¿42 años no es nada?
¿Qué sigue en nuestra democracia después del nuevo ciclo electoral 2025-2026?
José Luis Exeni Rodríguez
De antiguo se sabe que, en la vida, en la historia larga, “veinte años no es nada”. ¿Y en el régimen democrático? Eso depende. Cuentan la tradición, las instituciones, la cultura política. A sus veinte años, la democracia boliviana estaba en el umbral de una crisis que, poco después, terminó en la renuncia y fuga del presidente. Esa vez hubo sucesión constitucional. La siguiente crisis con renuncia y fuga presidencial, en 2019, derivó en un gobierno de facto.
De los 199 años de vida republicana en Bolivia, 157 tuvieron diferentes formas de gobierno autoritario con paréntesis representativos. Había voto, pero no democracia. “País de los cuartelazos y golpes de Estado”, describió un historiador para dar cuenta de la inestabilidad política y la fragilidad de los gobiernos. Tuvimos hasta una Revolución Nacional con partido hegemónico, seguida de un período de dictaduras militares y la intensa/difícil transición a la democracia.
Vea: Con D de desencanto
Así, en octubre de 1982 (“el hambre no espera: todos a San Francisco”) se inició formalmente nuestro proceso de democratización, que acaba de cumplir 42 años. La transición tuvo sustancia nacional popular e imborrable nombre (Hernán Siles Zuazo) y sigla (UDP). Fue una transición por vía del acuerdo, con enorme e inconstitucional error de origen: no haber convocado una nueva elección. Siles fue rehén del Congreso del 80 dominado por la oposición MNR-ADN.
Cercado por la sumatoria de hiperinflación, bloqueo institucional y alta conflictividad, el Gobierno de la transición sucumbió antes de tiempo. Otro arreglo inconstitucional adelantó las elecciones que, en 1985, dieron origen a dos décadas de democracia (im)pactada, con cinco sucesivos gobiernos de coalición. El modelo colapsó por sobredosis de partidocracia. Y las elecciones de 2005 inauguraron dos décadas de partido predominante, con un año de interinato del régimen de Áñez.
Así contado este itinerario, 42 años de democracia parecen pocos: difícil transición, dos ciclos, un paréntesis. Hoy, el partido-instrumento que dominó y (des)ordenó el campo político durante veinte años está en implosión por obra de sus facciones. ¿Qué sigue en nuestra democracia después del nuevo ciclo electoral 2025-2026? ¿Cómo se reconfigurará el paisaje de la representación política? ¿Vamos hacia un nuevo ciclo de pluralismo polarizado con fragmentación?
Es posible prever el campo político transitorio que tendremos en 2026. Resulta más difícil imaginar cómo será la democracia dentro de dos décadas. En Bolivia, el horizonte, todavía esquivo, es intercultural y paritario. Pero hay que sobrevivir el presente, tan lejos del ideal y tan cerca del desencanto.
FadoCracia unitaria
1. En medio de la degradación terminal que, ya asentada en los más bajos instintos, conduce a la muerte cruzada entre los caudillos del MAS-IPSP, la oposición política (Opopo) sigue agitando la bandera de unidad. 2. Banderas, más bien, porque los caminos de la Opopo, además de inescrutables, son varios y diferentes. Ahí están los que hablan de “unidad pactada” versus quienes agitan la consigna de “unidad disputada” (sic). 3. ¿Y entre quiénes? Algunos –especialistas en perder elecciones– van tejiendo la unidad de los políticos, en clave de megacoalición. El añejo bigote teñido de renovación, en tanto, sentencia: “unidad del pueblo”. 4. Unidad, unidad, unidad. Es como un mantra que se invoca para dar cuenta de un acto deseado, pero siempre fallido. 5. También se proclama la “unidad real” con romería a Chonchocoro. Devoción mata programa. 6. ¿Y el mecanismo? “Se podrá hacer una encuesta, dos o tres”, dice el hombre de los 100 días. “Preprimarias”, plantean los marginales. “Será un aquelarre”, se burla un azul con incontinencia verbal. 7. Pobre Opopo. Le quedan apenas seis meses y le vienen sobrando los precandidatos de unidad.
(*) José Luis Exeni Rodríguez es politólogo