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Tuesday 3 Dec 2024 | Actualizado a 03:44 AM

Volver al Estado colonial

César Navarro

/ 8 de noviembre de 2024 / 06:02

El origen del Estado Plurinacional está en la politización de los sindicatos campesinos, que rompieron con la tradición eurocéntrica del Estado-nación impuesta y asimilada como la normalidad estatal.

Es una ruptura que implica la deconstrucción a partir del conflicto contra el Estado, también al interior de las sociedades urbanas y rurales, de las subjetividades individuales y colectivas que tienen en sus creencias códigos de racionalidad expresada en juicos de valor y sentido común sobre el orden social, político, cultural, económico, religioso y sobre los actores del conflicto.

El Estado en una síntesis de una razón hegemónica convertida en verdad, disciplinando y ordenando la forma de vida de las sociedades; sus quiebres no son asumidos como crisis, sino como reafirmación de su razón; para imponer la verdad recurren a la fuerza estatal policial, militar, judicial, mediática o religiosa; es el momento de validar su razón frente a los que subvierten el orden existente.

El Estado, temporalmente, existe a partir de las manifestaciones de su fuerza, derrotando, reprimiendo, encarcelando a los sectores subalternos. Estos hechos en nuestra historia local fueron la postergación del conflicto, que vuelven a emerger en un calendario sin fechas y con agendas diversas; los actores que lideran están más allá del sujeto individualizado porque actúan como comunidad con identidad.

El Estado, al criminalizar la protesta, identifica como “delincuentes”, “terroristas”, “subversivos” a los movilizados y a los dirigentes, por ello buscan la sanción penal para escarmentar y disciplinar a los sectores subalternos.

Los movimientos que cerraron el ciclo del Estado represivo fueron: las movilizaciones de Tierra, Territorio, Coca, Soberanía, lideradas por los productores de la hoja de coca del Trópico de Cochabamba (1994); la Guerra del Agua, liderada por fabriles, regantes/campesinos, sectores urbano-populares en Cochabamba (2000); la instalación del Cuartel Indígena de Qalachaca, liderada por los campesinos aymaras en el altiplano paceño (2001); la Guerra del Gas, liderada por aymaras, quechuas, juntas vecinales de El Alto (2003); son el testimonio de movilización de las comunidades, su forma de organización es predominantemente sindical.

Cerrar ese ciclo implicó que asumieron su responsabilidad de liderar el nuevo tiempo político, se constituyeron en el actor colectivo hegemónico; su razón no fue impuesta, fue propuesta a la Asamblea Constituyente. Por el contrario, el actor sindical campesino, indígena, originario y popular enfrentó a la violencia social, política y racial de los grupos y sectores otrora propietarios del Estado; estos grupos fueron derrotados en dos escenarios democráticos por el soberano: el referéndum revocatorio/ratificatorio y el referéndum constitucional para aprobar la Constitución, el valor del triunfo estuvo en la movilización del pueblo.

Las élites de poder desplazadas no admitieron su derrota, conspiraron constantemente con el padrinazgo imperial, conformaron grupos político-cívico-empresariales atrincherados regionalmente, no para ser oposición liberal y democrática, sino oposición desestabilizadora, ideológicamente de derecha y extrema derecha; su momento más alto fue tomar por asalto el gobierno, que a la vez fue su frustración por la catastrófica gestión de Áñez.

Ahora, el Gobierno desconoció el origen y al sujeto del Estado Plurinacional, retomó los métodos del viejo Estado colonial represivo, deteniendo, penalizando, además de sindicarlos con los clásicos códigos de descalificación y presentándolos públicamente como delincuentes a los campesinos.

El beneficiario político y también electoral son las élites desplazadas, son las que alimentan con su narrativa la utilización de la violencia estatal, esgrimen la misma terminología, “Estado de derecho”, “libre transitabilidad”, “grupos subversivos”, etc., que fue empleada para imponer el neoliberalismo a través de los estados de sitio. Disponen de los medios porque son propietarios, crean la imagen negativa como sentido común contra el actor con rostro sindical campesino, indígena, originario; el conflicto y enfrentamiento dentro el bloque plurinacional-popular es la excusa que necesitaban para enterrar las banderas de este tiempo político.

Para el poder, lo que sucedió significa restituir “el orden, la paz y la tranquilidad”; para los pueblos, es un episodio más de su lucha esta experiencia alimenta emotiva, simbólica e ideológicamente su sentir y praxis.

*César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Claure, el propietario

César Navarro

/ 21 de noviembre de 2024 / 06:00

Los sentimientos y sentidos de pertenencia marcan la diferencia; los pueblos, sectores obreros, populares y barriales, afirman con un alto nivel de emotividad “nuestra Bolivia”, “nuestra patria”, enunciación en primera persona porque manifiesta su sentido de pertenencia a “nuestra”. Esta afirmación no es un chauvinismo regionalista, sino un acto conciencial porque identifica a la Patria como su yo colectivo identitario. En la otra vereda están los que expresan a Bolivia como su propiedad, se ubican por encima del Estado y, obviamente, de la sociedad, y nos dicen “hay que salvar Bolivia”.

Esta última afirmación no es una casualidad de estos tiempos de crisis, sino la reiteración de una frase que sintetiza su relación con la Patria. La fuente identitaria es la propiedad, la explotación y el excedente, razonan no solo como propietarios sino como clase social capitalista.

