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Monday 11 Nov 2024 | Actualizado a 13:49 PM

‘Pasó lo que tenía que pasar’

Rubén Atahuichi

Por Rubén Atahuichi

/ 9 de octubre de 2024 / 06:00

Pasó lo que tenía que pasar”, contó ayer una joven que denunció acoso y abuso de poder de parte del presidente Luis Arce. La mujer estaba acompañada del diputado evista Héctor Arce, quien —con su impronta altisonante en la disputa del Movimiento Al Socialismo (MAS)— suele encargarse de denunciar al mandatario, los hijos de éste, los ministros y colegas suyos respecto de casos de corrupción.

Se trata del último capítulo de esta puesta en escena, parecida a un reality, sobre —quizás— la pelea más encarnizada y miserable en un partido política cuya trascendencia histórica va reduciéndose al descrédito absoluto en desmedro de un proceso que cambió la historia del país y movilizó a sectores mayoritarios antes minoritarios.

Todo comenzó en septiembre de 2022, cuando el líder del MAS, Evo Morales, denunció un “plan negro” en su contra. O, como dijo el presidente Luis Arce, “muy temprano”, en 2021.

Arce llegó al poder arropado desde el exilio por Morales, quien, como suele actuar, sobrepasó la decisión del cabildo del MAS de Huanuni, que a inicios de enero de 2020 se decantó por el binomio David Choquehuanca-Andrónico Rodríguez.

Quién iba a pensar que la apuesta de Morales iba a resultar su peor enemigo político, a juzgar por la inmisericorde confrontación interna, al punto de calificar al gobierno de “dictadura” y a los militantes evistas de “golpistas”.

Esto ya está descontrolado. Por más azorados que veamos cómo los masistas van sacando sus trapitos al sol día a día, mañana aparecerá otro escándalo que ya no causará sorpresa.

El MAS ha perdido el rumbo. Aquel partido que en 2005 fue la sensación electoral por su propuesta de país, su identidad con lo nacional-popular y la reivindicación de los pueblos indígena originario campesinos, hoy es un remedo de su historia.

Esta situación de degradación política ha resignado la retroalimentación interna, ha ultrajado la consecuencia, ha devaluado el discurso, ha degenerado el debate ideológico, ha desinstitucionalizado al país y ha desordenado la democracia. Ha tocado lo más sagrado de la vida: la privacidad de las personas y los derechos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes, cuyos nombres incluso afloran en la lucha de quien es más sobre el otro.

Incluso ha desahuciado su propia existencia. Al zafar el artículo 13 de su estatuto, que obliga la coordinación de la dirección nacional con las organizaciones matrices (campesinos, Bartolina Sisa e interculturales) para la convocatoria de su congreso. Así, no por el interés de uno sino de ambas facciones, se encamina a su autoproscripción.

Y lo más importante, ha desportillado su visión de país, esa construcción de años de lucha sociales: la consolidación del Estado Plurinacional.

Las consecuencias parecen lógicas: el desencanto de su militancia, la desacreditación de su proyecto política y la entrega en bandeja de oro las opciones electorales a la oposición real.

Esto último es más posible que nunca. Con razón han caído desde su mirada de palco Carlos Mesa y Jorge Quiroga, con su visita a Luis Fernando Camacho en la cárcel, o la reaparición en la arena política de Samuel Doria Medina. Y comienzan a reproducirse en busca de “unidad” en torno a uno y todos a la vez, y un electorado “antimasista”, sin importar quien sea elegido. En suma, la reactivación de aquella megacoalición que fue enterrada por la irrupción nacional-popular.

Aquel día, que podría ser el 17 de agosto de 2025, esa militancia se encontrará con una realidad distinta a la de 2005. “Pasó lo que tenía que pasar”, será quizás la frase de resignación.

Rubén Atahuichi
es periodista.

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Homo ludens

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:02

Posiblemente el autor que más ha teorizado sobre el juego haya sido el holandés Johan Huizinga en su hermoso texto titulado homo ludens. Basta con leer el nombre que eligió Huizinga para comprender que además de homo sapiens u homo faber somos homo ludens.  Para el pensador neerlandés el juego es uno de los formantes centrales de toda cultura, y una de las matrices necesarias para comprender los elementos constitutivos de una cultura. El juego para Huizinga presenta una aparente contradicción, pues si bien es una actividad libre, ésta solo se desarrolla en los márgenes de un orden absoluto y propio, que le da sentido al juego.

