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Thursday 14 Nov 2024 | Actualizado a 12:53 PM

Poder público

Farit Rojas

/ 14 de octubre de 2024 / 06:00

El poder público se refiere al ejercicio del poder por medio del Derecho. En un Estado Constitucional de Derecho, la Constitución organiza el ejercicio legítimo del poder creando atribuciones, competencias y servidores públicos subordinados al cumplimiento de estas atribuciones y competencias. Su finalidad es la de limitar al máximo el ejercicio de violencia o de legitimar el uso mínimo y justificado de la misma. Todas las autoridades públicas en un Estado Constitucional de Derecho son servidores públicos, los cuales pueden ser electos, designados o de libre nombramiento, pero en general son servidores públicos. Por ello, la Constitución condiciona a que toda autoridad pública deba cumplir con los requisitos de acceso al servicio público para hacer constitucional su nombramiento. De esta manera, todos los servidores públicos, en particular los gobernantes y las autoridades, no pueden ir en sus actos en contra de la Constitución, sin despojarse al mismo tiempo de su investidura jurídica.

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En nuestras sociedades contemporáneas no se nace gobernante, sino que se asume temporalmente la condición de gobernante, en base a un procedimiento reglado establecido en la Constitución y en las leyes, por lo que el sujeto gobernante es una situación jurídica a la que accede una persona, mediado por el cumplimiento del Derecho, y que sus acciones, en tanto autoridad, están claramente establecidas en la Constitución y las leyes.

Parafraseando al constitucionalista colombiano Vladimiro Naranjo Mesa, la Constitución es para los gobernantes a la vez el fundamento legítimo de sus prerrogativas y la ley de sus funciones. Ella establece en primer término su legitimidad. Esta se traduce en el hecho que el individuo o grupo que gobierna cumplen su tarea, es decir, el ejercicio del poder público, en virtud del título que emana de la Constitución y las leyes, las mismas que establecen sus funciones, atribuciones y competencias. Sus decisiones no pueden legítimamente imponerse, sino en cuanto se presumen que son decisiones de un órgano constitucional que valen como decisiones del Estado. De esta manera podríamos decir que poder público, dentro de un Estado Constitucional de Derecho, es aquel que surge y se ejerce en los términos establecidos previamente por la Constitución respectiva, ya que ésta instituye la autoridad de los gobernantes y las atribuciones y competencias de todos los servidores públicos, esta autoridad debe necesariamente ejercerse exclusivamente dentro de los términos previstos por la Constitución.

En consecuencia, poder público no significa más que poder ejercido por y a través del Derecho, y en nuestros estados contemporáneos, poder ejercido por y a través de la Constitución, las leyes y las instituciones constitucionales diseñadas justamente para hacer posible este

(*) Farit Rojas es abogado y filósofo

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Desbloqueo

/ 14 de noviembre de 2024 / 06:00

Las noticias a nivel nacional, desde hace mucho tiempo, no son alentadoras: no hay gasolina y cuando hay, falta el diésel. En diferentes centros médicos del país se realizan paros. Varios sectores bloquean, tantos y tan diversos son, que uno termina en gran confusión pensando que es el deporte más practicado y el que tiene como rival a toda la gente que no lo practica. Y si todo esto no es suficiente, hace poco un grupo de asambleístas protagonizaron una vergonzosa sesión de la que nadie puede sentirse orgulloso, tampoco justificar ese indigno comportamiento. Para completar la vorágine, a nivel individual se dan casos de parricidio, infanticidio, feminicidio y otras epidemias sociales que tanto deterioran la colectividad boliviana.

Frente a este panorama uno busca salvar el alma, el espíritu vivo que pueda tener todavía y aunque sea muy lejos de aquí encuentra la venturosa noticia de un griego, Plutarchos Pourliakas, que a los 88 años completó su maratón número 12, el domingo 11 de noviembre. Eso ya es sorprendente, pero el impacto se corona cuando se le escucha decir que la vida se trata de moverse. Es muy estimulante e incentivador escuchar esa invitación al movimiento cuando desde que cumpliste los 60 constantemente te dicen, cada vez más seguido, que ya es tiempo de descansar, que ya no hagas esfuerzos, que tu salud se deteriora con tanto trabajo, que tu mente no es la misma, que tu tiempo ya pasó, etc, etc.

