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Wednesday 4 Dec 2024 | Actualizado a 17:32 PM

‘Poner en cintura al gentío guaraní’

Esta visión del pasado sustenta la creencia en una relación especial, directa, desgajada del tiempo, de Santa Cruz con España y, por tanto, con Europa, simbolizada por el escudo y el himno cruceños que continúan siendo hispanos.

Fernando Molina

/ 3 de noviembre de 2024 / 01:09

La construcción de la identidad cruceña se ha fijado como punto de referencia inicial la expedición conquistadora que, dirigida por Ñuflo de Chaves, partió de Asunción y, en determinado momento, por su propia dinámica, rompió con su tronco paraguayo y estableció, en la franja inmediatamente al norte del Chaco boreal, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, dependiente de la Audiencia de Charcas. Así, estos hombres no solo son los fundadores de una ciudad, sino de una “estirpe” que se prolonga hasta nuestros días.

Esta visión del pasado sustenta la creencia en una relación especial, directa, desgajada del tiempo, de Santa Cruz con España y, por tanto, con Europa, simbolizada por el escudo y el himno cruceños que continúan siendo hispanos.

Llegados hasta aquí, nos toca preguntarnos qué papel cumplen en esta recreación del pasado los indígenas autóctonos del territorio conquistado.

Los cruceños van a responder de distintas maneras a esta cuestión, desde el darwinismo social de Nicomedes Antelo y su discípulo Gabriel René Moreno, que a fines del siglo XIX interpretaron la hecatombe de los pueblos indígenas sobre la que se erigió el dominio español en la Gobernación de Moxos como el inevitable triunfo de la raza más fuerte, hasta la oscilación de otro gran ideólogo, Hernando Sanabria, en la segunda mitad del siglo XX, entre romantizar lo sucedido (en su libro Ñuflo de Chaves, caballero andante de la selva) o reconocer que “el problema indígena del oriente boliviano” se tuvo que resolver por medio de una “guerra” (en sus obras Apiaguaiqui Tumba y La guerra de los malos pasos).

“La existencia de Santa Cruz de la Sierra no estaría asegurada, y lo que es peor, pendería sobre ella la continua amenaza de su destrucción, si no se domeñaba y ponía en cintura al gentío guaraní, morador aborigen de la comarca”, sintetizaba Sanabria en este último título (pág. 9).

Los españoles entraron a la cuenca que bautizarían como del Río de la Plata igual que una lanza penetra en la carne de una presa. En la fase inicial de la conquista, cuando aún no operaban más que grupos de cientos de guerreros europeos desprovistos del decorado imperial o del ritual cristiano que después complejizarían el sentido de los eventos, su afán y su método se revelaron sin matices. En busca de la Sierra de Plata, objetivo que dirigía sus esfuerzos, querían someter a los pueblos que encontraban a su paso; convertirlos en sirvientes que los auxiliaran en las labores domésticas, agrícolas y bélicas; “casarse” con sus mujeres a razón de decenas para cada uno, y aniquilarlos si ofrecían resistencia o incluso, en ocasiones, cuando no lo hacían.

Del autor: Hernando Sanabria y el vínculo especial con España

Un testimonio del carácter de la serie de expediciones que lograron alcanzar el oriente boliviano y comenzar el proceso de su conquista lo provee la crónica de Ulrico Schmildl “Viaje al Río de la Plata” (1567). Schmildl fue un soldado alemán involucrado en esta travesía en busca de riquezas; estuvo con Pedro de Mendoza en la primera fundación de Buenos Aires, con Juan Salazar en la de Asunción, y con Domingo Martínez de Irala en el segundo viaje trans chaqueño de los europeos, desde Asunción hasta el pie de monte andino, donde se enteró, con el resto de sus colegas, que la Sierra de Plata ya había sido “descubierta” por la gente de Francisco Pizarro. Muchas de estas peripecias las vivió junto a Ñuflo de Chaves.

Su narración, como dicen los editores contemporáneos de su libro, “no ha perdido nada de su frescura e interés”. Describe de manera ingenua pero también descarnada, sin velos, “el feroz choque de culturas que significó la conquista española”. Schmidl no es un cura apologista o un historiador cortesano, como tantos otros cronistas, sino “un soldado curtido por años de privaciones” que escribe directo y sin sofismas.  