El juego ha sido el modelo sobre el cual se han levantado muchas intuiciones teóricas. Por ejemplo, se dice que Ludwig Wittgenstein tuvo una revelación un día que miró, de paso, un partido de fútbol. Así como un grupo de personas juegan al fútbol con un conjunto de reglas y de significaciones, de la misma manera los seres humanos juegan con las palabras, pensó Wittgenstein.

Para el filósofo austriaco, en el lenguaje hay múltiples juegos, cada uno de ellos contiene reglas, expresiones y giros gramaticales que le son propios y que, en consecuencia, suponen una historia detrás. Extrapolar una expresión fuera del juego de lenguaje al que pertenece puede generar descontextualizaciones, problemas y confusiones complejas, por lo que es necesario comprender las condiciones objetivas y subjetivas del juego.

El filósofo inglés y profesor de la Universidad de Oxford, John L. Austin, acuñó la categoría de expresiones realizativas para caracterizar a las que se llevan a cabo, por ejemplo, en el desarrollo de un juego. A la vez planteó algunas condiciones, como la existencia de un procedimiento convencional aceptado que suponga la emisión de ciertas palabras, que éstas sean las apropiadas en cierto momento para recurrir al procedimiento convencional, que este procedimiento sea llevado a cabo por todos los participantes, que en el momento de utilizar las palabras las mismas sean un reflejo de los pensamientos o sentimientos que los actores en el juego estén dispuestos a cumplir. Así cuando alguien juega con palabras como te apuesto a que este gobierno no llega a fin de año, debe existir realmente una situación apropiada en la que esta apuesta sea válida, si el gobierno respecto al cual se apuesta no tiene problemas que comprometan su continuidad la apuesta no sería una expresión realizativa, en cambio, si en verdad los problemas son complejos se habilita la posibilidad de la apuesta, a ésta debe seguir un conjunto de personas dispuestas a jugar el juego y a pagar la apuesta en el caso en que el gobierno en cuestión llegue o no a fin de año.  

Analizar lo que está detrás de un simple juego nos permite comprender que en determinadas situaciones hay mucho más que solo distracción o entretenimiento.

Farit Rojas T. es abogado y filósofo.

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Cuba, a pesar del odio

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:00

Un día de 1919, le preguntaron al entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson si había algo más efectivo que una guerra para someter a un país, y éste respondió: “Sí, hay algo más tremendo que la guerra: un aislamiento absoluto, que hace entrar en razón a una nación, del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar. Apliquen este remedio económico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada y ejerce una presión que ningún país podrá resistir”.

Él la llamó “The economic weapon” (el arma económica) que fue empleada con éxito durante la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania, Austria, Hungría y Turquía, donde miles de personas murieron de hambre y enfermedades por el bloqueo económico que interrumpió el flujo de mercancías, energía y alimentos. Una poderosa arma que Estados Unidos usa contra Cuba desde 1960 y que durante la pandemia de Covid-19 fue reforzada para dar la estocada final a este país, que no sólo resistió la nueva embestida, sino que dio una lección al planeta de cómo enfrentar una epidemia con inteligencia, audacia y recursos científicos propios. Una historia que, si no nos los cuenta el propio presidente cubano, Miguel Díaz Canel, nunca nos habríamos enterado.

En una entrevista que le dio al escritor y periodista Ignacio Ramonet, en mayo de este año, le contó: “Empezaban las primeras noticias del Covid-19, no había ningún caso en Cuba todavía —estamos hablando de enero de 2020—, y Raúl Castro nos dijo: hay que estudiar de inmediato lo que está pasando en el mundo y preparar un plan nacional de enfrentamiento a la epidemia… que asumiéramos un plan-país que nos permitiera adelantarnos, prepararnos antes de que llegara el primer caso. Eso significó capacitación de nuestro personal en las experiencias que había en el mundo, estudiar la enfermedad…

“De inmediato mandamos brigadas médicas cubanas a más de 46 países, donde estaba el epicentro de la enfermedad. Eso nos permitió apoyar a esos pueblos, pero aprendimos también. Cada vez que una brigada regresaba, nos reuníamos con ellos y nos aportaban todas esas experiencias, y las íbamos incorporando al plan… con la red de laboratorios de investigaciones de biología molecular, procesamos las muestras… muchas de estas enfermedades hay que enfrentarlas también con una lógica epidemiológica: cómo se corta la transmisión, cómo se evita…

