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Tuesday 12 Nov 2024 | Actualizado a 08:45 AM

De Mafalda a Claudia Sheinbaum

/ 5 de octubre de 2024 / 07:10

Una niña a la que no le gusta la sopa y se resiste a tomarla a pesar de todas las maneras en que su madre trata de convencerla de sus bondades nutritivas, nos enseñó desde relaciones humanas hasta geopolítica a partir del día en que el inmenso Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino) decidiera reconducir el camino de su Mafalda, originalmente creada para una campaña publicitaria de electrodomésticos y luego posicionada para siempre como la voz de la conciencia y el espíritu crítico desde las nimiedades del barrio hasta las grandes tragedias de la guerra y la desolación.

Mafalda es la mujer que desde su lúcida e informada infancia les enseñó a nuestros hijas e hijos a tomarse la vida y sus alrededores con espíritu crítico, lo más lejos posible de la frivolidad y a miles de kilómetros de la adopción de la mediocridad como forma de estar en el mundo. Acaba de cumplir 60 años y resulta un deber y una ritualidad a tomarse en serio leerla y releerla a través de sus conversaciones y reflexiones en voz alta, compartiendo y ventilando sus diferencias con Manolito, el descorazonado amasador de fortuna, hijo del dueño del almacén; Susanita, la conservadora que cree que la vida pasa por casarse, tener hijos y jugar a la felicidad de comer perdices; Felipe, el perfecto mejor amigo dientes de conejo y Libertad, la más pequeña de todas, con el nombre simbólicamente empequeñecido en tantísimas latitudes autoritarias, represivas, racistas y exterminadoras: la Libertad en este mundo es muy chiquita.

Mafalda es una niña. Mafalda es una mujer. Mafalda es un mujerón que nos ilumina con su agudeza, pero fundamentalmente es el personaje femenino que habla a través de un hombre que la dibuja y le pone palabras a sus viñetas con la idea de que la mujer vale por su inteligencia, su autonomía, su independencia laboral, su iniciativa que es profundamente más aguda y multidireccional que la iniciativa masculina. Mafalda, en buenas cuentas, se ha instalado en el imaginario para decirnos, en muchas historietas sin decirlo, que el mundo sería bastante mejor, o probablemente algo menos cruel si estuviera gobernado por ellas en primer lugar y en segunda línea por hombres que las respaldan, las acompañan y tratan de fortalecerlas emocionalmente y no más por los patriarcas de la subestimación y la crueldad, por los machos gobernados por sus apetitos perversos y degradantes, producto del ejercicio del poder político y la invencibilidad económica.

Mafalda, a seis décadas de su nacimiento, es una de las mujeres más influyentes en la historia contemporánea de América Latina y que ha trascendido hacia mundos en los que a fuerza de inventiva y popularidad se ha hecho políglota. Sin Mafalda, muy probablemente, no habríamos tenido posibilidades tan amplias de conversar con las nuestras y nuestros, acerca de la Guerra Fría, la inutilidad de la ONU, la banalidad de pensarse mujer en función de con quién se casa una, o la frialdad que exige la acumulación en la compra venta del mini mercado tan capitalista y exacerbador de ese consumismo que ha construido legiones de idiotas dispuestos a comprar incluso cosas inservibles: Gastar es tan importante como tomar agua. Mafalda nos ha hecho pensar a fondo sobre asuntos que, de tan cotidianos, no sabemos detenernos para conocer el tamaño de su importancia.

Y si de tamaños de las cosas y de los procesos histórico sociales hablamos, en este tiempo de Presidenta y ya no de Presidente, hay que escuchar más de una vez el discurso con el que Claudia Sheinbaum acaba de asumir la presidencia de México —Tomar protesta se dice por allá—, con el que percibimos que hay personas con ciertas cualidades y conocimiento, previos a la demostración de cuánto pueden hacer a partir de esas potencialidades. Sheinbaum hizo un discurso de Estadista con la experiencia que le ha otorgado gobernar su ciudad capital (jefa de Gobierno de Ciudad de México 2018 – 2023), poniendo en evidencia cuánto sabe de tamaños que no tienen que ver con mediciones masculinas, sino acerca de las necesidades y las esperanzas de quienes representa al haber votado por ella, el casi 60 por ciento del electorado.

