Volver al Estado colonial
César Navarro
El origen del Estado Plurinacional está en la politización de los sindicatos campesinos, que rompieron con la tradición eurocéntrica del Estado-nación impuesta y asimilada como la normalidad estatal.
Es una ruptura que implica la deconstrucción a partir del conflicto contra el Estado, también al interior de las sociedades urbanas y rurales, de las subjetividades individuales y colectivas que tienen en sus creencias códigos de racionalidad expresada en juicos de valor y sentido común sobre el orden social, político, cultural, económico, religioso y sobre los actores del conflicto.
El Estado en una síntesis de una razón hegemónica convertida en verdad, disciplinando y ordenando la forma de vida de las sociedades; sus quiebres no son asumidos como crisis, sino como reafirmación de su razón; para imponer la verdad recurren a la fuerza estatal policial, militar, judicial, mediática o religiosa; es el momento de validar su razón frente a los que subvierten el orden existente.
El Estado, temporalmente, existe a partir de las manifestaciones de su fuerza, derrotando, reprimiendo, encarcelando a los sectores subalternos. Estos hechos en nuestra historia local fueron la postergación del conflicto, que vuelven a emerger en un calendario sin fechas y con agendas diversas; los actores que lideran están más allá del sujeto individualizado porque actúan como comunidad con identidad.
El Estado, al criminalizar la protesta, identifica como “delincuentes”, “terroristas”, “subversivos” a los movilizados y a los dirigentes, por ello buscan la sanción penal para escarmentar y disciplinar a los sectores subalternos.
Los movimientos que cerraron el ciclo del Estado represivo fueron: las movilizaciones de Tierra, Territorio, Coca, Soberanía, lideradas por los productores de la hoja de coca del Trópico de Cochabamba (1994); la Guerra del Agua, liderada por fabriles, regantes/campesinos, sectores urbano-populares en Cochabamba (2000); la instalación del Cuartel Indígena de Qalachaca, liderada por los campesinos aymaras en el altiplano paceño (2001); la Guerra del Gas, liderada por aymaras, quechuas, juntas vecinales de El Alto (2003); son el testimonio de movilización de las comunidades, su forma de organización es predominantemente sindical.
Cerrar ese ciclo implicó que asumieron su responsabilidad de liderar el nuevo tiempo político, se constituyeron en el actor colectivo hegemónico; su razón no fue impuesta, fue propuesta a la Asamblea Constituyente. Por el contrario, el actor sindical campesino, indígena, originario y popular enfrentó a la violencia social, política y racial de los grupos y sectores otrora propietarios del Estado; estos grupos fueron derrotados en dos escenarios democráticos por el soberano: el referéndum revocatorio/ratificatorio y el referéndum constitucional para aprobar la Constitución, el valor del triunfo estuvo en la movilización del pueblo.
Las élites de poder desplazadas no admitieron su derrota, conspiraron constantemente con el padrinazgo imperial, conformaron grupos político-cívico-empresariales atrincherados regionalmente, no para ser oposición liberal y democrática, sino oposición desestabilizadora, ideológicamente de derecha y extrema derecha; su momento más alto fue tomar por asalto el gobierno, que a la vez fue su frustración por la catastrófica gestión de Áñez.
Ahora, el Gobierno desconoció el origen y al sujeto del Estado Plurinacional, retomó los métodos del viejo Estado colonial represivo, deteniendo, penalizando, además de sindicarlos con los clásicos códigos de descalificación y presentándolos públicamente como delincuentes a los campesinos.
El beneficiario político y también electoral son las élites desplazadas, son las que alimentan con su narrativa la utilización de la violencia estatal, esgrimen la misma terminología, “Estado de derecho”, “libre transitabilidad”, “grupos subversivos”, etc., que fue empleada para imponer el neoliberalismo a través de los estados de sitio. Disponen de los medios porque son propietarios, crean la imagen negativa como sentido común contra el actor con rostro sindical campesino, indígena, originario; el conflicto y enfrentamiento dentro el bloque plurinacional-popular es la excusa que necesitaban para enterrar las banderas de este tiempo político.
Para el poder, lo que sucedió significa restituir “el orden, la paz y la tranquilidad”; para los pueblos, es un episodio más de su lucha esta experiencia alimenta emotiva, simbólica e ideológicamente su sentir y praxis.
*César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.