Ante la encrucijada
La clave de 2025 será, por supuesto, la economía, pero, ahora, también la cuestión del orden y la autoridad
El furor de la coyuntura suele ocultar la dificultad de los actores para enfrentar los problemas. En el semestre fatal que está acabando, mucha agua pasó bajo el puente, pero el Gobierno sigue sin una respuesta clara a las dos cuestiones políticas que determinarán su futuro: cómo gobernar en minoría y de qué manera conseguirá removilizar a una sociedad que navega entre el fastidio y el temor.
Arce fue elegido porque era percibido como el más adecuado para evitar el retroceso que las mayorías intuían que estaba apareciendo en el horizonte. En un país fatigado por año y medio de crisis múltiples, agitación y furor, hasta su imagen personal abonaba a la idea de un retorno a la certidumbre y tranquilidad. Se agradecía su silencio.
Ese era su mandato, para ello contaba con un formidable aparato político, una legitimidad electoral, mayorías legislativas y su imagen de padre de un modelo económico exitoso. Se debe reconocer que, con sus altibajos, fue coherente políticamente con ese objetivo hasta mediados de 2022 y las encuestas lo recompensaron por unos meses con niveles de popularidad cercanos a los de la época del masismo hegemónico.
Y luego las cosas se descompusieron por errores propios, deficientes lecturas de la coyuntura y quién sabe qué pasiones e intereses desatados, pero también, seamos justos, por bastante mala fortuna. No es el momento de lamentarse, contabilicemos las averías visibles: el Gobierno no tiene una mayoría parlamentaria estable, el clima social es malo y la estabilidad de la economía está en cuestión.
El desorden político es tan grande que incluso opaca las luces que esclarecen algo la neblina oscura que predomina en el país. Es así que logros en la cuestión del litio terminaron, en esta semana, opacados por la enésima grotesca pelea de alcoba a la que nos tienen acostumbrados los oficialistas desde hace unos meses. Pese a las declaraciones con tonito épico de unos y otros, seguimos sin respuesta concreta a la pregunta clave: ¿y ahora, con qué mayoría se gobernará o se evitará, en el mejor de los casos, el bloqueo decisional?
Y esto sin esperar milagros, siendo obvio, por ejemplo, que este es el momento más esperado por las oposiciones para debilitar al masismo. Luego, por ese lado habrá solo guerra. Y al parecer, lo mismo se puede decir del denominado “evismo”, particularmente si además sigues haciendo cosas para irritarlo, descalificarlo y expulsarlo del aparato gubernamental.
Y conste que no es un drama gobernar en minoría o con “gobierno dividido”, a veces es un dato de la realidad política con el que hay que vivir, pero exige tener claridad sobre “las sumas” mínimas que te permitirán operar en semejante contexto y sobre todo un urgente redimensionamiento y simplificación de tus objetivos. Seguir como si nada estuviera pasando, es riesgoso.
Quizás al lanzarse a la aventura reeleccionista, los operadores arcistas no pensaron nunca que se les iba a aparecer en medio una situación de falta de dólares y un derrumbe de las expectativas, pero pasó y ahora supongo que están viendo la manera realista de manejar el entuerto sin morir en el intento.
Lo paradójico es que el Gobierno parece aún contar con activos valiosos, el primero de ellos es la gran debacle de todo el sistema político, el visible agotamiento de los viejos lideres, entre ellos Evo y la obligada recomposición de un poder cruceño muy golpeado por sus propios excesos. Arce está mal, pero los otros están peor, en simple. Para algo sirve la investidura en un país presidencialista.
Por otra parte, la economía y el animo de la gente son frágiles, pero aún lejos de la debacle, la estabilidad de precios ayuda y la resiliencia de la sociedad es mayor de lo que suponemos. Podría ser peor y si el Gobierno viabiliza una salida creíble a la escasez de dólares, las inversiones en litio se concretan y no hay nuevos sobresaltos financieros hasta 2025, todo es aún jugable. Obviamente si eso no pasa, el juego puede acabarse ahí.
El Presidente está hoy ante una encrucijada, su esquema inicial se descompuso y empieza a ser percibido como incumpliendo su mandato: la economía no se ve bien y hay mucho despelote político. Y no funciona que se victimice, la gente le pide a un primer mandatario resolver, no quejarse. La clave de 2025 será, por supuesto, la economía, pero, ahora, también la cuestión del orden y la autoridad. Hay algo más de dos años y solo depende de él para parecer el mejor en ambas dimensiones, pero para ello se requiere un urgente shock político, la inercia ya no sirve.
Armando Ortuño Yáñez es investigador social.