“La articulación del sistema de salud con la agencia reguladora cubana de medicamentos y con la industria biofarmacéutica, acortó los plazos de ensayos clínicos y de generación de nuevos medicamentos… Sistematizamos un encuentro con los científicos y las instituciones que trabajaban en el Covid-19 y de ahí salió todo un grupo de investigaciones científicas. Aquí hubo un programa de más de mil investigaciones y evaluación de resultados de las mismas. De ahí salió la generación de nuestras vacunas… hoy tres son vacunas bien probadas en eficiencia y en eficacia; otras dos siguen en ensayos clínicos. Compartimos y transferimos esa tecnología a otros países…

“Es tener la capacidad de hacer tus vacunas, pero también la capacidad de enfrentar una campaña de vacunación masiva en poco tiempo. Aplicamos 40 millones de dosis en menos de dos años. Cuando teníamos vacunada a más de 60 por ciento de la población con una sola dosis, bajó el pico pandémico…Además de usar los PCR, llegamos a diseñar mecanismos propios de diagnóstico y pudimos compartir con el mundo los estudios de las secuelas que deja el Covid-19”.

Díaz Canel dijo también que, a pesar del bloqueo económico, el gobierno cubano e instituciones norteamericanas trabajan actualmente en una vacuna contra el cáncer pulmonar y en el perfeccionamiento de un tratamiento contra la úlcera del pie diabético con un medicamento cubano llamado Heberprot-P, que evita la amputación. También en una vacuna contra el dengue.

El desarrollo de la biotecnología cubana no es nuevo. Ya desde 1979 creó la vacuna contra la meningitis B y C y fue el primer país del orbe en eliminar la trasmisión de madre a hijo de VIH y sífilis, y el segundo en eliminar la poliomielitis.

Así, cuando alguien nos diga que vamos a convertirnos en otra Cuba, respondamos a coro: ojalá, ojalá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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‘El Valor Perdido’

Sergio J. Pérez Paredes

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:58

El dinero, en su esencia, ha sido mucho más que un papel de intercambio. Representa el esfuerzo, el sacrificio y los sueños de generaciones. Pero, ¿qué ocurre cuando ese símbolo, la “plata” de todos los días, empieza a perder su valor? Bolivia enfrenta una realidad en la que el dinero, golpeado por la inflación y el desequilibrio económico, ya no parece ser la misma promesa de estabilidad y bienestar que alguna vez fue.

Hoy, la inflación no es solo una estadística, es un golpe directo al bolsillo, un enemigo silencioso que desmorona la confianza de la gente. Cuando los precios suben y el salario se queda atrás, la vida misma se hace más dura. Lo que antes alcanzaba, ahora no llega. Bolivia, como muchos países, experimenta cómo ese valor simbólico del dinero se diluye ante decisiones económicas erráticas y la falta de previsión.

Revise: Corrupción en la justicia boliviana

Por años, el país ha mantenido un gasto público desmedido, sin una base de ingresos suficiente para sostenerlo. La deuda externa aumenta, mientras el sistema económico depende excesivamente de los recursos naturales, como el gas y los minerales. En un mundo tan cambiante, ¿cómo puede Bolivia seguir apoyándose en un modelo tan frágil? Las promesas de riqueza nacional se han visto, una y otra vez, frustradas por la realidad de un país que no ha logrado diversificar sus ingresos ni crear una economía capaz de resistir las tormentas globales.

La pérdida de valor del dinero no solo afecta a los bolsillos, sino también a la identidad de una nación. En una economía que no puede sostener su propia moneda, la confianza se tambalea. Esa confianza, construida a lo largo de generaciones, ahora peligra. La inflación, la falta de visión económica y la gestión ineficiente minan la credibilidad de Bolivia y afectan el espíritu de su gente. El dinero, símbolo de progreso y prosperidad, comienza a convertirse en una carga vacía.

Pero Bolivia tiene algo poderoso: la capacidad de cambiar su rumbo. La riqueza natural del país, el ingenio de su gente, y la conciencia de su juventud pueden ser las claves para reconstruir un modelo económico sólido. Más allá de simples ajustes, Bolivia necesita una reforma profunda: reducir la dependencia del Estado de los recursos naturales, apostar por sectores productivos y generar empleos dignos que fortalezcan el tejido social. Sin esta transformación, la plata seguirá perdiendo su esencia, dejando a Bolivia atrapada en un ciclo sin fin.