Veamos algunos de sus informes: “Los hallamos en el antiguo lugar donde los habíamos dejado antes, entre las tres y las cuatro de la mañana, durmiendo en sus casas, sin sentir nada… y dimos muerte a los hombres, las mujeres y aun a los niños”. “También tomamos como quinientas canoas grandes y quemamos todos los pueblos que hallamos e hicimos muy gran daño”. “Y entramos en el pueblo y matamos mucha gente, hombres, mujeres y niños”. “Entonces, con el auxilio de Dios Todopoderoso, tomamos el pueblo, y vencimos y matamos muchísima gente”. “Nos batimos y exterminamos muchísimos de esos agaces. Nos mataron alrededor de quince hombres…”.

Éstos van a ser siempre los números de esta “guerra” para “españolizar estas tierras”, al decir de Sanabria; es decir, unas decenas de bajas blancas contra miles de indias. “Hubo dieciséis muertos entre nuestra gente y muchos heridos, y también murieron muchos de los indios que iban con nosotros; pero nada ganaron los otros, pues murieron como tres mil de esos caníbales”. “Murieron en esta batalla como dos mil carios entre los que matamos en la batalla y las cabezas que luego trajeron los yapirus… Los carios mataron con sus flechas unos diez hombres de entre los cristianos…”, etc.

Esta historia, por supuesto, va a continuar.

*Fernando Molina es periodista y escritor

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El olivo de la raíz

/ 4 de diciembre de 2024 / 06:06

Estamos un centenar de personas en la Sala Oscar Soria Gamarra de la Cinemateca Boliviana. Se ha quedado gente afuera por llegar tarde. Muchos visten el tradicional pañuelo palestino, la “kufiya”, ícono de la solidaridad internacionalista con Palestina. Se proyecta el documental La raíz del olivo, del cineasta boliviano Sergio Martín Eguino Viera.

Las cinco historias de jóvenes palestinos en Cuba estremecen sin caer en el panfleto. De cuando en cuando, el silencio de la sala oscura deja escapar alguna que otra lágrima. La imagen de un olivo centenario de Gaza rodeado por edificios bombardeados es la metáfora perfecta de la resistencia. Los olivos siguen echando raíces. Transmiten la historia, aferrados a la tierra ocupada porque como canta un trovador cubano “el dolor no puede matar a la utopía”.

Watan Jamil es uno de los protagonistas del documental. No recuerda casi nada de su niñez en un campo de refugiados. “Dura muy poco, a veces incluso dudo haberla tenido”. Más de 17.000 niños/niñas palestinas han sido asesinadas por las bombas del Estado genocida/terrorista de Israel en la franja de Gaza.

Les han robado la niñez, la adolescencia, la juventud. Les ha arrebatado el futuro de la forma más brutal. Watan Jamil lleva, mientras hace guardias en un hospital cubano, un colgante con el mapa de la Palestina histórica, desde el río hasta el mar. Él también se aferra.

“La raíz del olivo” está salpicada de poderosas imágenes y símbolos: una llave, el legendario Handala (el personaje de comic creado por Naji al-Ali que se niega a crecer o darse la vuelta hasta que Palestina sea libre), un tejido, un recuerdo del Mediterráneo reflejado en el Malecón de La Habana.

Omaima Alkhawaja es otra de las protagonistas. Es de Nablus y quiere ser doctora para regresar y sanar. Y curarse. Habla con sus padres por videollamada y ora en la mezquita. Pasea La Habana Vieja y llora. Llora porque es fuerte. Los débiles, dice, son los que han perdido toda humanidad. También baila porque quiere resucitar —como dice la poeta palestina de la libertad Fadwa Tuqan— siendo “tierra/yerba/flor en el seno de la patria”.

Bassel Salem lleva más de 30 años en la isla. Se casó con una cubana y no pasa un día que no se acuerda del país que dejó atrás por culpa de la ocupación. Cuenta ya más de 300 familiares muertos bajo las bombas. Traduce listas con nombres de personas que ya no están. Cuando era chango, creía que el Che había muerto en Palestina en los 60; ahora sabe que Guevara nace todos los días en Gaza.

Murid Abukhater ha vivido tres guerras y solo tiene 25 años. También estudia Medicina. Maneja una moto por las calles de la capital con la única compañía de su perro fiel. Quiere ser cardiólogo. Vio cómo su abuelo murió porque no había oxígeno en su hospital palestino. La quinta “prota” se llama Baylasan Rattrout. Encuentra en su tía Khalida Jarrar, presa por luchar, la fuerza para no morir. Hay algo en Palestina que merece vivir.