Como una maquinaria humana que no necesita grandes pausas para saber lo que se debe hacer a continuación con el segundo piso al que sube para continuar la llamada Cuarta Transformación, la multifacética primera mandataria que recibió la posta de Andrés Manuel López Obrador, supo decirnos con claridad didáctica qué dimensiones tiene para ella el Estado mexicano, cuán importantes son los negocios para su país y fundamentalmente en qué horizonte camina el pueblo mexicano que, con sus 71 pueblos indígenas, la recibió en la Plaza del Zócalo con una bienvenida de diversidad originaria profundamente sentida traducida en la entrega de un Bastón de Mando.

“Mujeres de fuego, mujeres de nieve” como canta Silvio Rodríguez es lo que necesita el planeta no solo en calidad, sino en cantidad. Este perro mundo necesita de más Mafaldas y Claudias Sheinbaums para seguir combatiendo a los obsesivos de la miseria humana empecinados en sus obsesiones.

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Algunos entornos del ser

/ 12 de noviembre de 2024 / 06:00

Variaciones del líquido, formas múltiples de la piedra, gestos infinitos del rostro, del asombro, de las sombras. Las puntas diversas de los lápices y las diminutas repeticiones irrepetibles de las hojas lobuladas, ovadas, sagitadas. Todos los blancos de la nieve extendida y todas las transparencias de la nieve derretida. Las palabras distintas impresas en El Quijote y los puntos abigarrados flotando en la cabeza de Seurat. Los sabores posibles de las posibles combinaciones de un ají con otro ají y de este último con una especia y de esta con un mineral y de este con las papilas de una persona ya producto de otra combinación producida en un antiguo lecho o en el lecho de un río que tuvo antes agua y hoy es tan solo estío y polvo y otro olvido como tantos otros, multiplicados a propósito. Oraciones, miles de oraciones, a santos y a vírgenes y a las montañas y al trueno. Los sonidos del trueno, nunca iguales, nunca predecibles. Las luces del relámpago, las texturas de la madera, los aromas de la tierra mojada, de los libros viejos, de la ropa guardada, de los callejones antiguos por la noche, de las personas que se van sin hacer ruido, al alba, de las cáscaras de todos los limones, habidos y por haber, de las procesiones modestas en semana santa, en un pueblo cubierto por el agua hasta que la muerte le separe, de este mundo.

Las guaridas, diversas, escondidas, camufladas, refugio, hogar, morada última, un lar, un lugar de paso fugaz, un hueco de tres metros de profundidad. El hoyo de Sadam, el nido de un águila, el misterioso depósito en el que guarda todos los dientes el ratón Pérez, las caletas de las truchas pintadas, la pequeña habitación en la que vive la bacinica de plata del Papa pop, el cajón de las llaves sin destino. La gruta de Lourdes, la de la virgen del cerro del Tepeyac, la cueva de Ali Babá, la bóveda de los bancos asaltados, por dentro y sin violencia.

