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El peligro del desencanto

/ 26 de agosto de 2023 / 07:03

En las últimas cuatro décadas, la vida política de Bolivia nos ha enseñado que una alianza entre pueblos indígenas, campesinos y trabajadores de las ciudades con un sector de la clase media comprometido en el acompañamiento a ese bloque popular desde los saberes humanísticos, jurídicos, políticos y sociales, podía generar círculos virtuosos en espiral ascendente que permitieran estructurar un país dialogante y eficaz en la desactivación de todas las formas de racismo y de discriminación que han traído consigo desmembramientos territoriales, saqueo de las riquezas naturales, masacres en defensa del orden establecido y el capital, y violencia política en nombre de la libertad entendida e impuesta desde el conservadurismo y el liberalismo a lo largo y ancho de nuestra historia.

Los progresistas bolivianos que pusieron todas las fichas en la ruleta del “proceso de cambio”, desempeñaron roles de un notable activismo político y de gestión pública, para que la realidad de la inclusión social y la ciudadanización de conglomerados marginalizados se materializara en tareas que comenzaron con el cumplimiento de la llamada Agenda de Octubre (2003), la generación de un proceso constituyente y el cambio de matriz de políticas económicas que mutara de capitalizaciones y privatizaciones a nacionalizaciones, redimensionando así el tamaño del Estado y su gravitación en la sociedad, lo que dio lugar a la puesta en vigencia de políticas públicas con objetivos de equidad en la redistribución de los ingresos nacionales como nunca antes había sucedido.

Para que esto fuera posible, no fue el Movimiento Al Socialismo (MAS) el iniciador de esta que en su momento se constituyó en gesta épica. La base política de sustentación en el triunfo electoral primero y en la definitiva toma del poder a continuación, tiene su origen en el Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que delineó su andadura a través del pueblo organizado a través de sindicatos que constituyen movimientos sociales respaldados por un discurso emancipatorio y de reivindicación de las mayorías que encontró en el Pacto de Unidad conformado por campesinos, indígenas, interculturales (antes llamados colonizadores) y mujeres, el aparato organizativo que relegó a la Central Obrera Boliviana (COB) a un rol de acompañamiento ideológico y político, y que alcanzó tan grande potencia, al punto de haber legitimado en las calles, en las carreteras y en las zonas rurales del país todas las acciones que luego, el engarzamiento del MAS con el IPSP, llevaría adelante Evo Morales en su periplo gubernamental de casi tres lustros.

Para la prosecución fluida y convincente de la llamada “revolución democrática y cultural” era necesario que el rasgo decisionista, predominante en la acción política de Evo Morales como Presidente, encontrara sentido estratégico con prospectiva de largo plazo en la continuidad y la alternancia, cosa que no sucedió porque ese decisionismo eligió la ruta de la búsqueda de una repostulación contra viento y marea que estuvo expresada en el violentamiento de la decisión de un No a esas pretensiones en un plebiscito y en un garrafal error traducido en invento constitucional acerca de una candidatura presidencial, entendida esta como un derecho humano, enfoque que dio lugar al golpe de Estado de noviembre de 2019 y a una posterior decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, rectificando la gansada del Tribunal Constitucional de nuestro Estado Plurinacional: “La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris del derecho internacional de los derechos humanos” (agosto, 2021).

A dos años de la respuesta de la Corte Interamericana a solicitud de opinión consultiva del gobierno de Colombia, Evo Morales ha decidido que la continuidad y alternancia a la que se vio obligado para la nominación del binomio Arce-Choquehuanca (2020) ha llegado a su fin y estamos a las puertas de que pueda suceder lo hasta hace pocos meses inimaginable con una confrontación entre facciones campesinas por el control de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Con semejante cuadro de situación, el peligro del desencanto en un proceso en el que se creyó fervientemente se encuentra instalado. Evo quiere volver a ser candidato y el presidente Arce no se pronuncia acerca del que sería su legítimo derecho a la reelección en 2025.

El Pacto de Unidad se va desfigurando en el divisionismo capaz de aplastar ambiciosos proyectos histórico políticos. Ante situación de tan penosa gravedad, solo queda citar a Fidel Castro: “Frente a un enemigo que ataca, la división no tiene ninguna razón de ser y ningún sentido. Y en cualquier época de la historia, hasta que las revoluciones se hicieron conscientemente, como fenómeno plenamente comprendido por los pueblos, la división frente al enemigo no fue nunca estrategia correcta, ni revolucionaria, ni inteligente.”