La raíz del olivo es un documental necesario. Las fotografías íntimas de familias palestinas luchan contra uno de los propósitos del sionismo genocida: la deshumanización de todo un pueblo. Ahora que la franja de Gaza se ha visto reducida en los noticieros/periódicos a meras cifras, la película de Eguino llega para poner caras, nombres y apellidos, para contar historias en minúsculas, para dibujar sonrisas en mayúsculas.

Las balas y las bombas han terminado con las vidas de miles y miles de inocentes, pero los olivos siguen en pie; y los abrazos y las palabras en árabe retumban como eco entre los escombros. La memoria resiste como lo hace la poesía. “Por que no hay muerte si hay memoria”, como dice Bassel.

La raíz del olivo es un canto a la resistencia; construido con las armas de la autoficción (cartas a amigos asesinados, a familiares; y diarios, tan presentes en la lucha). El olivo, ese olivo centenario de Gaza, graba los nombres de todos los que ya no están. “Si los olivos conocieran las manos que los plantaron su aceite se volvería lágrimas», dice el poeta nacional Mahmoud Darwish.

El documental de Eguino es también una oda a la esperanza. Los palestinos tienen lo que no gusta a los asesinos: tienen futuro. Cuando la letra del trovador cubano que se llama Gerardo Alfonso suena en los créditos finales, dos mujeres salen cantando de la Cinemateca Boliviana: “después de tanto tiempo y tanta tempestad /seguimos para siempre este camino largo, largo / por donde tú vas, por donde tú vas”.

Dice el poeta Ghassan Kanafani que los palestinos no se darán por vencidos “hasta crear un paraíso en la tierra o quitarle al cielo su paraíso”. Son los sueños todavía.

*Ricardo Bajo H. viste con ‘kufiya’.

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¿Hay forma de frenar al TCP?

Rubén Atahuichi

Por Rubén Atahuichi

/ 4 de diciembre de 2024 / 06:01

El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) “vela por la supremacía de la Constitución, ejerce el control de constitucionalidad, y precautela el respeto y la vigencia de los derechos y las garantías constitucionales”.

Al menos desde 2017, el TCP ha sido protagonista de las dramáticas transformaciones del país, cuyas instituciones sufren un desorden que incluso afecta la democracia. Entonces, emitió la Sentencia084/2017 con la que validó una segunda respostulación, en 2019, del presidente Evo Morales, que había sido elegido bajo esa Constitución en 2009 y 2014.

No hubo entonces poder institucional alguno que pudiera revertir la decisión y el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tuvo que cumplir ese mandato y habilitar al líder del MAS para una nueva reelección. Es otra historia el resultado de esos comicios.

Siempre hubo presión política en sus acciones, como en 2019, cuando —en la crisis poselectoral— afanosamente Luis Vásquez, otrora presidente del Senado, cabildeó con algunos magistrados para sustentar la “sucesión” de la senadora Jeanine Áñez. El resultado, fue solo un comunicado (que invocó oficiosamente la Declaración Constitucional 0003/2001), aunque suficiente para validar el golpe de Estado de entonces.

Más tarde, en otra acción similar, validó la prórroga de mandato de Áñez y los miembros de la Asamblea Legislativa. Esta decisión es usada por la antigua senadora para decirse expresidenta constitucional.

En el pasado reciente, la Sentencia Constitucional 049/2023 removió no solo la arena política del país, sino que puso en vilo la institucionalidad judicial y constitucional. Con ese fallo, el TCP —luego de meses de consideración— anuló las elecciones judiciales de 2023 y, lo peor, prorrogó el mandato de magistrados y consejeros electos en 2017, por encima del mandato constitucional de seis años.

Hace unas semanas, en coincidencia con el final de la prórroga, el TCP ahondó la situación al admitir un recurso y disponer elecciones judiciales parciales a través de sendas decisiones, la Sentencia 0770/2024-S4 y el Auto 084/2025-ECA-S4.

Por encima del principio de preclusión, el TCP obligó al TSE a organizar comicios parciales (solo se elegirán 19 de 26 cargos), el 15 de diciembre, y dejó en suspenso una eventual segunda votación. Para 2025 están previstas las elecciones generales, con las que no puede colisionar otro proceso.

Lo último. El TCP se ha sobrepuesto al TSE y reconoció un congreso del MAS no registrado, como la dirigencia de Grover García. Además, le puso tres cruces a una eventual candidatura de Evo Morales.

Sus actuaciones implican un suprapoder que rige a todos los órganos del Estado y no hay institucionalidad que lo frene.

