Friday 6 Dec 2024 | Actualizado a 14:54 PM

Están aquí, están de visita

Lucía Sauma, periodista

/ 2 de noviembre de 2023 / 07:59

¿Habrá alguien que no tenga un ser querido fallecido en el que piense todos los días? Si hubiera qué soledad la de esa persona. Qué falta de recuerdos, de cariños, de tristezas compartidas, de intolerancias, de rabietas, qué falta de humanidad, de hechura de ser humano. Es triste. Por eso parece tan difícil que en este día de difuntos hayan personas que están tan solas que no tienen un muerto a quien extrañar. Y qué pena también por los muertos que no tienen quién los extrañe y de esos sí que hay, porque tendemos a olvidar.

Pero volvamos a los muertos que vinieron a visitarnos el 1 de noviembre, que compartieron, bebieron y comieron lo que familiares les prepararon para que sepan que los esperábamos, que somos capaces de quererlos, de seguir queriéndolos aunque ya no los veamos, ni los escuchemos. Sabemos que vinieron porque con cariño los convocamos y sin temor los sabemos presentes a través de pequeñas muestras, el agua que disminuyó en el vaso para que beban porque sabemos que llegan sedientos. La leve ráfaga de aire, el movimiento de las flores, son indicios de su presencia, la puerta que suena en sus goznes sin que nadie la empuje, son las señales o al menos así queremos creer, es parte de la fe que mueve montañas, la misma que trae de vuelta a los muertos cada 1 de noviembre.

¿Por qué no creer? ¿Por qué no esperar? ¿Por qué no despedir? Son expresiones amorosas que nos hacen más humanos, más sensibles, con mejor esencia. ¿Hay alguien que no quiera que lo recuerden? ¿Qué un día muera y muera para siempre? Parece un dejo de amargura el pensar así. Desde esta parte del mundo los muertos queridos están presentes, el Día de Difuntos es una celebración, con panes en forma de wawas, de hombres y mujeres, con caballitos de pan para ir al trote, con escaleras para bajar y subir al cielo, con cañas de azúcar para que sirvan de bastón a quienes nos visitan.

Hay un afán en esperar la visita de los muertos, no hay miedo ni tristeza, todo lo contrario, son ritos de esperanza, por lo menos así es en esta parte del mundo, tan convencida que ellos vendrán, por eso apremia esperarlos. Bienvenidos sean. Disfruten de las ofrendas, son para ustedes. Tenemos muy claro qué les gusta comer y beber, lo dulce y salado. También estamos convencidos que se irán y hay que despedirlos. Gracias por su visita. Váyanse con cuidado, al año estaremos de nuevo esperando.

Pintura de Villalpando en México

Patricia Vargas

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Durante la época colonial, los artistas y escritores de la Ciudad de México buscaban mostrar al mundo, especialmente a los españoles, imágenes de la calidad urbana que, según ellos, caracterizó a la época virreinal en México. Tiempos en los que la pintura mexicana fue representada por el artista Cristóbal de Villalpando.

Este pintor estaba convencido de que la Ciudad de México era la capital del Nuevo Mundo, por lo que se la idealizaba como una urbe imperial de grandes dimensiones, donde se concentraba la ciudadanía esencialmente española. Esta pasión por la ciudad lo llevó a afirmar, por escrito, que México era la Nueva Jerusalén.

Su obra La Plaza Central de la Ciudad de México (1695) fue considerada una obra de arte que buscaba representar el Nuevo Mundo según el modelo europeo. Esta pintura retrata la Ciudad de México, hoy Distrito Federal, que en ese entonces ya contaba con 100.000 habitantes.

Lo singular de esta pieza de arte es que, a pesar de su intención de resaltar el progreso y la grandeza de la ciudad, también refleja de manera clara los problemas sociales de aquella época, como la pobreza y la enfermedad que aquejaban a su población. Sin embargo, según el cronista Agustín de Betancourt, la ciudad ya contaba con una catedral comparable a las de Roma.

En esos tiempos, los españoles arrasaron con todo lo que significaba el pasado azteca y sustituyeron esa parte de la ciudad con nuevas edificaciones que no comprendían ni los problemas sísmicos ni las costumbres de los antiguos habitantes de la región.

Lo particular es que la obra de Villalpando, pintada en la gran explanada que hoy es el Zócalo, responde a ideales renacentistas en su planificación urbana, por lo que muestra a los europeos en primer plano, con sus ostentosas vestimentas, mientras los indígenas aparecen sentados en sus lugares. De este modo, la pintura ofrece un retrato de la sociedad de ese entonces en México.