Julio Peñaloza Bretel es periodista

Crisis, estado de situación negativa

César Navarro

/ 10 de octubre de 2024 / 06:00

Para abordar el análisis vamos a partir definiendo el sentido de la utilización del concepto de crisis como “estado de situación negativa”, como temporalidad, que es a la vez —la crisis— consecuencia de lo que antecede y a la vez es causa de lo que le precede.

La crisis política de la institucionalidad democrática de octubre-noviembre del 2019 que derivó en el golpe de Estado, fue superado reencausando los órganos de poder del Estado —Ejecutivo y Legislativo— a la constitucionalidad efecto de la movilización popular.

Reencausar la institucionalidad significó la presencia de otros actores políticos que son consecuencia de la crisis de octubre-noviembre y de la catastrófica gestión del gobierno de facto. La legitimidad no estaba centrada en el resultado electoral, sino en lo que significaba para las y los bolivianos la salida a la crisis, volver a otorgarle democráticamente al MAS la titularía estatal. 

El MAS asumió el gobierno heredando las consecuencias políticas internas de la crisis de octubre-noviembre, con cierta ironía y sabiduría política se decía “recuperamos el gobierno, pero no el proceso”, esta frase sintetizaba que la lógica liberal-representativa electoral no significaba el reencuentro del núcleo orgánico campesino sindical, indígena, originario y popular con el horizonte de la “revolución democrática cultural”.

Esta realidad nos mostraba un déficit interno del proceso, nos obligaba a relecturar autocríticamente el escenario estatal, político, sindical y social donde nos desenvolvíamos, las tareas estatales, económica, productivas, políticas, eran diferentes, ojo no opuestas, a los tiempos políticos desde inicios de siglo, pero se privilegió el “yo revolucionario” frente al otro, ese fue el momento de la visibilización de la grieta.

La grieta se ensanchaba alimentando el vacío que nos alejaba, empezaron a aflorar las diferencias, pero a partir de la negación del otro lo que condujo a crear un estado de situación negativa.

Los congresos de la Confederación de Campesinos, de la Confederación de Mujeres Bartolina Sisa, de la Confederación de Interculturales derivaron en la división con la intervención de la policía de por medio, se fracturó el núcleo del proceso, la imagen que se irradia a lo externo es de enfrentamiento, la unidad del núcleo que fue lo virtuoso para liderar y enarbolar la transformación estatal se está diluyendo por la forma como se amplifica mediáticamente el conflicto con una fuerte intencionalidad política conservadora.

El congreso del MAS suspendido indefinidamente por intervención del Tribunal Electoral y del Tribunal Constitucional atiza la crisis, la intervención de los órganos estatales no tiene la finalidad de cuidar la institucionalidad partidaria, sino exacerbar el enfrentamiento a partir del no reconocimiento de las competencias partidarias de la dirección política y dilatar la resolución de rechazo al congreso que se desarrolló en El Alto. La única organización política que tiene presencia en la totalidad del territorio nacional se lo presenta diariamente como ingobernable internamente. Esta característica es la fuente mediática pero difundida negativamente.

El MAS, los dirigentes políticos y sociales no son presentados como el factor de la política, sino factor del conflicto, del enfrentamiento, al extremo que dirigentes sociales pro-gubernamental exigen procesos penales y detenciones para los dirigentes opuestos, estas exigencias son amplificadas en los titulares de los noticieros centrales.

Lo que el sentido común está consumiendo es imagen negativa de crisis.

Los medios, los eternos “analistas”, las diversas y folclóricas oposiciones que profesan teológicamente el sentido colonial y racial, este estado de situación de crisis es la mejor justificación para abanderar su vieja y clásica retorica anti-revolución democrática cultural.

Así como el 2019 exacerbaron las emociones urbanas con la idea del “fraude” para oponerse al triunfo electoral, ahora persiguen una meta que no está en ofrecer una alternativa, sino en descalificar al bloque sindical campesino, indígena, originario, popular y al Instrumento Político e invalidar su liderazgo.

Su estrategia esta develada, es mantener y agudizar este estado de situación negativa de crisis indefinidamente, el paso siguiente será difundir masivamente en los medios y en las redes al MAS y las organizaciones como los enemigos de la “civilización democrática”, así tender la alfombra para el retorno de la derecha.