*Rubén Atahuichi es periodista

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Un hincha en la línea de cal

/ 30 de noviembre de 2024 / 06:02

La memorable escena de “El Secreto de sus ojos” (Juan José Campanella, Oscar a la mejor película extranjera 2009) basada en la novela de Eduardo Sacheri (La pregunta de sus ojos, 2003) explica la mentalidad del asesino de una mujer al que persiguen Benjamín (Ricardo Darín) y su ayudante Sandoval (Guillermo Francella). El autor del crimen es hincha de un club de fútbol y en ese contexto nos encontramos con la siguiente brillante conclusión: “¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo —le dice Sandoval, mientras se aproxima—: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín: no puede cambiar de pasión.”

Sandoval es un ayudante de juzgado presa de su afición por el alcohol que consume sin límites en un bar cualquiera de Buenos Aires, debilidad que no le impide desarrollar su lúcida capacidad deductiva y resulta que la pasión de la que habla se llama Racing Club de Avellaneda. De esta manera, Benjamín y Sandoval han detectado la pista perfecta que conducirá a atrapar al escurridizo asesino nada menos que divisándolo en la tribuna del estadio en el que está jugando el equipo de sus amores contra Huracán, esa pasión con la que un hincha de fútbol de pura cepa está dispuesto a ir hasta la tumba.

El asesino es de Racing, pero resulta que el actor que encarna a Sandoval es en la vida real también declarado hincha de la academia de Avellaneda, así como para los cultores de leyendas urbanas lo fue el Gral. Juan Domingo Perón, aunque la historia se encargó de aclarar que en realidad era de Boca, cosa que no impidió que el llamado Cilindro llevara el nombre del caudillo argentino que en su condición de presidente de la nación, fue el principal propulsor del estadio inaugurado el 03 de septiembre de 1950.

El fútbol es pasión en todas partes, pero en Argentina es un rasgo distintivo que se reconoce en sus impresionantes hinchadas que saltan y cantan durante los noventa minutos de cada partido. Se han erigido en una expresión socio cultural que ha llevado a muchos a concluir que no hay mejor público para cualquier espectáculo de muchedumbre en América Latina que el argentino y, en este caso, con el añadido de que la camiseta de la academia de Avellaneda que adoptó los colores de la enseña patria, sirvió de inspiración para que la selección nacional copiara el diseño albiceleste con franjas verticales. 

El recuerdo de la película de Campanella se conecta con la manera en que se comporta en la línea de cal, Diego Simeone, el Cholo, entrenador del Atlético de Madrid desde hace trece años. Grita, gesticula, se lleva las manos a la cabeza, putea al árbitro, festeja los goles como un descosido. Otra coincidencia: resulta que el Cholo Simeone terminó su carrera como futbolista en Racing (2006) e inició su andadura como técnico en el mismo club una semana después de haber colgado los botines.

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Pero si el Cholo es tan sanguíneo a la hora de saltar al Wanda Metropolitano para dirigir los partidos del Atlético de Madrid, Gustavo Costas ha superado en fervor y pulsaciones a todos sus colegas del planeta entero. Se para en la línea de cal, en el rectángulo previsto para uno de los entrenadores en el campo de juego, pero aguanta quieto apenas unos segundos, porque lo suyo es correr, gritar, saltar, taparse la cara cuando uno de los suyos no la emboca y extender los brazos con vista al cielo cuando Juan Fer Quintero, Adrián Maravilla Martínez, Gastón Martirena o Roger Martínez anotan. Costas es un hincha más que contagia a su equipo como una fiera suelta al borde del campo de juego. Vive los partidos como uno más de los racinguistas instalados en las tribunas. Su pasión —bendita pasión dirían los creyentes— emociona, contagia y confirma una autodefinición en que la euforia parece no conocer límites: “Primero soy de Racing, después soy argentino”, es decir la patria es la camiseta antes que la bandera.

Para poder darse la ilimitada licencia de ponerse en escena como el primer hincha del club (mascota, jugador, entrenador del club en distintos tiempos, toda una vida), Gustavo Costas tiene que ser tranquilo, cerebral y medido tal como lo atestiguan jugadores como Maximiliano Salas que cuentan lo distinto que se muestra en las prácticas durante la semana. Lo confirman sus hijos, Gustavo y Federico que forman parte del cuerpo técnico de la academia y subrayan que su padre es un profesional que trabaja la táctica con el rigor y la experiencia que le han dado los años dirigiendo en Paraguay, Ecuador, Colombia, Perú, Chile y Arabia Saudita.