Justo en estos días tan paralizantes en la vida nacional, un atleta octogenario nos recuerda que la vida es movimiento, que no vale la pena quedarse quieto y por el contrario hay que avanzar aunque sea en lo más pequeño, en lo más mínimo, para no sentir que es un día perdido. Indudablemente para saber si hay avance tiene que haber una meta, un objetivo y el intento de alcanzarlo, conocer los pasos que se deben dar y los obstáculos que existen. No hay que pecar de ingenuos y creer que todo el camino es llano, lo importante es salvar las trancas, los huecos que impiden el acercarse a la meta.

Noviembre, el penúltimo mes del año, es también un tiempo para evaluar lo conseguido este 2024, sin importar lo poco o mucho que se pudo lograr hasta aquí, apuremos el paso para lo que teníamos pensado alcanzar a fin de diciembre. Aún hay más de 40 días y esas son muchas horas, muchos minutos y segundos, es decir que todavía hay tiempo para tener aunque sean logros mínimos. Y para terminar reproduzco con total fe la frase completa del griego maratonista que inspira esta columna: “La vida se trata de moverse, y mientras queramos, el viaje no termina”.

Lucía Sauma es periodista.

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Algunos entornos del ser

/ 12 de noviembre de 2024 / 06:00

Variaciones del líquido, formas múltiples de la piedra, gestos infinitos del rostro, del asombro, de las sombras. Las puntas diversas de los lápices y las diminutas repeticiones irrepetibles de las hojas lobuladas, ovadas, sagitadas. Todos los blancos de la nieve extendida y todas las transparencias de la nieve derretida. Las palabras distintas impresas en El Quijote y los puntos abigarrados flotando en la cabeza de Seurat. Los sabores posibles de las posibles combinaciones de un ají con otro ají y de este último con una especia y de esta con un mineral y de este con las papilas de una persona ya producto de otra combinación producida en un antiguo lecho o en el lecho de un río que tuvo antes agua y hoy es tan solo estío y polvo y otro olvido como tantos otros, multiplicados a propósito. Oraciones, miles de oraciones, a santos y a vírgenes y a las montañas y al trueno. Los sonidos del trueno, nunca iguales, nunca predecibles. Las luces del relámpago, las texturas de la madera, los aromas de la tierra mojada, de los libros viejos, de la ropa guardada, de los callejones antiguos por la noche, de las personas que se van sin hacer ruido, al alba, de las cáscaras de todos los limones, habidos y por haber, de las procesiones modestas en semana santa, en un pueblo cubierto por el agua hasta que la muerte le separe, de este mundo.

Las guaridas, diversas, escondidas, camufladas, refugio, hogar, morada última, un lar, un lugar de paso fugaz, un hueco de tres metros de profundidad. El hoyo de Sadam, el nido de un águila, el misterioso depósito en el que guarda todos los dientes el ratón Pérez, las caletas de las truchas pintadas, la pequeña habitación en la que vive la bacinica de plata del Papa pop, el cajón de las llaves sin destino. La gruta de Lourdes, la de la virgen del cerro del Tepeyac, la cueva de Ali Babá, la bóveda de los bancos asaltados, por dentro y sin violencia.