César Navarro Miranda  es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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¡Váyanse a la m..!

Drina Ergueta

/ 10 de octubre de 2024 / 06:00

Decir esta boca es mía es muy difícil cuando todos los ojos y oídos están pendientes no para escuchar argumentos o razones sino para colocar maliciosamente, a quien se atreva a pronunciarse, en un bando o en otro, en una dinámica de enfrentamiento que lleva a Bolivia de odio en odio y en el que participan los medios y, por supuesto, azuzan las redes sociales y, además, en el que se utilizan a las mujeres de la manera más baja.

Este jueves 10 de octubre el expresidente Evo Morales debería presentarse ante la fiscalía del departamento de Tarija para responder por supuestos delitos de trata y tráfico de personas (y posiblemente también por estupro) ya que hace cuatro o cinco años habría tenido acceso carnal con una adolescente de 16 años con consentimiento de sus padres (quienes también han sido citados por el Ministerio Público) y, fruto de ello, la joven habría tenido una hija.

Se trata de un caso recuperado de 2020, ya que se inició en el gobierno de Jeanine Áñez, y que fue cerrado para unos y paralizado para otros. A partir de esta reapertura del proceso, han aparecido, siempre impulsadas por fuerzas políticas contrarias a Morales, nuevas denuncias de abuso sexual contra menores que habría cometido el expresidente. En contrapartida, desde sus posiciones correligionarias se habla del uso de falsedades y, a la vez con las mismas armas, se ha denunciado al actual presidente Luis Arce por haber abusado de su poder y lograr favores sexuales de una joven. Finalmente, se ataca de manera sucia a una periodista por atreverse a preguntar por lo ocurrido.

Evo Morales sigue siendo el político más importante del país, su cantidad de adeptos y contrarios lo demuestran, las noticias también ya que lleva varios años marcando el ritmo de la política boliviana. Surgen estas denuncias ahora que, dentro de su partido, dividido en dos facciones, luchan por la representatividad ante las próximas elecciones generales de 2025.

“¿Qué pueden encontrar, si no hay? Tantos años buscando y nada encuentran. Encuentren”, dijo Morales hace años, cuando le iniciaron este proceso que hoy está renovado. Áñez le inicio 29 investigaciones por varios motivos y no prosperó ninguno. Hoy afirma que se defenderá y se muestra seguro de que el proceso no avanzará.

Lo cierto es que Morales lleva años arrastrando denuncias referidas a sus supuestas preferencias sexuales ilícitas, porque gustaría de jovencitas y para obtenerlas se valdría de su posición como presidente, expresidente o importante dirigente político. De acuerdo con la ley, las relaciones con menores de entre 14 y 18 años son delito, así fueran consentidas. Al tener esa categoría no se trata de un acto o hecho privado, es de interés público y con sanción penal que se agrava en caso de embarazo. Dicho eso, Morales lleva años sin dejar limpia y clara su imagen sobre este asunto por lo que debería aclarar o pagar penalmente.

Es, pues, un asunto que parecería ser su talón de Aquiles, en un país machista donde, además, una buena parte de los hombres que hoy reclaman y elevan el grito al cielo seguramente también podrían ser procesados por algo parecido o peor. Es verdad, también, que en algunos sitios del país y en especial hace unos años las relaciones sexuales entre una jovencita de 15 años y un hombre de 20 o 30 años es o era visto como algo normal. La ley lo sanciona porque se trata de un abuso, porque hay diferencia de madurez y, principalmente, porque debido a esa diferencia de edad existe una posición de poder y de control de parte del hombre hacia la adolescente. Además, es una muestra de la estructura patriarcal en la que los hombres que buscan jovencitas, si son vírgenes mejor porque ellos las estrenan, afirman así su masculinidad ante una sociedad que ve a las mujeres como trofeos.

Hay pues mucha hipocresía e interés político. ¡Váyanse a la m… todos los bandos!, los seguidores de Morales, los que apoyan a Luis Arce y los partidos de oposición que utilizan a las mujeres para lanzarse porquería unos a otros, que lo hacen sobre la dignidad de las supuestas víctimas y sobre cualquier mujer que diga esta boca es mía.