En esos tiempos, la idea del Nuevo Mundo exigía a la ciudadanía local, que iniciara su vida borrando la memoria de su pasado. De ahí que los clérigos soñaban con restablecer la pureza apostólica, en tanto que los europeos aspiraban a revivir la virtud de la antigüedad. Ambos ideales inspiraron la concepción de modelos clásicos de planificación urbana basados en los ideales del Renacimiento.

La obra La Plaza Mayor de México, de Villalpando, fue ejecutada gracias al trabajo de 1.283 personas. Mide tres metros cuadrados y retrata la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Virreinal y el mercado de Parián. Actualmente, se encuentra en manos de un coleccionista en Inglaterra.

Es notable que, desde 1554, las edificaciones en la Ciudad de México hayan sido reconocidas por su magnificencia y acabado, según afirman varios escritos. Lo singular es que en España se consideraba que la plaza principal de México era tan grande que no tenía comparación con otras. Esto por sus grandes dimensiones, que podían albergar un coro completo capaz de interpretar música sagrada en lengua indígena, al mejor estilo polifónico de Europa.

Así, la plaza de México fue vista como una utopía del Nuevo Mundo, mientras que la pintura de Villalpando en 1685 recibió numerosos elogios y, en su tiempo, fue comparada con la obra El triunfo de la eucaristía, del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.

Patricia Vargas es arquitecta

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Descartes y nuestro lindo país

Dionisio J. Garzón M.

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Primera semana del decimosegundo mes del año, mi columna sale el viernes, es difícil mantener la tradición de escribir sobre temas de la industria minera y sus perspectivas cuando el país se debate en una lucha rimbombante entre los que deben dejar el poder y los que piensan que pueden asumirlo el próximo año; hay temor en las calles, las redes están inundadas de noticias y de noticias falsas sobre lo que acontece y lo menos importante en estos casos es la agenda económica. La gente casi llega a la histeria, los jinetes del apocalipsis cabalgan de nuevo, solo se quiere sobrevivir. No es la primera vez ni la última seguramente en la que el país enfrenta este tipo de crisis al parecer existenciales, en las que se tiene la sensación de caer al despeñadero y en las que en el último instante se logra eludir la tragedia. Así hemos vivido desde la fundación de la república y así parece que seguiremos a futuro. El costo de transiciones criticas como la Revolución del 1952, las crisis militares de los años 70 o la irrupción neoliberal de los años 80 y 90, para citar las principales, ha sido tremendo. Solo así se explica que un país con un potencial en recursos naturales como el nuestro esté plagado de elefantes blancos, proyectos que siempre están empezando de nuevo o aquellos que en su tiempo pudieron ser de enorme interés se paralizaron para empezar de cero con la administración siguiente, pasan los años los proyectos envejecen con sus propiciadores y/o revisionistas y la inexorabilidad del tiempo y de la vida los vuelve caducos. Palabras más, palabras menos, en la crisis del año 2019 y en la transición del 2020, meditaba en la columna de esta manera, tratando de explicar este extraño pero inexorable comportamiento de los conglomerados humanos y citaba dos frases del inmortal filósofo y matemático francés René Descartes: “La enredadera no llega más arriba que los árboles que la sostienen” y  “Hay mayor honra y seguridad en la resistencia que en la fuga…”, en palabras sencillas: siempre hay un antes y un después y la esperanza de cambios positivos no debiera claudicar pese a las condiciones adversas.

Cinco años después, viviendo una crisis similar en vísperas del año electoral que se avecina, pareciera que nuestro país es la excepción a la regla y que el círculo vicioso que vivimos es la característica vivencial que el destino nos deparó a los bolivianos. Hoy con un sector minero sin horizonte (no solo este sector, todos los sectores productivos están en crisis), seguimos aumentando el nivel de gasto y el endeudamiento externo e interno del país; no tenemos un plan económico que nos permita activar el sector productivo ni se vislumbra un cambio substancial en las propuestas de los candidatos en carrera electoral. ¿Quién pagará las facturas en el largo plazo? ¿Cómo se gestiona la incertidumbre? Pareciera que la coyuntura manda, total, algún día volverán las vacas gordas. La pesada burocracia estatal actual no pudo ni podrá encarar la generación de un portafolio importante de proyectos mineros para reemplazar la herencia histórica y aquella del boom de exploraciones de los años 90, está claro que debe acudir al capital privado que vendrá al país si las condiciones cambian y si se acercan a lo que sucede en el vecindario, Argentina, Chile y Perú, que vivieron similares cambios políticos han consolidado políticas pragmáticas y son hoy mucho más competitivos para atraer inversiones y generar nuevos proyectos. Estamos quedando solos y mirándonos el ombligo; es hora de reaccionar y cambiar positivamente; hay muchas alternativas para hacerlo. Descartes lo agradecerá desde el arcano.