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Los millones de hilos que tejen las vestiduras del planeta, las tramas, las urdimbres, las enredaderas que forman signos insonoros, ángeles, monstruos, nombres, fechas, mandalas, aves, astros, territorios en barbecho, las flores inodoras, las del bien y las del mal. Tejidos sobrevivientes a las calamidades, a los fuegos del hombre, a los desastres programados, tejidos que fueron luego textura y luego texto. Narraciones de la vida y de la muerte, diversas, recurrentes, adoptadas unas veces como verdades escritas en la roca inalterable y otras, como ficciones estampadas en la piel de los escurridizos peces en medio de una tormenta tropical. Narraciones de las diosas y de los héroes y de los villanos, de los ladrones y de las gentes bondadosas, de los universos fantásticos en los que hablan los conejos y se sublevan los corderos, en los que las serpientes dan consejos mientras cantan una canción de cuna a quien mece la cuna para no mancharse con las muertes blancas. Narraciones para el acomodo de los monarcas en los palacios, de todos los tiempos, esos de las princesas cautivas y los otros, de los caudillos temerosos. Narraciones para asustar, asombrar, amar, dormir y finalmente, repetir.

Lo desconocido, lo que no tiene nombre, los sonidos que andan por ahí, en forma intraducida de onda, seres invisibles, las historias incontables, las lenguas todavía no inventadas, los extraños colores de la furia, los dolores inexplicables, la luz de las estrellas muertas, los seres malvenidos, la sublimación y la descarga de las emociones, la música bailable de los delfines, el tiempo que separa al planeta azul de otro habitado por seres infinitamente inferiores en maldad. La materia, ni oscura ni clara, el número, porcentualmente hablando, de lo ignorado, que cabalmente, mantiene a las personas, no a todas, y a los personajes, preguntando, esto es, viviendo.

Óscar García es compositor y escritor.

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Homo ludens

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:02

Posiblemente el autor que más ha teorizado sobre el juego haya sido el holandés Johan Huizinga en su hermoso texto titulado homo ludens. Basta con leer el nombre que eligió Huizinga para comprender que además de homo sapiens u homo faber somos homo ludens.  Para el pensador neerlandés el juego es uno de los formantes centrales de toda cultura, y una de las matrices necesarias para comprender los elementos constitutivos de una cultura. El juego para Huizinga presenta una aparente contradicción, pues si bien es una actividad libre, ésta solo se desarrolla en los márgenes de un orden absoluto y propio, que le da sentido al juego.

El juego ha sido el modelo sobre el cual se han levantado muchas intuiciones teóricas. Por ejemplo, se dice que Ludwig Wittgenstein tuvo una revelación un día que miró, de paso, un partido de fútbol. Así como un grupo de personas juegan al fútbol con un conjunto de reglas y de significaciones, de la misma manera los seres humanos juegan con las palabras, pensó Wittgenstein.

Para el filósofo austriaco, en el lenguaje hay múltiples juegos, cada uno de ellos contiene reglas, expresiones y giros gramaticales que le son propios y que, en consecuencia, suponen una historia detrás. Extrapolar una expresión fuera del juego de lenguaje al que pertenece puede generar descontextualizaciones, problemas y confusiones complejas, por lo que es necesario comprender las condiciones objetivas y subjetivas del juego.

El filósofo inglés y profesor de la Universidad de Oxford, John L. Austin, acuñó la categoría de expresiones realizativas para caracterizar a las que se llevan a cabo, por ejemplo, en el desarrollo de un juego. A la vez planteó algunas condiciones, como la existencia de un procedimiento convencional aceptado que suponga la emisión de ciertas palabras, que éstas sean las apropiadas en cierto momento para recurrir al procedimiento convencional, que este procedimiento sea llevado a cabo por todos los participantes, que en el momento de utilizar las palabras las mismas sean un reflejo de los pensamientos o sentimientos que los actores en el juego estén dispuestos a cumplir. Así cuando alguien juega con palabras como te apuesto a que este gobierno no llega a fin de año, debe existir realmente una situación apropiada en la que esta apuesta sea válida, si el gobierno respecto al cual se apuesta no tiene problemas que comprometan su continuidad la apuesta no sería una expresión realizativa, en cambio, si en verdad los problemas son complejos se habilita la posibilidad de la apuesta, a ésta debe seguir un conjunto de personas dispuestas a jugar el juego y a pagar la apuesta en el caso en que el gobierno en cuestión llegue o no a fin de año.  