Es mentira que les preocupe si Morales cometió o no un delito, lo desean con ansias y no porque se descubra a un abusivo y se sancione a un delincuente por estupro, no por las víctimas que tendrán justicia, aplaudirán felices porque se libraron de un político al que no vencían en las urnas. Si es verdad que Morales cometió estupro, hace años debería estar procesado y preso, si es cuando conviene hay complicidad en esos hechos.

Drina Ergueta es periodista y antropóloga.

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‘Pasó lo que tenía que pasar’

Rubén Atahuichi

Por Rubén Atahuichi

/ 9 de octubre de 2024 / 06:00

Pasó lo que tenía que pasar”, contó ayer una joven que denunció acoso y abuso de poder de parte del presidente Luis Arce. La mujer estaba acompañada del diputado evista Héctor Arce, quien —con su impronta altisonante en la disputa del Movimiento Al Socialismo (MAS)— suele encargarse de denunciar al mandatario, los hijos de éste, los ministros y colegas suyos respecto de casos de corrupción.

Se trata del último capítulo de esta puesta en escena, parecida a un reality, sobre —quizás— la pelea más encarnizada y miserable en un partido política cuya trascendencia histórica va reduciéndose al descrédito absoluto en desmedro de un proceso que cambió la historia del país y movilizó a sectores mayoritarios antes minoritarios.

Todo comenzó en septiembre de 2022, cuando el líder del MAS, Evo Morales, denunció un “plan negro” en su contra. O, como dijo el presidente Luis Arce, “muy temprano”, en 2021.

Arce llegó al poder arropado desde el exilio por Morales, quien, como suele actuar, sobrepasó la decisión del cabildo del MAS de Huanuni, que a inicios de enero de 2020 se decantó por el binomio David Choquehuanca-Andrónico Rodríguez.

Quién iba a pensar que la apuesta de Morales iba a resultar su peor enemigo político, a juzgar por la inmisericorde confrontación interna, al punto de calificar al gobierno de “dictadura” y a los militantes evistas de “golpistas”.

Esto ya está descontrolado. Por más azorados que veamos cómo los masistas van sacando sus trapitos al sol día a día, mañana aparecerá otro escándalo que ya no causará sorpresa.

El MAS ha perdido el rumbo. Aquel partido que en 2005 fue la sensación electoral por su propuesta de país, su identidad con lo nacional-popular y la reivindicación de los pueblos indígena originario campesinos, hoy es un remedo de su historia.

Esta situación de degradación política ha resignado la retroalimentación interna, ha ultrajado la consecuencia, ha devaluado el discurso, ha degenerado el debate ideológico, ha desinstitucionalizado al país y ha desordenado la democracia. Ha tocado lo más sagrado de la vida: la privacidad de las personas y los derechos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes, cuyos nombres incluso afloran en la lucha de quien es más sobre el otro.

Incluso ha desahuciado su propia existencia. Al zafar el artículo 13 de su estatuto, que obliga la coordinación de la dirección nacional con las organizaciones matrices (campesinos, Bartolina Sisa e interculturales) para la convocatoria de su congreso. Así, no por el interés de uno sino de ambas facciones, se encamina a su autoproscripción.

Y lo más importante, ha desportillado su visión de país, esa construcción de años de lucha sociales: la consolidación del Estado Plurinacional.

Las consecuencias parecen lógicas: el desencanto de su militancia, la desacreditación de su proyecto política y la entrega en bandeja de oro las opciones electorales a la oposición real.

Esto último es más posible que nunca. Con razón han caído desde su mirada de palco Carlos Mesa y Jorge Quiroga, con su visita a Luis Fernando Camacho en la cárcel, o la reaparición en la arena política de Samuel Doria Medina. Y comienzan a reproducirse en busca de “unidad” en torno a uno y todos a la vez, y un electorado “antimasista”, sin importar quien sea elegido. En suma, la reactivación de aquella megacoalición que fue enterrada por la irrupción nacional-popular.

Aquel día, que podría ser el 17 de agosto de 2025, esa militancia se encontrará con una realidad distinta a la de 2005. “Pasó lo que tenía que pasar”, será quizás la frase de resignación.

Rubén Atahuichi
es periodista.

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‘Ch’ampa guerra’ en el MAS

Yuri Torrez

/ 7 de octubre de 2024 / 06:00

Dentro del Movimiento Al Socialismo (MAS), a pesar de la supuesta tregua posmarcha, las trifulcas están in crescendo. Aquella marcha, liderizada por el expresidente de Bolivia Evo Morales, hacia la sede de gobierno supuso el despliegue de uno de sus recursos de poder del evismo: la movilización social; en los hechos, demostró una fuerte convocatoria de organizaciones sociales y campesinas/indígenas allegadas al liderazgo del exmandatario.