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No es caridad

Verónica Ibarnegaray

/ 5 de diciembre de 2024 / 11:30

Nos acercamos al final de otro año más sorteando la escalada de crisis, desastres y récords climáticos con acrobacias de sobrevivencia, mientras los acuerdos para frenar el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y sus impactos galopantes avanzan sin mucho impulso en las negociaciones mundiales. Este 2024 va camino a posicionarse como el año más caluroso registrado, superando a 2023 y el umbral de 1,5 grados centígrados de aumento de la temperatura del planeta. Una nueva alerta roja lanzada semanas atrás por la Organización Meteorológica Mundial.

Lea: El Piraí, más que historia y taquiraris

Estamos conviviendo con paisajes más inflamables y un clima de fuego que favorece la proliferación de incendios voraces, como los que hemos visto este año en gran parte del planeta y especialmente en Bolivia. La sequía extrema y las temperaturas anormalmente altas, agravadas por el fenómeno de El Niño y factores vinculados al uso de la tierra y la deforestación, nos han expuesto al mayor desastre que ha enfrentado el país en términos de escala y afectación, con consecuencias devastadoras para la naturaleza y la sociedad que perdurarán en el tiempo. Las emisiones de carbono de los incendios alcanzaron los niveles más altos registrados para Bolivia, según el Servicio de Monitoreo Atmosférico de Copernicus, reforzando el ciclo de retroalimentación peligrosa con el cambio climático.

Mientras continúa el balance de los daños, la sociedad demanda respuestas a qué hacer después de los incendios. Las propuestas desde el ámbito de la conservación abogan por estrategias que prioricen la regeneración natural como la vía más efectiva para restaurar los ecosistemas afectados, siempre que se establezcan las condiciones que permitan que la naturaleza siga su curso en la recuperación de la salud del suelo y la biodiversidad. Desde luego, esto se logra con políticas y medidas que garanticen su protección para evitar su conversión a otros usos de la tierra, que sean compatibles con la prevención y respondan a las necesidades y aspiraciones de las comunidades locales y pueblos indígenas, cuya vulnerabilidad se ha profundizado tras la sequía y los incendios forestales, y cuyas voces deben estar al centro de las discusiones.

En un año tan complejo para la economía mundial, los desastres relacionados con el clima y la naturaleza nos recuerdan que no puede haber recuperación económica sin invertir en soluciones que aborden de manera eficaz las causas y consecuencias de los riesgos crecientes. Tras años de negociaciones polarizadas, los países finalmente acordaron un nuevo objetivo colectivo de financiamiento climático en la Conferencia sobre el clima en Bakú (COP29), con el compromiso de canalizar al menos 300.000 millones de dólares al año hacia los países en desarrollo, para apoyar sus esfuerzos frente a la crisis climática. Una meta que para muchos resulta insuficiente, y, aun así, constituye un paso adelante en el camino hacia economías más limpias y sostenibles, que ayuden a proteger a las poblaciones vulnerables de los efectos del cambio climático.

En medio del oleaje de incertidumbres y cantos de sirenas que rodean los mercados de carbono y otros mecanismos financieros basados en la naturaleza, conviene saber navegar el potencial que ofrecen para la conservación de los bosques y la resiliencia de las comunidades. El tiempo es crucial para crear incentivos positivos que ayuden a revertir la ecuación económica que hace que la tierra sea más valiosa deforestada que con bosques en pie.

La financiación climática no es caridad, es una inversión, como señaló Antonio Guterres. Se trata de invertir en nuestro futuro y en un mundo más seguro, sano y próspero para todos.

(*) Verónica Ibarnegaray es directora de proyectos, Fundación Amigos de la Naturaleza

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El bombón Olañeta

/ 5 de diciembre de 2024 / 06:00

Casimiro Olañeta, arquetipo del político criollo que aspiró el aroma político que le benefició en la fase de las luchas independentistas, era parte de la estructura política colonial de la Audiencia de Charcas. Se incorporó al Ejército Realista comandado por su tío, el español Pedro Antonio Olañeta, que defendía la Corona española. Encabezó, por encargo de su tío, una delegación al Río de la Plata para negociar un acuerdo que deje a Pedro Olañeta como jerarca de la Audiencia y aplacar los levantamientos independentistas.