Es tiempo de que Bolivia recupere el valor perdido de su moneda. Pero no será solo una cuestión de economía; será un acto de recuperar la confianza y la dignidad de su gente. En una sociedad donde el dinero debe ser mucho más que un símbolo vacío, el desafío es redescubrir su verdadero significado. No es solo un medio para comprar o pagar; es el reflejo de un país que puede soñar con un futuro mejor, de una comunidad que quiere avanzar sin ser esclava de sus propios errores.

El valor de la “plata” en Bolivia debe ser más que un número. Debe volver a ser una promesa, un compromiso con el bienestar de cada ciudadano. Bolivia necesita, con urgencia, una economía que refleje la esperanza de su gente y que ponga en marcha un modelo inclusivo y sostenible. Así, el dinero volverá a ser el símbolo de progreso que todos esperan, la herramienta con la que construir una nación fuerte y resiliente.

Esta crisis, más que un final, es una oportunidad para que Bolivia reescriba su destino económico. Y en ese camino, el verdadero valor del dinero, el verdadero poder de la “plata”, estará en su capacidad para representar un futuro digno y próspero para todos los bolivianos.

(*) Sergio J. Pérez Paredes es historiador

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¿Derrota?

Julieta Paredes Carvajal

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:46

Las últimas luchas llevadas adelante por una parte importante de nuestro pueblo son interpretadas, principalmente por la derecha y por el gobierno, como una derrota de las hermanas y hermanos que mantuvieron los puntos de bloqueo y que sufrieron la represión fascista del gobierno, la policía y los militares..

Cuando se lucha nunca se pierde, es así que como pueblos caminamos desde la invasión colonial, luchando en la resistencia y en la persistencia de la defensa de la madre tierra de nuestras vidas y nuestros territorios. En ese sentido, desde que instauramos la experiencia del proceso de cambios revolucionarios, es un camino rico de experiencias y profundización de los contenidos y objetivos del país y el territorio que queremos construir. Propuestas como del Suma Qhamaña, Sumak Kausay, Ñandereko o del Pachakuti son conceptos que generaron y acompañaron el fortalecimiento político de nuestros pueblos, hoy nadie nos pisa, ni el poncho ni la pollera sin recibir respuesta.

Lea: Recuperar la memoria

Con la toma del gobierno el año 2006, se marca la vida en Bolivia en un antes y un después, donde los pueblos originarios lanzaron esperanzas en nuestra historia usando el instrumento político de las organizaciones sociales MAS-IPSP y ganando elecciones, dentro de una democracia burguesa y con un Estado patriarcal, que es colonizador y capitalista, que estaba vivo, y que no iba a ceder ninguno de sus mecanismos instaurados hace más de 500 años. Sin duda que fue el capitalismo neoliberal y los partidos de derecha los que sufrieron una crisis a causa de las medidas que el gobierno del proceso de cambio implementó, como la llamada nacionalización de los hidrocarburos y la presencia de hermanas y hermanos indígenas originarios campesinos en el gobierno junto al hermano Evo Morales Ayma. Pero la estructura del poder mismo dentro del Estado Plurinacional, estaba firme y con ganas de devorar entre sus fauces el esperanzador proceso de cambios revolucionarios del pueblo boliviano. Pero también, el imaginario del Estado Patriarcal colonizador y burgués en las mentes de hombres y mujeres de las organizaciones sociales, seguía siendo una posibilidad para sus propias vidas cotidianas. Entendemos todo esto como un proceso de cambios revolucionarios que estaba en marcha.

Entonces, ¿cuál derrota, hermanas y hermanos, cuando venimos de una grandiosa marcha que llega a La Paz y se demuestra que no somos golpistas? ¿Cuál derrota de bloqueos que se sostuvieron por el compromiso de hermanas y hermanos donde se discutió qué hacer con nuestro proceso, incluidos temas de la vida cotidiana y la sexualidad? ¿Cuál derrota, si este momento del proceso de cambios es reprimido por las fuerzas del Estado Patriarcal colonizador, capitalista y el resucitado neoliberalismo? ¿Cuál derrota, si la novedad de la represión es que los “izquierdistas” y pititas efectivizaron una santa alianza fascista y dictatorial? Nada que ver. Duele, pero no es una derrota.

