesidades de reconstrucción continuarán durante semanas, meses e incluso años.

Una ayuda sustancial de Estados Unidos también será bienvenida, aunque sea discretamente, por los campos políticos en conflicto, que ahora están bajo una tremenda presión por parte de sus propios ciudadanos para brindar ayuda.

Después de años de tratar a Libia como un problema que hay que contener y mantener a raya, Estados Unidos tiene ahora la oportunidad, a través de este desastre, de volver a dialogar directamente con el pueblo libio. Deberíamos adoptarlo, ante todo por el bien de los libios, pero también por nuestros propios intereses regionales a largo y corto plazo.

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Chávez, de cerca

/ 16 de septiembre de 2023 / 07:15

La primera vez que vi a Chávez en imagen de cuerpo entero fue durante el Festival de Cine que se celebra anualmente en Biarrritz (1996), cuando mi amigo el cineasta Carlos Aspurea presentó Amaneció de golpe, un recuento acerca del épico alzamiento del 14 de febrero de 1992 del entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías contra el presidente en funciones Carlos Andrés Pérez. A sus 33 años, Chávez quizá deseaba emular el bautizo de fuego de Fidel Castro, ocurrido en el cuartel Moncada cuatro años antes.

Entonces, tenía marcada curiosidad por conocer a Chávez, quien además prestaba religioso culto al libertador Bolívar, fundador de Bolivia (1825), mi país de origen. Por esa razón al rendirle la mano en el Hotel Monasterio de Cusco, donde se celebraba la XVII Cumbre del Grupo de Rio (23 de mayo de 2003), me sorprendió que replicara con un apretado abrazo. Pleno de fraternidad bolivariana, como manifestara con sincera espontaneidad. Era la personalidad de Chávez, caluroso en el contacto humano con los de arriba y, mayormente con los de abajo. Mediana estatura, abultado en carnes, mulato en sus facciones faciales, mirada escurridiza, labios carnosos y ademanes ligeramente simiescos. Podía mantener sin apuro una charla insustancial, condimentada de adjetivos superlativos que dejaban seducido al interlocutor, comprometiendo su simpatía o cuando menos dejando un buen recuerdo. Atendiendo el interés del presidente boliviano, traté de organizar una reunión bilateral con Chávez pero, ante el fastidio de Sánchez de Lozada, Chávez solo apareció dos horas más tarde de lo concertado y, en breve diálogo, el único punto de la agenda fue Evo Morales, mostrando un apoyo encubierto para su aliado del Sur. El 26 de junio de 2003, en otra cumbre saludé y conversamos nuevamente en Río Negro (Colombia) y finalmente en la Cumbre Iberoamerica realizada en Santa Cruz (noviembre de 2003), donde Chávez reclamó por la salida al mar para Bolivia, con tanto fervor como cuando otro venezolano Carlos Andrés Pérez, regaló un barco a la Armada boliviana. Todo ello para registrar que desde Rómulo Betancourt, conocí, frecuenté y traté a todos los presidentes venezolanos, hasta hoy. Confío que esa aproximación me dotará de cierta objetividad para revisar y comparar los juicios emitidos por Virginia Contreras, en su libro Chávez de frente y de perfil, que en cientos de páginas nos regala docenas de episodios secretos y otros discretos que solo una personalidad como ella posee y ahora los pone a disposición del público desde el pináculo de excepción: testigo y actriz de la vida, pasión y muerte de Chávez. Privilegiado sitial como jurista notable, primero jueza en lo penal y luego abogada de Chávez. Sus escritos me admiran por su memoria privilegiada, diestra en rememorar a los dramatis personae implicados en los cuarteles y a los impasibles burócratas típicos en los regímenes penitenciarios latinoamericanos. Su visión y revisión de Chávez nos acercan como nunca al hombre providencial, con sus luces y sombras, por eso vale. No se asemeja a otras hagiografías o libros por encargo. Es el Chávez de carne y hueso a quien Virginia Contreras retrata como abogada, jueza, amiga y también como su representante diplomática ante la OEA. En todos aquellos ángulos muestra y demuestra su vasta preparación académica y el talento para desempeñar con idoneidad las tareas que se le han encomendado y, cuando llega el momento de criticar y autocriticar, toma la tinta y ésta fluye con la fácil pluma de la verdad.