Ante el inminente triunfo del ejército libertario, se autoproclamó anti Corona, se unió al Mariscal Sucre, abrazando las banderas de la Independencia. En 1825 fue parte de la Asamblea que declaró la Independencia. Algunos historiadores coinciden en que fue el autor de la denominación “República de Bolívar” a la naciente república. En 1826 fue miembro de la Asamblea Constituyente que aprobó la primera Constitución Política del Estado.

En 1828 fue parte de la conspiración contra el presidente Antonio José de Sucre y lideró el primer golpe de Estado de nuestra historia al derrocar y desterrar al Mariscal. 

En la segunda Asamblea Constituyente (1831), convocada por Andrés de Santa Cruz, fue uno de los redactores de la Constitución, fue ministro de los presidentes Santa Cruz, Ballivián, Belzu, Velasco y Linares, además de diputado y diplomático.

Olañeta, el político que mutó política e ideológicamente del colonialismo al republicanismo, pasó de glorificar a los libertadores a derrocarlo mediante un golpe de Estado. Ese recorrido le dio la aureola para ser un engranaje de la estructura de poder del republicanismo colonial. Olañeta siempre fue oficialista, sin importar quién esté en el poder.

Manfred Reyes Villa no tiene un recorrido de esa envergadura, pero se asemeja a la habilidad política para estar siempre con el poder; es decir, ser siempre oficialista.

Sus pasos iniciales en los 90 como concejal fue del Movimiento Bolivia Libre, partido que estaba en el gobierno con el MNR; en 1995 postuló como alcalde por ADN; en 1997, ya con partido propio, NFR, fue parte de la coalición de varios partidos que hizo del exdictador reconvertido en demócrata presidente de la República. En las elecciones presidenciales de 2002 tuvo como acompañante a un ícono de la oligarquía masónica cruceña. Por mediación, instrucción y padrinazgo del embajador norteamericano, en 2003 fue parte del gobierno de Sánchez de Lozada.

En las elecciones de 2005 fue electo prefecto; fundó otro partido, Alianza de Unidad Nacional (AUN). Se alineó a la extrema derecha; públicamente apoyó el separatismo cruceño con la célebre frase “Santa Cruz, adelante con su independencia”.

Se autoexilió en Estados Unidos en 2010, volvió en los primeros meses del gobierno de facto y apoyó a la presidenta Añez.

En las elecciones municipales de 2021 fue electo alcalde con otra sigla electoral, Súmate, y se distanció de la extrema derecha cruceña, pero se alineó al gobierno de Arce. El exvocero presidencial Richter, uno de los confidentes del Palacio, denunció que esa adhesión implicó que fue beneficiario directo de la tenebrosa Sala Cuarta del TCP, que le absolvió todas sus sentencias penales y anuló procesos pendientes, habilitándolo electoralmente para las elecciones de 2025.

Manfred no es un híbrido ideológicamente; si bien no tiene la lumbrera para explicitar su matriz, es un político pragmático que encubre su identidad política de derecha inclinado a la extrema con un rostro de gestor público y frases que adornan el sentido común popular: “El país está triste porque la situación es crítica, no hay gasolina, no hay dólares, no hay diésel, una situación muy complicada. Pero vamos a salir adelante, yo tengo el modelo, tengo el programa y tengo la solución para el país”.

Es un eterno candidato para el escenario que se presente; puede ser para alcalde, prefecto/gobernador o presidente; cambia de color y sigla partidaria, como cambia la moda verano-invierno, sin pudor. Su discurso es la enunciación pública del “yo” acomodado a la coyuntura.

Olañeta era la manifestación típica del criollaje político, pragmático; su ética era ser fiel a sí mismo mientras se beneficiaba del poder. En cambio, Manfred es la manifestación de la crisis de la derecha; es un comodín que da oxigenación y apoyo que necesitaba y requiere el poder, por ello deambula siempre en los pasillos del oficialismo.