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Los millones de hilos que tejen las vestiduras del planeta, las tramas, las urdimbres, las enredaderas que forman signos insonoros, ángeles, monstruos, nombres, fechas, mandalas, aves, astros, territorios en barbecho, las flores inodoras, las del bien y las del mal. Tejidos sobrevivientes a las calamidades, a los fuegos del hombre, a los desastres programados, tejidos que fueron luego textura y luego texto. Narraciones de la vida y de la muerte, diversas, recurrentes, adoptadas unas veces como verdades escritas en la roca inalterable y otras, como ficciones estampadas en la piel de los escurridizos peces en medio de una tormenta tropical. Narraciones de las diosas y de los héroes y de los villanos, de los ladrones y de las gentes bondadosas, de los universos fantásticos en los que hablan los conejos y se sublevan los corderos, en los que las serpientes dan consejos mientras cantan una canción de cuna a quien mece la cuna para no mancharse con las muertes blancas. Narraciones para el acomodo de los monarcas en los palacios, de todos los tiempos, esos de las princesas cautivas y los otros, de los caudillos temerosos. Narraciones para asustar, asombrar, amar, dormir y finalmente, repetir.

Lo desconocido, lo que no tiene nombre, los sonidos que andan por ahí, en forma intraducida de onda, seres invisibles, las historias incontables, las lenguas todavía no inventadas, los extraños colores de la furia, los dolores inexplicables, la luz de las estrellas muertas, los seres malvenidos, la sublimación y la descarga de las emociones, la música bailable de los delfines, el tiempo que separa al planeta azul de otro habitado por seres infinitamente inferiores en maldad. La materia, ni oscura ni clara, el número, porcentualmente hablando, de lo ignorado, que cabalmente, mantiene a las personas, no a todas, y a los personajes, preguntando, esto es, viviendo.

Óscar García es compositor y escritor.

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Homo ludens

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:02

Posiblemente el autor que más ha teorizado sobre el juego haya sido el holandés Johan Huizinga en su hermoso texto titulado homo ludens. Basta con leer el nombre que eligió Huizinga para comprender que además de homo sapiens u homo faber somos homo ludens.  Para el pensador neerlandés el juego es uno de los formantes centrales de toda cultura, y una de las matrices necesarias para comprender los elementos constitutivos de una cultura. El juego para Huizinga presenta una aparente contradicción, pues si bien es una actividad libre, ésta solo se desarrolla en los márgenes de un orden absoluto y propio, que le da sentido al juego.

El juego ha sido el modelo sobre el cual se han levantado muchas intuiciones teóricas. Por ejemplo, se dice que Ludwig Wittgenstein tuvo una revelación un día que miró, de paso, un partido de fútbol. Así como un grupo de personas juegan al fútbol con un conjunto de reglas y de significaciones, de la misma manera los seres humanos juegan con las palabras, pensó Wittgenstein.

Para el filósofo austriaco, en el lenguaje hay múltiples juegos, cada uno de ellos contiene reglas, expresiones y giros gramaticales que le son propios y que, en consecuencia, suponen una historia detrás. Extrapolar una expresión fuera del juego de lenguaje al que pertenece puede generar descontextualizaciones, problemas y confusiones complejas, por lo que es necesario comprender las condiciones objetivas y subjetivas del juego.

El filósofo inglés y profesor de la Universidad de Oxford, John L. Austin, acuñó la categoría de expresiones realizativas para caracterizar a las que se llevan a cabo, por ejemplo, en el desarrollo de un juego. A la vez planteó algunas condiciones, como la existencia de un procedimiento convencional aceptado que suponga la emisión de ciertas palabras, que éstas sean las apropiadas en cierto momento para recurrir al procedimiento convencional, que este procedimiento sea llevado a cabo por todos los participantes, que en el momento de utilizar las palabras las mismas sean un reflejo de los pensamientos o sentimientos que los actores en el juego estén dispuestos a cumplir. Así cuando alguien juega con palabras como te apuesto a que este gobierno no llega a fin de año, debe existir realmente una situación apropiada en la que esta apuesta sea válida, si el gobierno respecto al cual se apuesta no tiene problemas que comprometan su continuidad la apuesta no sería una expresión realizativa, en cambio, si en verdad los problemas son complejos se habilita la posibilidad de la apuesta, a ésta debe seguir un conjunto de personas dispuestas a jugar el juego y a pagar la apuesta en el caso en que el gobierno en cuestión llegue o no a fin de año.  