La grandilocuencia con la que inició esta marcha aderezada con amenazas, poco a poco se diluyó, sin antes zanjar un enfrentamiento en Ventilla. Las demandas de la marcha por “salvar a Bolivia” fueron variando en su agenda de reivindicaciones. Al fin y al cabo, la marcha quedó en cuarto intermedio, y con la advertencia de un bloqueo de caminos que también fue suspendido.

Mientras, muchos analistas suponían que existía un puente de negociación entre ambas facciones enfrentadas: el “evismo” y el “luchismo”. El entonces ministro de Justicia, Iván Lima, renunció a su cargo con otra advertencia de efectivizar, “desde el llano”, procesos legales y jurídicos contra el expresidente de Bolivia. En rigor, en los últimos días, Bolivia estupefacta fue testigo de las denuncias por el delito de trata y tráfico de personas y estupro contra Evo Morales. Finalmente, el expresidente, ante estas denuncias, amenazó a Luis Arce con “tumbar su gobierno”.

Más allá de las altisonancias discursivas de los actores en pugna, la “ch’ampa guerra” en el MAS está gobernada por la lógica amigo/enemigo. Esta lógica busca aniquilar al “otro”. Esta táctica maximalista apunta al “todo o nada” para que, al final, como parte del botín de guerra, quedarse con la sigla del partido y, aún más, con la candidatura presidencial del MAS para los venideros comicios del año 2025.

Este aniquilamiento interno en el MAS no solamente está desportillando la imagen de los actores involucrados en la querella, sino está poniendo en vilo al mismo proyecto político. Debemos recordar que ese proyecto enarbolado por el bloque nacional-popular sirvió para una profunda transformación social y estatal con el propósito de ensanchar la justicia social y achicar la desigualdad social.

Esta disputa de unos contra los otros inclusive llegó a dividir a las organizaciones sociales con el afán de incorporar aliados a su causa particular; inclusive, esa disputa está exenta de un debate ideológico para sumergirse en el pantano de los intereses personales. La agudización de esa “lógica de guerra” está llevando al descalabro inclusive el propio Estado Plurinacional. No debemos olvidar que la constitucionalización del Estado Plurinacional fue correlato de una lucha de los sectores sociales y, especialmente, indígenas/campesinos en lo que, a inicios del siglo XXI, se denominó el ciclo de protestas.

No obstante, los actores en la ch’ampa guerra interna del MAS están ofuscados por el poder, que están perdiendo de vista el proyecto político del bloque nacional-popular, que hoy existe una incertidumbre por el devenir de este proyecto político.  

En rigor, el proyecto político del bloque nacional-popular está en peligro. Lo sucedido en el interregno autoritario del gobierno de Jeanine Añez, entre 2019 y 2020, develó que cuando los sectores reaccionarios asumen el control estatal, sus primeras acciones están orientadas a la reconstitución del orden oligárquico y eso significó, entre otras cosas, persecución, e inclusive, con masacres. Entonces, esas trifulcas dentro del partido oficialista para apoderarse con la sigla del MAS están provocando un desgaste político notorio.

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El mito del origen de Santa Cruz

Fernando Molina

/ 6 de octubre de 2024 / 06:00

En los años 30, nos cuenta Hernán Pruden en su libro De cruceños a cambas (Dum Dum Editora, 2024), el regionalismo cruceño se expresaba en dos posibles formas: el “separatismo” de Bolivia, que defendían los más radicales, y el “integracionismo” de la élite, que planteaba la firma de un nuevo contrato con Bolivia que facilitara el desarrollo de Santa Cruz. 

Ambas corrientes se diferenciaban nítidamente en su reconstrucción historiográfica del nacimiento de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, el hito original. Los integracionistas reconocían, como más apego a los documentos, que desde su fundación había formado parte de la Audiencia de Charcas; en cambio, los separatistas, algunos de ellos alentados por Paraguay en tiempo de guerra, subrayaban su relación con Asunción y la cultura guaraní.