Seguramente los venezolanos hallaran en esas hojas muchos detalles hasta hoy ignorados, son los que hacen la “pequeña historia” y no cometeremos la imprudencia de revelarlos.

Éxito editorial para Virginia y curiosidad satisfecha para los bolivarianos.

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Una educación que nunca termina

/ 16 de septiembre de 2023 / 07:09

Durante más de 15 años he presidido el Día de Llegada a mi universidad, el momento en que las familias dejan a sus hijos e hijas a punto de comenzar su carrera universitaria. Cada año, algunos padres me llaman aparte para decirme que desearían empezar la universidad y que ahora sacarían mucho más provecho de la experiencia porque se han convertido en mejores estudiantes.

Una madre, entre risas, se llamó a sí misma “estudiante perpetua”. Quería decir que buscaba aprender por el puro placer de investigar. Pero el término suele ser de suave burla: alguien que sigue tomando más cursos como una forma de evitar conservar un trabajo. En otras palabras, un holgazán o un perdedor. Creo que eso está mal. Deberíamos empezar a ver este tipo de aprendizaje permanente como una forma para que las personas obtengan no solo conocimiento, sino también liberación. En su forma ideal, ser un estudiante perpetuo no es un acto de evasión sino más bien un camino hacia la autodeterminación y la libertad perpetuas.

La conexión entre aprendizaje y libertad se presupone en muchas críticas a los estudiantes de hoy como censores o relativistas, iliberales o radicales, copos de nieve mimados o guerreros por la justicia social. Hay muchas maneras de ser estudiante. Algunos se esforzarán por encontrar el equilibrio y la armonía adaptándose a su contexto educativo. Otros desarrollan músculo intelectual criticando cada movimiento que hace el maestro. Al atreverse a ser interlocutores críticos y competitivos con sus instructores, trabajan más duro y aprenden a pensar más profundamente. Algunos estudiantes aprenden por imitación, deseosos de seguir a sus compañeros y a su maestro. El núcleo de todos estos enfoques es desarrollar la capacidad de pensar por uno mismo aprendiendo de los demás.

En última instancia, el verdadero estudiante aprende la libertad desarrollando la curiosidad, el juicio y la creatividad al servicio del propio bien y del de sus comunidades. Este florecimiento es diferente de ser entrenado por un instructor para realizar una tarea o ganar una insignia, y es diferente de la satisfacción que uno obtiene al adquirir objetos o experiencias en el mercado.

Por eso es un gran desafío ser un estudiante perpetuo: a medida que nuestra sociedad se atomiza y polariza, los espacios educativos informales para que los adultos aprendan de personas que tienen diferentes puntos de vista son cada vez más escasos. Y se vuelve más difícil ejercer la humildad intelectual que requiere ser estudiante cuando se supone que uno tiene la autoridad, la certeza, de la edad adulta. Sin embargo, algunas personas lo logran en diversos momentos de sus vidas encontrando compañeros de aprendizaje.

Para los estudiantes perpetuos, el aprendizaje (a diferencia de la formación) no tiene fin. Cuando llegan al final de un camino de investigación, se encuentran ya en otro. Estos caminos desarrollan sus capacidades y no pueden ser delimitados antes de la oportunidad de explorarlos. Cada día es el día de llegada.

Los estudiantes perpetuos, como todos nosotros, tienen el potencial de ser libres. Aceptan este potencial, exploran el mundo, absorben sus lecciones y responden creativamente a ellas. Ser estudiante es estar vivo para el mundo y para uno mismo. ¿Por qué alguien querría graduarse de eso?