Analizar lo que está detrás de un simple juego nos permite comprender que en determinadas situaciones hay mucho más que solo distracción o entretenimiento.

Farit Rojas T. es abogado y filósofo.

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Cuba, a pesar del odio

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:00

Un día de 1919, le preguntaron al entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson si había algo más efectivo que una guerra para someter a un país, y éste respondió: “Sí, hay algo más tremendo que la guerra: un aislamiento absoluto, que hace entrar en razón a una nación, del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar. Apliquen este remedio económico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada y ejerce una presión que ningún país podrá resistir”.

Él la llamó “The economic weapon” (el arma económica) que fue empleada con éxito durante la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania, Austria, Hungría y Turquía, donde miles de personas murieron de hambre y enfermedades por el bloqueo económico que interrumpió el flujo de mercancías, energía y alimentos. Una poderosa arma que Estados Unidos usa contra Cuba desde 1960 y que durante la pandemia de Covid-19 fue reforzada para dar la estocada final a este país, que no sólo resistió la nueva embestida, sino que dio una lección al planeta de cómo enfrentar una epidemia con inteligencia, audacia y recursos científicos propios. Una historia que, si no nos los cuenta el propio presidente cubano, Miguel Díaz Canel, nunca nos habríamos enterado.

En una entrevista que le dio al escritor y periodista Ignacio Ramonet, en mayo de este año, le contó: “Empezaban las primeras noticias del Covid-19, no había ningún caso en Cuba todavía —estamos hablando de enero de 2020—, y Raúl Castro nos dijo: hay que estudiar de inmediato lo que está pasando en el mundo y preparar un plan nacional de enfrentamiento a la epidemia… que asumiéramos un plan-país que nos permitiera adelantarnos, prepararnos antes de que llegara el primer caso. Eso significó capacitación de nuestro personal en las experiencias que había en el mundo, estudiar la enfermedad…

“De inmediato mandamos brigadas médicas cubanas a más de 46 países, donde estaba el epicentro de la enfermedad. Eso nos permitió apoyar a esos pueblos, pero aprendimos también. Cada vez que una brigada regresaba, nos reuníamos con ellos y nos aportaban todas esas experiencias, y las íbamos incorporando al plan… con la red de laboratorios de investigaciones de biología molecular, procesamos las muestras… muchas de estas enfermedades hay que enfrentarlas también con una lógica epidemiológica: cómo se corta la transmisión, cómo se evita…

“La articulación del sistema de salud con la agencia reguladora cubana de medicamentos y con la industria biofarmacéutica, acortó los plazos de ensayos clínicos y de generación de nuevos medicamentos… Sistematizamos un encuentro con los científicos y las instituciones que trabajaban en el Covid-19 y de ahí salió todo un grupo de investigaciones científicas. Aquí hubo un programa de más de mil investigaciones y evaluación de resultados de las mismas. De ahí salió la generación de nuestras vacunas… hoy tres son vacunas bien probadas en eficiencia y en eficacia; otras dos siguen en ensayos clínicos. Compartimos y transferimos esa tecnología a otros países…

“Es tener la capacidad de hacer tus vacunas, pero también la capacidad de enfrentar una campaña de vacunación masiva en poco tiempo. Aplicamos 40 millones de dosis en menos de dos años. Cuando teníamos vacunada a más de 60 por ciento de la población con una sola dosis, bajó el pico pandémico…Además de usar los PCR, llegamos a diseñar mecanismos propios de diagnóstico y pudimos compartir con el mundo los estudios de las secuelas que deja el Covid-19”.

Díaz Canel dijo también que, a pesar del bloqueo económico, el gobierno cubano e instituciones norteamericanas trabajan actualmente en una vacuna contra el cáncer pulmonar y en el perfeccionamiento de un tratamiento contra la úlcera del pie diabético con un medicamento cubano llamado Heberprot-P, que evita la amputación. También en una vacuna contra el dengue.