Hasta aquí, Pruden. Añado que, pese a esta diferencia historiográfica, todo el regionalismo cruceñista, tanto el separatista como el integracionista, tiene una concepción etnográfica común sobre el origen, la cual alimenta, hasta nuestros días, las expresiones de racismo contra los demás bolivianos. Llamo a esta concepción “el mito del origen” y podemos verla combinando dos libros cruceños clásicos:   

En Economía y sociedad en el oriente boliviano, el historiador beniano José Luis Roca afirmaba que Ñuflo de Chaves fue fundador “más que de una ciudad, de una perdurable estirpe boliviana” (pág. 36). “Estirpe” significa: “Conjunto formado por las personas (ascendientes y descendientes) pertenecientes a una misma familia, especialmente si es de origen noble”. Hay en este concepto una nota de continuidad histórica y étnico-racial, un ethos que diferencia y da valor a una comunidad respecto de otras.

Esta construcción exige, para asentarse con seguridad, de una piedra fundacional que sea tan lucida como sólida. Cumplen esta función, en el caso cruceño, Chaves y el puñado de familias conquistadoras y colonizadoras que, saliendo de Asunción, fundaron y poblaron originariamente la ciudad.

Si para darse un pasado mítico los romanos imaginaron que descendían de tronco troyano, que su línea comenzaba en el semidios Eneas y los sobrevivientes de la caída de Ilión cuya historia fundadora plasmó inmortalmente Virgilio en La Eneida, el historiador cruceño Hernando Sanabria escribió la “Eneida cruceña” bajo la forma de una biografía al modo ficticio del primer teniente gobernador del “reino de Mojos”.

Este propósito se expresa ya en el título de su obra, que no es otro que Ñuflo de Chaves, el caballero andante de la selva. “Andante” por sus sucesivas y fatigadas jornadas desde su natal Trujillo, en Extremadura —el mismo lugar de donde salieron dos Franciscos fundamentales para la gesta conquistadora: Pizarro y Orellana— hasta la isla de Santa Catalina, en la costa de lo que hoy es Brasil; luego, cruzando el río Paraná, a Asunción, que había sido fundada pocos años antes; después hacia el noroeste de esta ciudad, que a mediados del siglo XVI fue la capital de la conquista de la zona suroriental de Sudamérica, a través de pantanos, selvas y desiertos, en busca de la Sierra de Plata, uno de los pocos mitos sobre las riquezas de las Indias Occidentales que tenía asidero, ya que se plasmaría en el descubrimiento de Potosí; de nuevo a Asunción, a reponerse; de nuevo a las vastas extensiones norteñas, en guerra permanente con grupos de indígenas guaraníes-chiriguanos; desde ahí hasta Lima, para gestionar el reconocimiento virreinal del gobernador asunceno y jefe directo suyo, Domingo Martínez de Irala, y tocando las ciudades de Charcas y Potosí, para comprobar el rumor de que la Sierra de Plata ya había sido descubierta y estaba comenzando a ser explotada; de vuelta a Asunción, trayendo vituallas y nuevos colonizadores; de ahí, en el viaje que lo volvería inmortal para los bolivianos, hasta el Guapay o río Grande, donde fundaría Nueva Asunción o La Barraca, primer poblado español en el territorio que sería el oriente boliviano; nuevamente a Lima, a conseguirse el cargo de teniente gobernador; de vuelta a las riberas del Guapay, donde fundó la primera Santa Cruz de la Sierra (en homenaje a la localidad de este nombre, a 13 kilómetros de Trujillo, donde, según Sanabria, su familia tenía una propiedad); de nuevo a Asunción, de nuevo a Santa Cruz de la Sierra y, finalmente, otra vez camino a Asunción, cuando fue asesinado por un jefe indígena local.

Pero sobre todo “caballero”, ya que Sanabria lo pinta como “gente de calidad”, como en su siglo se decía de los que tenían apellidos de alcurnia o “buena cuna”, y, además, lo pinta —¡con qué trazos!— como un hombre puro, desinteresado, capaz, con don de mando, justo, leal, más orientado a cumplir “la gran causa” de la colonización hispana que a obtener riquezas personales (pese a que la muerte lo encontraría mientras viajaba en busca de oro).

Sanabria postula a Chaves y los conquistadores que lo acompañaron como los héroes cruceños por antonomasia. Fundadores, entonces, de una “estirpe” que, a diferencia de las demás identidades bolivianas, se conservaría así, vinculada a estos hombres por mecanismos de los que ya hablamos y volveremos a tratar.

Fernando Molina es periodista

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