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El legado de Noel Kempff

Rolando Kempff Bacigalupo

/ 16 de septiembre de 2023 / 07:02

Hace 37 años —el 5 de septiembre de 1986—, el narcotráfico cegaba las vidas de un ilustre ciudadano boliviano, el científico Noel Kempff Mercado, y dos de sus acompañantes, el piloto Juan Cochamanidis y el guía Franklin Parada, quienes junto al biólogo español Vicente Castelló —quien sobrevivió a la matanza—, fueron parte del primer grupo de una expedición científica de 18 personas que se aprestaba a llegar a la meseta de Huanchaca.

El profesor Noel Kempff y sus acompañantes partieron a las 10.00 en un Cessna 206 monomotor hasta la meseta indicada, donde debía empezar la expedición por toda la reserva Huanchaca, liderada por Kempff. Sin embargo, el viaje no salió como se esperaba ya que aterrizaron en una pista que se suponía abandonada, en la cual encontraron la mayor fábrica de cocaína conocida hasta entonces.

A mediados de 1993, en un artículo que hice sobre el asesinato de mi tío Noel Kempff, decía: “lo que se puede afirmar es que los asesinos del profesor Noel Kempff Mercado, pertenecen a una nueva clase que en Bolivia muchos aplauden y otros encubren: el narcotráfico. Esa nueva clase, que no tiene patria ni escala de valores, es la que está destrozando nuestra sociedad y distorsionando nuestra economía”.

Ahora, 30 años después de ese artículo, vemos con preocupación que esta delincuencial actividad aumentó sus operaciones. A fines del mes pasado, la prensa nacional informaba, sobre la base de informes del Ministerio de Gobierno, que en los últimos cuatro años intervinieron 1.804 fábricas de cocaína.

Como lo señalan varios comentaristas que escribieron crónicas de homenaje a don Noel Kempff, entre ellos Lupe Cajías —hija del connotado periodista y jurisconsulto Huáscar Cajías—, mi tío amaba la naturaleza, tanto la flora como la fauna, y dedicó gran parte de su trabajo a convertir la ciudad de Santa Cruz en un jardín, plantando tajibos y alcornoques, por citar solo algunos.

Organizó el mejor jardín botánico del país e hizo todo lo necesario para que su ciudad tenga el mejor zoológico boliviano, con una gran cantidad de especies entre mamíferos, reptiles y aves, de las diferentes regiones y hábitats de Bolivia.

Dentro el zoológico, el profesor instaló un gigantesco aviario con una gran variedad de especies de aves de las distintas regiones del país, y se enorgullecía de que, por escasos metros, sobrepasaba en dimensiones a otro aviario existente en el zoológico de Rio de Janeiro.

Noel Kempff puede ser considerado uno de los primeros ambientalistas del país, partidario de la agricultura sostenible que permite obtener una producción adecuada y generar riqueza sin afectar negativamente a la naturaleza.

Supo convencer a las autoridades nacionales sobre la necesidad de conservar estos territorios, notables por sus bosques vírgenes y la elevada biodiversidad que tenían, logrando que el Parque Nacional de Amboró y la Serranía de Huanchaca sean reconocidos oficialmente como espacios protegidos.

En 1979 se creó el Parque Nacional de Huanchaca, ahora conocido como el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, en homenaje a la prolífica labor del profesor. Este parque ubicado al norte del departamento de Santa Cruz, con una extensión de 1.523.446 hectáreas, es considerado Patrimonio de la Humanidad y también usado como observatorio para el seguimiento del cambio climático.

Como justo homenaje a Noel Kempff, pedimos que la sociedad y el Gobierno extremen sus esfuerzos para reducir en forma progresiva la actividad del narcotráfico en el país.