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Evo sí, Eva no

Drina Ergueta

/ 5 de diciembre de 2024 / 06:00

Así es. Una de las últimas encuestas sobre intención de voto realizadas en Bolivia incluye a Evo Morales, que estaría inhabilitado para las elecciones generales de 2025, además de otros postulantes varones y no incluye a ninguna candidata mujer, ni a Eva Copa, actual alcaldesa de El Alto, ni a la economista Amparo Ballivián, ni a la activista feminista María Galindo. Esa puesta en valor de unos en desmedro de otras tiene un nombre: misoginia o machismo.

La encuesta ha dado mucho que hablar en los medios y en las redes, por sus resultados inesperados para algunas personas, pero también porque tiene un aire de independencia, ya que ha sido encargada por Marcelo Claure, un rico empresario boliviano que vive en Estados Unidos y que es muy activo en Bolivia en ámbitos fundamentalmente deportivos. Supuesta independencia porque este personaje no apoya explícitamente a ningún candidato o partido, pero sí que tiene una postura política liberal (o mal llamada libertaria) clara: sus referentes latinoamericanos son Javier Milei y Nayib Bukele, entre otros.

Ni desde esa postura, Claure se acordó de Amparo Ballivián, la primera entre hombres y mujeres en postularse como candidata a la presidencia, de eso ya unos meses, y que hasta ahora ningún partido la ha tomado en cuenta, ni esta encuesta, pese a que tiene grandes números en lo que parte de ellos proclama: la meritocracia. En méritos profesionales de “peso neoliberal” nadie la gana, además de ser carismática, de carácter y, como dicen, “capísima”. Allí quedó, olvidada en un espacio en el que sí aparecen, como leones rugiendo y mostrando cabellera al viento, Manfred Reyes Villa, Samuel Doria Medina y, más pequeñitos, Tuto Quiroga y el hoy preso Luis Fernando Camacho, todos contra el defenestrado, pero muy vigente, Evo Morales.

Territorio de hombres. Evo Morales, en su pugna por la candidatura y por el partido MAS-IPSP con el actual presidente Luis Arce, terminó sin partido y con un fallo judicial en contra que le impide repostularse de por vida. Pero, sorpresa, sigue siendo primero en la encuesta de Claure, primero, pero empatando con Reyes Villa, el ex Bombón, con un 18%. Claure fue criticado por quienes no quieren ver a Morales ni en pintura por incluirlo en la encuesta. Con toda razón, el empresario dijo que dado el peso que tiene no podía dejarlo de incluir, pese a que tenga por ahora prohibida la candidatura.

¿Y por qué no se incluyó a Eva Copa? ¿Acaso no pesa al haber ganado la Alcaldía de El Alto con casi el 70% de los votos en una de las ciudades más pobladas de Bolivia? Aunque sea para demostrar si hoy arrastra o no a multitudes. ¿Que ella aún no tiene partido? ¡Evo tampoco! De hecho, ella está en proceso de recolecta de firmas para su sigla política que se llamará Morena, como el partido que hoy gobierna México, lo que anuncia su tendencia hacia la izquierda. Evo sí, Eva no. ¿No gusta la letra a, por femenina, verdad?

Si no gusta lo femenino, menos lo feminista y peor si es anarquista y lesbiana, caca, y gritona. ¡Dios nos libre! María Galindo coquetea con espacios de poder y tampoco va a por ellos, a los que critica duramente; niega su participación como candidata, pero siempre deja una posibilidad abierta. Ha estado en alguna encuesta anterior con posiciones muy relevantes, lo que muestra que habría gente que votaría por ella. En la encuesta de Claure no aparece.

Hay que recordar que, como todo en la vida, se elige entre las opciones posibles. Son los límites de la libertad; por lo tanto, uno no es tan libre por mucho que elija. Así, si no se toman en cuenta a las mujeres, nadie las vota. Si no aparecen en las encuestas, ni en los medios ni en las redes, no se visibilizan y así se va produciendo un apagón femenino de caras a la toma del poder. No es que ellas no quieran y no se esfuercen, es que en una parte de la población que solo lleva pantalones lo que hace es apartarlas del lugar que merecen y que sí se lo han ganado, con mucho más esfuerzo y con muchos más méritos, eso es seguro.

Las mujeres somos el 50% de la población y merecemos tener una participación y representación, en todos los espacios, en esa misma medida. Hay toda una estructura social montada para que solo estén los hombres, pero las mujeres la vamos deshaciendo, poco a poco, y construyendo otra más justa. Que nadie venga a decir que las mujeres tienen que ganarse el espacio con sus méritos. Sin ser garantía de nada, como los hombres, ellas han hecho más que suficiente para liderar procesos.

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