En un video de principios de año, se escucha a Costas junto a su equipo de trabajo decir cómo y con quiénes jugará el equipo. Transcurridos diez meses, Racing jugó como lo había concebido su conductor y así acaba de ganar la Copa Sudamericana. Qué lección esclarecedora: Como el Sandoval de la película de Campanella hay que cultivar la pasión, pero para que esa pasión pueda desembocar en felicidad, pensar primero y hacer las pausas necesarias para las acciones futuras, son condiciones previas e imprescindibles. Pareciera que en Gustavo Costas, corazón y cabeza son una misma cosa.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Implosión

/ 30 de noviembre de 2024 / 06:00

Ya está, la implosión del sistema de partidos se ha confirmado. En este tiempo de incertidumbre radical, no es un dato menor. Sin embargo, no hay señales sobre la naturaleza del artefacto político que remplazará el hegemonismo masista. Pueden entonces empezar las guerras del hambre en un campo de juego casi sin reglas, mientras la sensación de ingobernabilidad se extiende.

Al final, se consumó la captura del MAS por parte del oficialismo, con métodos irregulares y triturando, de paso, a la institucionalidad electoral. A la mitad de la platea parece no importarle, porque la eliminación de Evo fue algo que esperaron por años, sin percatarse que se abrieron las puertas a un escenario sin reglas, donde todo vale.

Como la política es un lugar salvaje, la destrucción de la imparcialidad del TSE y la judicialización grosera del proceso electoral, van a incentivar tácticas igualmente desinstitucionalizadas de todos los actores. Los vocales del TSE parecen no comprender el quilombo en que los metieron, que pregunten a sus predecesores del 2019, sus riesgos se multiplicaron, pero cada uno elige su destino.

Lo cierto es que el poderoso bloque político que gobernó Bolivia por quince años parece estar viviendo sus últimos días, al menos en la forma en la que lo conocimos, aunque Evo y su entorno insistan en una estrategia negacionista que sorprende viniendo de gente con tanta experiencia.

Para que Morales sea nuevamente candidato tendrían que pasar muchas cosas, muy improbables, lo que no quiere decir que ese líder este muerto. Como Perón y Correa en el exilio, Lula en una celda en Curitiba o Uribe procesado, su desaparición del escenario es, por lo pronto, más un deseo que una realidad, seamos serios. Al contrario, sospecho que despojado de su obsesión podría ser determinante en el juego que viene. Pero, puede también que decida inmolarse junto a sus abogados, a lo faraón.

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En frente, no parece haber habido tiempo para descorchar el champán, no solo porque ya no hay dólares para importarlo, sino debido al inocultable grado de entropía de la economía que destruye cotidianamente cualquier intento de comunicación positiva de parte del gobierno. A parte de ellos mismos, pocos les creen, quizás porque han logrado combinar lo inimaginable: la UDP con Añez.

Así pues, recuperar la sigla azul parece nimio en medio de semejante sensación de descontrol y pesimismo. Ahí también sorprende la miopía, todo va bien, dicen en la casa grande, mientras en tiktok los están destrozando, los taxistas los odian, las caseritas los desprecian, pagar Netflix es una odisea y las encuestas, las buenas, las por internet y la de Claure, coinciden en que nos acercamos a un nivel de bronca social preocupante y Catacora no resuelve.

Tampoco la variopinta oposición parece en su mejor momento. Ya no hay partidos, sino una decena de facciones en la asamblea. Y los buenos deseos unitarios son como la disponibilidad de gasolina, volátiles y medio mamada. Ya empezaron las puteadas en pantalla compartida, los reproches entre tibios keynesianos y radicales austriacos, suena chistoso pero así es el mundo de X, y las candidaturas se multiplican, cada uno con encuesta y patrocinador bajo el brazo.

Todo lo anterior es una colección de postales de un solo fenómeno: la implosión del sistema de partidos y el fin de la gobernabilidad hegemónica. Lo que viene después de este derrumbe no está aún claro y no debería sorprendernos, la emergencia de lo nuevo suele siempre tardar, depende de muchos factores. Justamente, la querella política futura será sobre esos contenidos.