Analizar lo que está detrás de un simple juego nos permite comprender que en determinadas situaciones hay mucho más que solo distracción o entretenimiento.

Farit Rojas T. es abogado y filósofo.

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Cuba, a pesar del odio

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:00

Un día de 1919, le preguntaron al entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson si había algo más efectivo que una guerra para someter a un país, y éste respondió: “Sí, hay algo más tremendo que la guerra: un aislamiento absoluto, que hace entrar en razón a una nación, del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar. Apliquen este remedio económico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada y ejerce una presión que ningún país podrá resistir”.

Él la llamó “The economic weapon” (el arma económica) que fue empleada con éxito durante la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania, Austria, Hungría y Turquía, donde miles de personas murieron de hambre y enfermedades por el bloqueo económico que interrumpió el flujo de mercancías, energía y alimentos. Una poderosa arma que Estados Unidos usa contra Cuba desde 1960 y que durante la pandemia de Covid-19 fue reforzada para dar la estocada final a este país, que no sólo resistió la nueva embestida, sino que dio una lección al planeta de cómo enfrentar una epidemia con inteligencia, audacia y recursos científicos propios. Una historia que, si no nos los cuenta el propio presidente cubano, Miguel Díaz Canel, nunca nos habríamos enterado.

En una entrevista que le dio al escritor y periodista Ignacio Ramonet, en mayo de este año, le contó: “Empezaban las primeras noticias del Covid-19, no había ningún caso en Cuba todavía —estamos hablando de enero de 2020—, y Raúl Castro nos dijo: hay que estudiar de inmediato lo que está pasando en el mundo y preparar un plan nacional de enfrentamiento a la epidemia… que asumiéramos un plan-país que nos permitiera adelantarnos, prepararnos antes de que llegara el primer caso. Eso significó capacitación de nuestro personal en las experiencias que había en el mundo, estudiar la enfermedad…

“De inmediato mandamos brigadas médicas cubanas a más de 46 países, donde estaba el epicentro de la enfermedad. Eso nos permitió apoyar a esos pueblos, pero aprendimos también. Cada vez que una brigada regresaba, nos reuníamos con ellos y nos aportaban todas esas experiencias, y las íbamos incorporando al plan… con la red de laboratorios de investigaciones de biología molecular, procesamos las muestras… muchas de estas enfermedades hay que enfrentarlas también con una lógica epidemiológica: cómo se corta la transmisión, cómo se evita…

“La articulación del sistema de salud con la agencia reguladora cubana de medicamentos y con la industria biofarmacéutica, acortó los plazos de ensayos clínicos y de generación de nuevos medicamentos… Sistematizamos un encuentro con los científicos y las instituciones que trabajaban en el Covid-19 y de ahí salió todo un grupo de investigaciones científicas. Aquí hubo un programa de más de mil investigaciones y evaluación de resultados de las mismas. De ahí salió la generación de nuestras vacunas… hoy tres son vacunas bien probadas en eficiencia y en eficacia; otras dos siguen en ensayos clínicos. Compartimos y transferimos esa tecnología a otros países…

“Es tener la capacidad de hacer tus vacunas, pero también la capacidad de enfrentar una campaña de vacunación masiva en poco tiempo. Aplicamos 40 millones de dosis en menos de dos años. Cuando teníamos vacunada a más de 60 por ciento de la población con una sola dosis, bajó el pico pandémico…Además de usar los PCR, llegamos a diseñar mecanismos propios de diagnóstico y pudimos compartir con el mundo los estudios de las secuelas que deja el Covid-19”.

Díaz Canel dijo también que, a pesar del bloqueo económico, el gobierno cubano e instituciones norteamericanas trabajan actualmente en una vacuna contra el cáncer pulmonar y en el perfeccionamiento de un tratamiento contra la úlcera del pie diabético con un medicamento cubano llamado Heberprot-P, que evita la amputación. También en una vacuna contra el dengue.