El desarrollo de la biotecnología cubana no es nuevo. Ya desde 1979 creó la vacuna contra la meningitis B y C y fue el primer país del orbe en eliminar la trasmisión de madre a hijo de VIH y sífilis, y el segundo en eliminar la poliomielitis.

Así, cuando alguien nos diga que vamos a convertirnos en otra Cuba, respondamos a coro: ojalá, ojalá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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‘El Valor Perdido’

Sergio J. Pérez Paredes

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:58

El dinero, en su esencia, ha sido mucho más que un papel de intercambio. Representa el esfuerzo, el sacrificio y los sueños de generaciones. Pero, ¿qué ocurre cuando ese símbolo, la “plata” de todos los días, empieza a perder su valor? Bolivia enfrenta una realidad en la que el dinero, golpeado por la inflación y el desequilibrio económico, ya no parece ser la misma promesa de estabilidad y bienestar que alguna vez fue.

Hoy, la inflación no es solo una estadística, es un golpe directo al bolsillo, un enemigo silencioso que desmorona la confianza de la gente. Cuando los precios suben y el salario se queda atrás, la vida misma se hace más dura. Lo que antes alcanzaba, ahora no llega. Bolivia, como muchos países, experimenta cómo ese valor simbólico del dinero se diluye ante decisiones económicas erráticas y la falta de previsión.

Revise: Corrupción en la justicia boliviana

Por años, el país ha mantenido un gasto público desmedido, sin una base de ingresos suficiente para sostenerlo. La deuda externa aumenta, mientras el sistema económico depende excesivamente de los recursos naturales, como el gas y los minerales. En un mundo tan cambiante, ¿cómo puede Bolivia seguir apoyándose en un modelo tan frágil? Las promesas de riqueza nacional se han visto, una y otra vez, frustradas por la realidad de un país que no ha logrado diversificar sus ingresos ni crear una economía capaz de resistir las tormentas globales.

La pérdida de valor del dinero no solo afecta a los bolsillos, sino también a la identidad de una nación. En una economía que no puede sostener su propia moneda, la confianza se tambalea. Esa confianza, construida a lo largo de generaciones, ahora peligra. La inflación, la falta de visión económica y la gestión ineficiente minan la credibilidad de Bolivia y afectan el espíritu de su gente. El dinero, símbolo de progreso y prosperidad, comienza a convertirse en una carga vacía.

Pero Bolivia tiene algo poderoso: la capacidad de cambiar su rumbo. La riqueza natural del país, el ingenio de su gente, y la conciencia de su juventud pueden ser las claves para reconstruir un modelo económico sólido. Más allá de simples ajustes, Bolivia necesita una reforma profunda: reducir la dependencia del Estado de los recursos naturales, apostar por sectores productivos y generar empleos dignos que fortalezcan el tejido social. Sin esta transformación, la plata seguirá perdiendo su esencia, dejando a Bolivia atrapada en un ciclo sin fin.

Es tiempo de que Bolivia recupere el valor perdido de su moneda. Pero no será solo una cuestión de economía; será un acto de recuperar la confianza y la dignidad de su gente. En una sociedad donde el dinero debe ser mucho más que un símbolo vacío, el desafío es redescubrir su verdadero significado. No es solo un medio para comprar o pagar; es el reflejo de un país que puede soñar con un futuro mejor, de una comunidad que quiere avanzar sin ser esclava de sus propios errores.

El valor de la “plata” en Bolivia debe ser más que un número. Debe volver a ser una promesa, un compromiso con el bienestar de cada ciudadano. Bolivia necesita, con urgencia, una economía que refleje la esperanza de su gente y que ponga en marcha un modelo inclusivo y sostenible. Así, el dinero volverá a ser el símbolo de progreso que todos esperan, la herramienta con la que construir una nación fuerte y resiliente.

