Reaparición de la Resistencia Juvenil Cochala
Yuri Torrez
Cuando me dirigía a mi casa, la noche del viernes 26 del presente mes, en la intersección de las avenidas Libertador y América apareció raudamente con poses provocativas un puñado de motociclistas identificados con la Resistencia Juvenil Cochala (RJC) que venían de haber participado en el cabildo convocado por el Comité Cívico de Cochabamba y se dirigían a la plaza de Cala Cala, lugar convertido en un ícono de esta agrupación motoquera en la crisis política del año 2019.
Denuncias poscabildo apuntan al proceder violento de esta agrupación. Nelson Cox, abogado del exmandatario Evo Morales, acusó a esta agrupación juvenil de haberlo emboscado en su vehículo perpetrando agresiones verbales y físicas a su persona y maltratando a su motorizado. Y otra denuncia daba cuenta de que la sede de los productores de hoja de coca fue invadida por los jóvenes de la RJC ocasionando destrozos, inclusive robos en el inmueble. En ambas denuncias se hablaba de “actos fascistas”.
Estas denuncias contra la RJC reactivan la memoria de aquellos episodios agresivos teñidos de actos racistas contra sectores populares y campesinos producidos hace un lustro. En su informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), a partir del proceder violento de esta agrupación en la crisis política del 2019, recomendó su desarticulación.
La reaparición de la RJC se da en el contexto de la crisis interna del Movimiento Al Socialismo (MAS). Esa trifulca en este partido llevó al país a una situación crítica con un bloqueo de caminos protagonizado por los correligionarios del expresidente, que, en este octubre, pone en vilo, otra vez, al país. Este bloqueo tiene un efecto directo en Cochabamba. La entidad cívica cochabambina, a solicitud de comerciantes y transportistas, sectores afectados por el bloqueo, convocó a un cabildo como una forma de protesta por los perjuicios que estaba provocando esta medida de presión de los evistas. En este cabildo se mimetizaron aquellos sectores reaccionarios que en el curso de las movilizaciones de octubre/noviembre del 2019 elogiaron el actuar violento de la RJC. Inclusive, estos sectores pidieron al cabildo se tome acciones radicales como el desbloqueo que provocó tensiones en el cabildo.
Esa crisis interna del MAS se constituye en un factor para el resurgimiento de la RJC. El pensador italiano Antonio Gramsci hablaba de la “contrarrevolución” como síntoma del surgimiento del fascismo. Esta categoría sirve para estudiar a sectores urbanos movilizados, muchos de ellos reaccionarios que, en octubre/noviembre del 2019, esgrimían un discurso anclado en el clivaje evista/antievista. A partir de la crisis actual, merced a las luchas internas del MAS, estos sectores encontraron otro pretexto para volver al escenario público y, en el caso específico de la RJC, con su violencia y racismo ya conocidos.
Aquí quizás existe una reflexión profunda, ya que esa voluntad nacional-popular que encarnaba el MAS para encarar un proceso de transformación societal y estatal hoy está despojada de toda esa energía emancipatoria, reduciéndose a intereses corporativos y, más aún, a apetitos personales que no solamente están clausurando un ciclo político que sirvió para ampliar la justicia social y reducir la desigualdad social, sino un efecto perverso de esta crisis quizás sea la reaparición de la RJC convertida en una metáfora de aquella ultraderecha que sigue rondando, como un fantasma, para acechar a la democracia. La RJC es parte de esa “contrarrevolución”; o sea, es una amenaza en ciernes para la convivencia pacífica de los/las bolivianos/as.