El desarrollo de la biotecnología cubana no es nuevo. Ya desde 1979 creó la vacuna contra la meningitis B y C y fue el primer país del orbe en eliminar la trasmisión de madre a hijo de VIH y sífilis, y el segundo en eliminar la poliomielitis.

Así, cuando alguien nos diga que vamos a convertirnos en otra Cuba, respondamos a coro: ojalá, ojalá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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‘El Valor Perdido’

Sergio J. Pérez Paredes

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:58

El dinero, en su esencia, ha sido mucho más que un papel de intercambio. Representa el esfuerzo, el sacrificio y los sueños de generaciones. Pero, ¿qué ocurre cuando ese símbolo, la “plata” de todos los días, empieza a perder su valor? Bolivia enfrenta una realidad en la que el dinero, golpeado por la inflación y el desequilibrio económico, ya no parece ser la misma promesa de estabilidad y bienestar que alguna vez fue.

Hoy, la inflación no es solo una estadística, es un golpe directo al bolsillo, un enemigo silencioso que desmorona la confianza de la gente. Cuando los precios suben y el salario se queda atrás, la vida misma se hace más dura. Lo que antes alcanzaba, ahora no llega. Bolivia, como muchos países, experimenta cómo ese valor simbólico del dinero se diluye ante decisiones económicas erráticas y la falta de previsión.

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Por años, el país ha mantenido un gasto público desmedido, sin una base de ingresos suficiente para sostenerlo. La deuda externa aumenta, mientras el sistema económico depende excesivamente de los recursos naturales, como el gas y los minerales. En un mundo tan cambiante, ¿cómo puede Bolivia seguir apoyándose en un modelo tan frágil? Las promesas de riqueza nacional se han visto, una y otra vez, frustradas por la realidad de un país que no ha logrado diversificar sus ingresos ni crear una economía capaz de resistir las tormentas globales.

La pérdida de valor del dinero no solo afecta a los bolsillos, sino también a la identidad de una nación. En una economía que no puede sostener su propia moneda, la confianza se tambalea. Esa confianza, construida a lo largo de generaciones, ahora peligra. La inflación, la falta de visión económica y la gestión ineficiente minan la credibilidad de Bolivia y afectan el espíritu de su gente. El dinero, símbolo de progreso y prosperidad, comienza a convertirse en una carga vacía.

Pero Bolivia tiene algo poderoso: la capacidad de cambiar su rumbo. La riqueza natural del país, el ingenio de su gente, y la conciencia de su juventud pueden ser las claves para reconstruir un modelo económico sólido. Más allá de simples ajustes, Bolivia necesita una reforma profunda: reducir la dependencia del Estado de los recursos naturales, apostar por sectores productivos y generar empleos dignos que fortalezcan el tejido social. Sin esta transformación, la plata seguirá perdiendo su esencia, dejando a Bolivia atrapada en un ciclo sin fin.

Es tiempo de que Bolivia recupere el valor perdido de su moneda. Pero no será solo una cuestión de economía; será un acto de recuperar la confianza y la dignidad de su gente. En una sociedad donde el dinero debe ser mucho más que un símbolo vacío, el desafío es redescubrir su verdadero significado. No es solo un medio para comprar o pagar; es el reflejo de un país que puede soñar con un futuro mejor, de una comunidad que quiere avanzar sin ser esclava de sus propios errores.

El valor de la “plata” en Bolivia debe ser más que un número. Debe volver a ser una promesa, un compromiso con el bienestar de cada ciudadano. Bolivia necesita, con urgencia, una economía que refleje la esperanza de su gente y que ponga en marcha un modelo inclusivo y sostenible. Así, el dinero volverá a ser el símbolo de progreso que todos esperan, la herramienta con la que construir una nación fuerte y resiliente.

Esta crisis, más que un final, es una oportunidad para que Bolivia reescriba su destino económico. Y en ese camino, el verdadero valor del dinero, el verdadero poder de la “plata”, estará en su capacidad para representar un futuro digno y próspero para todos los bolivianos.

(*) Sergio J. Pérez Paredes es historiador

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