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Motín contra Putin y una muerte anunciada

/ 2 de septiembre de 2023 / 00:00

Transcribo verbatim mi columna de hace dos meses. Mi prognosis termina: Prigozhin “es un muerto que aun camina…”

Desde que Vladimir Putin asumió el 31 de diciembre de 1999 el mando supremo de la Federación Rusa, jamás tuvo que enfrentar semejante desafío como aquel de la noche del 23 de junio pasado, cuando una columna de blindados sostenida por 25.000 combatientes se dirigía hacia Moscú, luego de haber tomado control total de Rostov sobre el Don, en medio del conflicto bélico con Ucrania. Era la milicia Wagner que encabezada por Eugeny V. Prigozhin reclamaba justicia, protestando contra el ministro de Defensa, Serguei Shoigú, a quien junto a la jerarquía militar culpaba de la mala conducción de la guerra y por el sabotaje que sufría su legión ante la falta de aprovisionamiento de pertrechos y municiones en el frente de batalla, que culminó con la cesación de sus servicios el 31 de julio de 2023, privándole de un ingreso de $us 1.000 millones anuales. Es más, el iracundo jefe mercenario acusaba a Shoigú por el reciente bombardeo de sus bases que dejó muertos y heridos entre sus filas. Desde meses atrás, Prigozhin atacaba abiertamente a éste y al jefe de Estado Mayor, Valeri Guerassimov, ante la tolerancia del presidente Putin, actitud que se asumía como tácito apoyo. Pero pasar de sus invectivas verbales a la conquista militar de territorios y a la amenaza de capturar la capital del país, se asemejaba más a un golpe de Estado (que él negaba enfáticamente) que a una querella interna. Obligado por las circunstancias, en el primer mensaje a la nación pronunciado por Putin, se tildaba la acción como traición a la patria, la cual sería severamente castigada. Sin embargo, horas más tarde, ocurrió cual milagro un arreglo in extremis cocinado por el dictador de Bielorrusia, Alexandre Lukashenko, oficiando de mediador: Prigozhin daría marcha atrás y se exiliaría en Minsk junto a su tropa y Putin dejaría sin efecto los cargos en su contra, permitiendo además que sus hombres se integren a las fuerzas regulares rusas. En su segunda intervención, Putin se felicita de haber evitado una guerra civil y hace alusión a la revolución bolchevique de 1917 que no solamente derrocó al imperio zarista, pero que también obligó a Rusia a firmar esa paz humillante con Alemania, implicando curiosa analogía del pleito con Ucrania. Final feliz que deja algunas interrogantes. ¿Toda esa rebelión para no obtener resultado alguno? Mi análisis personal y datos esporádicos captados, me hacen pensar que Prigozhin contaba con la complicidad de altos oficiales rusos que debían plegarse al motín pero que a último momento desistieron. Apoya mi hipótesis la peculiar circunstancia que una fuerza notoria como Wagner hubiese podido llegar tan cerca a Moscú sin obstáculo alguno. Por añadidura, las primeras reacciones en Occidente fueron de sorpresa, salvo en Washington donde —según despachos de prensa— ya se tenía noticia del alzamiento desde el miércoles 21. En el contorno externo, las consultas telefónicas de emergencia se multiplicaron entre París, Berlín, Londres y Bruselas y el presidente Biden se precipitó, sin que nadie lo hubiese aludido, a declarar que Estados Unidos era totalmente ajeno al problema. No obstante, el jolgorio fue global, particularmente en Kiev, donde se presumía el quiebre total del adversario. Ahora falta por conjeturar las medidas por venir. ¿El poder de Putin estará seriamente averiado o quizá más bien será esta la oportunidad para desatar una feroz purga, habitual en la historia política de Rusia? En el frente exterior, Putin deberá demostrar mayor empuje hacia negociaciones de paz, para mitigar su deteriorada imagen.

En cuanto a Wagner, privado de las millonarias dotaciones que recolectaba del tesoro moscovita, se supone que continuará sus aventuras africanas en Mali, República Centroafricana y Sudán, donde su control en la explotación de oro y otros recursos le ofrecen alto rendimiento.

En tanto que se especula que Eugeny Prigozhin en Bielorrusia, es un muerto que aún camina.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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