Esta crisis, más que un final, es una oportunidad para que Bolivia reescriba su destino económico. Y en ese camino, el verdadero valor del dinero, el verdadero poder de la “plata”, estará en su capacidad para representar un futuro digno y próspero para todos los bolivianos.

(*) Sergio J. Pérez Paredes es historiador

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¿Derrota?

Julieta Paredes Carvajal

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:46

Las últimas luchas llevadas adelante por una parte importante de nuestro pueblo son interpretadas, principalmente por la derecha y por el gobierno, como una derrota de las hermanas y hermanos que mantuvieron los puntos de bloqueo y que sufrieron la represión fascista del gobierno, la policía y los militares..

Cuando se lucha nunca se pierde, es así que como pueblos caminamos desde la invasión colonial, luchando en la resistencia y en la persistencia de la defensa de la madre tierra de nuestras vidas y nuestros territorios. En ese sentido, desde que instauramos la experiencia del proceso de cambios revolucionarios, es un camino rico de experiencias y profundización de los contenidos y objetivos del país y el territorio que queremos construir. Propuestas como del Suma Qhamaña, Sumak Kausay, Ñandereko o del Pachakuti son conceptos que generaron y acompañaron el fortalecimiento político de nuestros pueblos, hoy nadie nos pisa, ni el poncho ni la pollera sin recibir respuesta.

Lea: Recuperar la memoria

Con la toma del gobierno el año 2006, se marca la vida en Bolivia en un antes y un después, donde los pueblos originarios lanzaron esperanzas en nuestra historia usando el instrumento político de las organizaciones sociales MAS-IPSP y ganando elecciones, dentro de una democracia burguesa y con un Estado patriarcal, que es colonizador y capitalista, que estaba vivo, y que no iba a ceder ninguno de sus mecanismos instaurados hace más de 500 años. Sin duda que fue el capitalismo neoliberal y los partidos de derecha los que sufrieron una crisis a causa de las medidas que el gobierno del proceso de cambio implementó, como la llamada nacionalización de los hidrocarburos y la presencia de hermanas y hermanos indígenas originarios campesinos en el gobierno junto al hermano Evo Morales Ayma. Pero la estructura del poder mismo dentro del Estado Plurinacional, estaba firme y con ganas de devorar entre sus fauces el esperanzador proceso de cambios revolucionarios del pueblo boliviano. Pero también, el imaginario del Estado Patriarcal colonizador y burgués en las mentes de hombres y mujeres de las organizaciones sociales, seguía siendo una posibilidad para sus propias vidas cotidianas. Entendemos todo esto como un proceso de cambios revolucionarios que estaba en marcha.

Entonces, ¿cuál derrota, hermanas y hermanos, cuando venimos de una grandiosa marcha que llega a La Paz y se demuestra que no somos golpistas? ¿Cuál derrota de bloqueos que se sostuvieron por el compromiso de hermanas y hermanos donde se discutió qué hacer con nuestro proceso, incluidos temas de la vida cotidiana y la sexualidad? ¿Cuál derrota, si este momento del proceso de cambios es reprimido por las fuerzas del Estado Patriarcal colonizador, capitalista y el resucitado neoliberalismo? ¿Cuál derrota, si la novedad de la represión es que los “izquierdistas” y pititas efectivizaron una santa alianza fascista y dictatorial? Nada que ver. Duele, pero no es una derrota.

Ciertamente se tuvo que dar un paso atrás, y revisar cómo se trabaja las alianzas entre quechuas, aimaras y guaraníes, tanto de las ciudades como del área rural. También cómo se efectiviza la despatriarcalización de nuestras organizaciones sociales, donde las mujeres tenemos que hacernos crítica y autocritica y dejar de ser floreros y solo jallallear. Es asumir nuestro lugar de la mitad revolucionaria de nuestro pueblo.

(*) Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria

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