El show debe terminar (2)
Dionisio J. Garzón M.
En el caso del Mutún, en el libro citado (Opus. Cit., pp. 57 y siguientes) apuntaba: “desde que en 1845 Francis Castenau descubrió la serranía del Mutún-Urucum, no se ha podido integrarla al circuito minero nacional. Una situación geográfica muy poco afortunada en el centro del continente, en el límite entre dos países, lejos de ambas costas y de los mercados, condicionó la planificación de la explotación de la parte boliviana del yacimiento (Mutún) a la necesaria coordinación con los vecinos Brasil y Paraguay para el uso del río Paraguay como única salida para potenciales productos bolivianos a los mercados del sur del continente y también a las aguas del océano Atlántico y a los mercados de ultramar. Aunque tenemos otros yacimientos de hierro, como Changolla e Irpa Irpa en Cochabamba, a través de la historia la preocupación mayor y el sueño de generaciones fue siempre desarrollar el ‘gigante dormido’ del Mutún”.
¿Por qué seguimos sin concretar la operación de la fundidora hasta ahora? Si bien se avanzó en la instalación de maquinaria y equipo para operar una planta modular que en su primera etapa produciría acero y productos terminados (perfiles, planchas y alambrón entre otros) para el mercado nacional, persisten los problemas de energía e infraestructura de transporte; en las condiciones actuales, el suministro de gas a precio preferencial parece cada vez más lejano; el tramo de acceso Mutún- Puerto Busch y la infraestructura portuaria siguen con problemas, etc. Al margen de aquello, siempre afirmé que la operación rentable de una acería depende de economías de escala: mientras mayor producción se alcanza se pueden tener perfiles de costos adecuados. ¿Será nuestra planta, de capacidad productiva de 250.000 o si llega a 500.000 ton/año, rentable y competitiva frente a las acerías vecinas en Sudamérica con capacidades mayores a 1 millón de ton/año? El hierro es un metal muy común y cada vez se añaden fundidoras alrededor del mundo que son mega fundidoras de bajísimo costo que inundan de acero y derivados a los países del orbe. Para citar un ejemplo: Río Tinto, una de las gigantes de la industria, inició obras en su nueva mina Simandou en Guinea, que será la operación de hierro más grande del mundo según las declaraciones de prensa de Boíl Baatar, líder del Comité Ejecutivo de Río Tinto en Guinea; superando al proyecto Oyu Tolgoi en Mongolia, otro megaproyecto de esa corporación. Así las cosas, los océanos están colmados de grandes buques metaleros que transportan una variedad de productos intermedios y finales de hierro y acero, y muchos otros productos en sus buques graneleiros, tankers etc., nominados según sea su carga transportada. En ese contexto, otra grande de la industria, Companhía Vale Do Río Doce CVRD, cuya flota logró transformar por su gran performance económica la distancia física en distancia económica, logró la rentabilidad de sus minas de hierro: en Carajas en el lejano Estado de Pará, hoy la explotación de hierro a cielo abierto (Open pit) más grande del mundo, y en Urucum, la mina vecina de Mutún.
Ése es el perfil actual de la industria; si consideramos además la política de expansión de los grandes productores, que llegó a subsidiar la venta de sus productos en ultramar para mantener su presencia en el subcontinente, la competencia es (y será) cada vez más dura; ya se han producido cierre de operaciones en algunas fundidoras en Sudamérica frente a este fenómeno del mercado del hierro y el acero. A ese entorno vamos caminando con Mutún, que no tiene ni de lejos una infraestructura competitiva para pensar en llegar a mercados de ultramar. Y con el reducido mercado interno que tenemos, cabe preguntarnos ¿Hemos hecho los estudios pertinentes de PEA, PFS y FFS (siglas en inglés de valoración económica preliminar, prefactibilidad y factibilidad final) para asegurar que estamos pisando tierra firme y hemos dejado de soñar? Como dice la canción, el tiempo dirá que sucede.
*Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.