Ciertamente se tuvo que dar un paso atrás, y revisar cómo se trabaja las alianzas entre quechuas, aimaras y guaraníes, tanto de las ciudades como del área rural. También cómo se efectiviza la despatriarcalización de nuestras organizaciones sociales, donde las mujeres tenemos que hacernos crítica y autocritica y dejar de ser floreros y solo jallallear. Es asumir nuestro lugar de la mitad revolucionaria de nuestro pueblo.

(*) Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria

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Datos que (no) gustan

José Luis Exeni Rodríguez

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:40

En diciembre de 2020, pocas semanas después de la posesión del electo presidente Arce, el estudio Delphi de la Fundación Friedrich Ebert (FES Bolivia) expresaba optimismo entre los liderazgos consultados: casi la mitad decía que el país iba por buen camino, solo un tercio percibía mal camino y el resto no sabía. Cuatro años después, los datos son terribles: el 88% siente que vamos por mal camino. Estamos casi igual que en los últimos meses del funesto régimen inconstitucional de Áñez.

Al igual que las instituciones, las percepciones importan. Y cambian en el tiempo. Son fotografías de un momento determinado, que pueden ser comparables. La fotografía Delphi más reciente (octubre), en sintonía con encuestas de opinión pública, muestra la sensación mayoritaria de que la situación política y económica es mala o muy mala. Y que en los próximos meses va a empeorar. Hay pesimismo asociado a una gran preocupación por factores económicos y vientos de conflictividad.

Vea: ¿42 años no es nada?

Los datos, como las palabras, pueden o no gustar. Depende de lo que digan. Hasta principios de 2023, las percepciones eran buenas y hasta favorables. Y el oficialismo las celebraba y exhibía: “así se gobierna, neoliberales”. Desde hace casi dos años, los datos son críticos para la gestión de gobierno y sobre los temas que preocupan. Hoy las oposiciones los usan con aires de profetas del colapso: “siempre lo dije”. Los porcentajes no saben para quién trabajan.

Sigamos con la última Delphi. A la sensación de crisis político-institucional y económica, se suma una muy elevada y persistente desconfianza institucional. Casi ninguna entidad del Estado queda en pie (excepto, con valoración regular, el TSE y la Defensoría del Pueblo). La evaluación es más/menos negativa para todas las autoridades y líderes políticos. Y la impresión mayoritaria sobre el futuro es de incertidumbre, seguida de rabia. Los sentires cuentan.

Más percepciones:  se desaprueba la gestión presidencial; la candidatura de Evo es lo que más polariza; el MAS-IPSP en implosión; una oposición fragmentada, con pésimo desempeño; el TCP como grosero suprapoder; probable crisis de gobernabilidad; difícil aprobación de créditos en la ALP; desacuerdo con la renuncia de Arce y el adelanto de elecciones; la inflación afecta cada vez más, con riesgo de escasez; se insinúan cambios progresivos en el modelo económico; los medios son promotores de enfrentamiento…

Danza de datos. ¿Para qué sirven? Para examinarlos, como una fotografía. Y mirarnos, como ante un espejo. Para conservarlos, como una carta. Hasta que se abren, como un libro, recordándonos historias que (no) nos gustan.

FadoCracia caminera

1. Entre otros efectos, el reciente bloqueo de caminos trajo consigo un fortísimo sentido común del antibloqueo. 2. Había que ver la cantidad de analistas y periodistas, todos in-de-pen-dientes, exigiendo el uso de la fuerza pública contra los bloqueadores (donde dice “haga algo”, léase reprima con estado de sitio). 3. Junto con las marchas, los bloqueos habitan el corazón de la política en las calles y carreteras. En Bolivia, son parte esencial del repertorio de protestas. 4. Lo que varía son las razones del bloqueo. En 2020, por ejemplo, garantizó las elecciones, tres veces postergadas. Ni hablemos de los bloqueos que abonaron la transición a la democracia y la conquista de derechos. 5. Esta vez, detrás de un pliego único, las razones no declaradas eran oscuras, mezquinas, indefendibles. 6. Después del bloqueo, queda el desbloqueo. Queda también el tufo de quienes, en nombre del orden, alientan y justifican masacres (ahí está la “pacificación” del gobierno de facto en 2019). 7. Los efectos del bloqueo son una mierda; que te declaren terrorista, también. Con mano/cabeza dura, y flores, seguimos saliendo adelante.

(*) José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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