¿Eso quiere decir que es borrón y cuenta nueva? Tampoco será así, la recomposición que está empezando se hará, en buena medida, con los actuales actores, que seguirán intentando sobrevivir, y quizás con algunos nuevos que nos sorprendan. Con esos bueyes medio lerdos habrá que arar. Pero la crisis y el retorno al orden serán, en el corto plazo, nuestro mantra y habrá oportunidad para la audacia y la disrupción. Aunque las estructuras de representación están en ruinas, persistirán por mucho tiempo las poderosas identidades políticas que se desarrollaron en estos años, quizás con otras formas, estructuras y líderes según la coyuntura. No será tiempo de refundación sino de un inteligente rehilado de coaliciones sociopolíticas que permitan gobernar. El nuevo régimen se construirá desde ahí y solo será viable si es coherente con la fascinante y compleja sociedad que emergió en este siglo.

Armando Ortuño Yáñez es investigador social.

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¿Se puede ganar una elección siendo un Inútil?

/ 29 de noviembre de 2024 / 06:07

El presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, ha pasado de tener una imagen positiva del 80% en los primeros meses de su gestión a un valor actual por debajo del 40% (se mire la encuesta que se mire).

¿Significa esta evolución que ha perdido la mitad de su apoyo? No, porque el dato de imagen positiva de los primeros meses, para cualquier presidente, siempre es engañoso. Jamás debe ser entendido como un ‘respaldo verdadero’. Es más: este indicador en el inicio del mandato está completamente sesgado por una suerte de efecto ‘luna de miel’ postvictoria electoral.

El problema está cuando el presidente de turno se lo cree, y actúa embriagado por esta supuesta abrumadora aprobación, que casi siempre resulta siendo pasajera.

Lo importante en estos casos es analizar qué ocurre a medida que pasa el tiempo y se le comienza a juzgar por su capacidad de resolver problemas en vez de por su relato como si siguiera en campaña electoral, echando la culpa de todos los males a los otros.

Según las últimas encuestas, la imagen de Noboa y su evaluación de gestión está en tendencia sostenida a la baja. Y no sabemos hasta dónde llegará. Por ahora, cruzó el umbral del 40%.

En relación a la intención de voto, también viene cayendo, aunque todavía conserva más de lo que obtuvo en primera vuelta (pero mucho menos de lo que logró en segunda vuelta).

A estas alturas del partido, la cuestión que nos ocupa a todos es la siguiente: ¿llegará Noboa con un valor relativamente competitivo a las elecciones presidenciales del 9 de febrero, en las que vuelve a postularse como candidato?

Resulta ciertamente difícil metabolizar (democráticamente) que un presidente inútil pueda tener alguna posibilidad de tener suficientes votos como para estar en segunda vuelta.

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Sinceramente, algo se nos debe estar escapando como para comprender que, con tantas muestras de incapacidad, aún esté en carrera, aunque cada día su cotización electoral vaya a menos.

Después de ser el máximo responsable de que no haya luz en el país durante estos últimos meses; después de empeorar la situación económica, tanto en lo cotidiano como en lo macro; después de su insolvencia para resolver el tema de la inseguridad y el narcotráfico a pesar de haber gobernado a golpe de estado de excepción; después de haber subido el IVA; después de haber incumplido múltiples promesas de campaña; después de haber violado la legislación internacional al ‘invadir’ la embajada mexicana en Ecuador; después de haberse sacado de encima a su vicepresidenta, primero mandándola a Israel y luego a Turquía hasta su destitución ilegal; después de haber proscrito de la carrera electoral al candidato que más le podía quitar votos (véase el caso de Topic); después de tanta incompetencia e ineptitud, Noboa se presenta con el único argumento de que ha tenido poco tiempo para hacer algo.

Y lo que no entiende el presidente ecuatoriano es que la paciencia es un privilegio únicamente de unos pocos que tienen tanto-tanto como para poder pacientemente esperar. Las expectativas y el relato tienen un límite: la realidad.

Además, Noboa sigue creyendo que por ser el único candidato frente a la principal fuerza política del país (el correísmo), con eso le basta para revalidar su reelección.

Sin embargo, se equivoca. Los números comienzan a no darle; la tendencia a la baja es palmaria. Y, por otro lado, no hay que descartar que en el tramo final —como ya pasó en el 2021 y 2023— cualquier otro candidato afín ideológicamente a él se cuele en la escena electoral y le desgaje una buena parte de su actual intención de voto.

Veremos qué pasa en estos próximos meses en el Ecuador. Ojalá no tengamos que inaugurar ninguna cátedra nueva en las Ciencias Políticas que nos tenga que explicar el siguiente enigma: “Lo Inútil como atributo positivo en Democracia”.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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