Están aquí, están de visita
Lucía Sauma, periodista
¿Habrá alguien que no tenga un ser querido fallecido en el que piense todos los días? Si hubiera qué soledad la de esa persona. Qué falta de recuerdos, de cariños, de tristezas compartidas, de intolerancias, de rabietas, qué falta de humanidad, de hechura de ser humano. Es triste. Por eso parece tan difícil que en este día de difuntos hayan personas que están tan solas que no tienen un muerto a quien extrañar. Y qué pena también por los muertos que no tienen quién los extrañe y de esos sí que hay, porque tendemos a olvidar.
Pero volvamos a los muertos que vinieron a visitarnos el 1 de noviembre, que compartieron, bebieron y comieron lo que familiares les prepararon para que sepan que los esperábamos, que somos capaces de quererlos, de seguir queriéndolos aunque ya no los veamos, ni los escuchemos. Sabemos que vinieron porque con cariño los convocamos y sin temor los sabemos presentes a través de pequeñas muestras, el agua que disminuyó en el vaso para que beban porque sabemos que llegan sedientos. La leve ráfaga de aire, el movimiento de las flores, son indicios de su presencia, la puerta que suena en sus goznes sin que nadie la empuje, son las señales o al menos así queremos creer, es parte de la fe que mueve montañas, la misma que trae de vuelta a los muertos cada 1 de noviembre.
¿Por qué no creer? ¿Por qué no esperar? ¿Por qué no despedir? Son expresiones amorosas que nos hacen más humanos, más sensibles, con mejor esencia. ¿Hay alguien que no quiera que lo recuerden? ¿Qué un día muera y muera para siempre? Parece un dejo de amargura el pensar así. Desde esta parte del mundo los muertos queridos están presentes, el Día de Difuntos es una celebración, con panes en forma de wawas, de hombres y mujeres, con caballitos de pan para ir al trote, con escaleras para bajar y subir al cielo, con cañas de azúcar para que sirvan de bastón a quienes nos visitan.
Hay un afán en esperar la visita de los muertos, no hay miedo ni tristeza, todo lo contrario, son ritos de esperanza, por lo menos así es en esta parte del mundo, tan convencida que ellos vendrán, por eso apremia esperarlos. Bienvenidos sean. Disfruten de las ofrendas, son para ustedes. Tenemos muy claro qué les gusta comer y beber, lo dulce y salado. También estamos convencidos que se irán y hay que despedirlos. Gracias por su visita. Váyanse con cuidado, al año estaremos de nuevo esperando.