El capitalismo en nuestro país se desarrolla en condiciones periféricas, tributan o transfieren el excedente a los centros hegemónicos imperiales. Esa relación de subordinación/dependencia dentro el capitalismo construyó simultáneamente una cultura de superioridad colonial capitalista-endógena; nos vieron y nos ven como el objeto y la fuente inagotable de recursos naturales y humanos; por ello no es casual que reivindiquen y defiendan la seguridad jurídica, condición sine qua non para el desarrollo bajo la lógica del capital. Esta posibilidad requiere de un Estado fuerte, de un gobierno que imponga el imperio de la ley, toda la institucionalidad política, jurídica, policial, militar dispuesta a hacer cumplir la verdad estatal como la razón de la civilización.

El capitalismo no defiende solo al capital, sino al capitalismo como sistema; ahí radica el sentido que tiene sobre la patria.

El deseo de que Bolivia vuelva a la senda estatal neoliberal ortodoxa no es nuevo, pero hoy tiene mayor relevancia por la crisis dentro el bloque indígena popular; las opciones con más o menor intensidad giran bajo el paraguas de los referentes de extrema derecha de la región: Bukele, Milei, Bolsonaro y envalentonados con el triunfo de Trump.

Claure, el multimillonario empresario boliviano, considerado por una revista de negocios como uno de los de mayor influencia continental y además ser el propietario de tres equipos de fútbol profesional en Bolivia, Estados Unidos y España. Esa aureola le da el derecho de arrogase y se considera a sí mismo el mediador, gestor, promotor de acuerdos políticos, empresariales, para salvar Bolivia. El capital impone el bastón de mando sobre la patria.

Desde su pulpito empresarial, autoconsiderado su salón oval, se brindó con la cobertura mediática que necesitaba “mediar” entre el expresidente Morales y el presidente Arce; su lógica de razonamiento emerge del sentido de propiedad que le da el capital, se pone por encima del Illimani, ve al indio y al académico pelearse como si fuesen sus vasallos y los llama para que se abuenen.

Recorre a la otra vereda, ve a varios autoproclamados presidenciables, cada uno de los candidatos con o sin sigla, anunciando a los cuatro vientos que serán el próximo presidente; otros, en su orfandad, pidiendo primarias para definir candidatura unitaria, un empresario y eterno candidato comprando espacios en los medios, presentando sus propuestas ante un auditorio lleno de asistentes sin ilusión y un alcalde que se siente el chocolate electoral que endulzará su ascenso presidencial. Lo que prima ante él —Claure— es el sentido de paternidad capitalista; considera a los aspirantes presidenciales parte de su círculo, pero periférico; por ello se “ofrece a conversar con ellos”; pero como ve que es una maraña indescifrable toda la oposición, decidió dar el toque final, contrató una consultora internacional para que haga una encuesta de preferencia electoral, para conocer el veredicto y alinee al club de amigos opositores.

Hoy, el amigo y admirador de los íconos de la extrema derecha internacional, sin rubor, lanza la consigna inspirada en las frases de Trump “Make Bolivia Great” (Haz a Bolivia Grande); su reto es hacer grande el capital explotando la riqueza natural estratégica que poseemos; para ello necesita un gobierno que le rinda pleitesía.

El capitalismo tiene en el sentido de propiedad sobre los Estados su razón de ser; democracia o dictadura son opciones; mientras sean útiles, recurren a cualquier método y tienen los medios y el discurso que justifique uno u otro modelo político de dominación.

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Crisis, estado de situación negativa

César Navarro

/ 10 de octubre de 2024 / 06:00

Para abordar el análisis vamos a partir definiendo el sentido de la utilización del concepto de crisis como “estado de situación negativa”, como temporalidad, que es a la vez —la crisis— consecuencia de lo que antecede y a la vez es causa de lo que le precede.

La crisis política de la institucionalidad democrática de octubre-noviembre del 2019 que derivó en el golpe de Estado, fue superado reencausando los órganos de poder del Estado —Ejecutivo y Legislativo— a la constitucionalidad efecto de la movilización popular.

Reencausar la institucionalidad significó la presencia de otros actores políticos que son consecuencia de la crisis de octubre-noviembre y de la catastrófica gestión del gobierno de facto. La legitimidad no estaba centrada en el resultado electoral, sino en lo que significaba para las y los bolivianos la salida a la crisis, volver a otorgarle democráticamente al MAS la titularía estatal. 

El MAS asumió el gobierno heredando las consecuencias políticas internas de la crisis de octubre-noviembre, con cierta ironía y sabiduría política se decía “recuperamos el gobierno, pero no el proceso”, esta frase sintetizaba que la lógica liberal-representativa electoral no significaba el reencuentro del núcleo orgánico campesino sindical, indígena, originario y popular con el horizonte de la “revolución democrática cultural”.

Esta realidad nos mostraba un déficit interno del proceso, nos obligaba a relecturar autocríticamente el escenario estatal, político, sindical y social donde nos desenvolvíamos, las tareas estatales, económica, productivas, políticas, eran diferentes, ojo no opuestas, a los tiempos políticos desde inicios de siglo, pero se privilegió el “yo revolucionario” frente al otro, ese fue el momento de la visibilización de la grieta.

La grieta se ensanchaba alimentando el vacío que nos alejaba, empezaron a aflorar las diferencias, pero a partir de la negación del otro lo que condujo a crear un estado de situación negativa.

Los congresos de la Confederación de Campesinos, de la Confederación de Mujeres Bartolina Sisa, de la Confederación de Interculturales derivaron en la división con la intervención de la policía de por medio, se fracturó el núcleo del proceso, la imagen que se irradia a lo externo es de enfrentamiento, la unidad del núcleo que fue lo virtuoso para liderar y enarbolar la transformación estatal se está diluyendo por la forma como se amplifica mediáticamente el conflicto con una fuerte intencionalidad política conservadora.

El congreso del MAS suspendido indefinidamente por intervención del Tribunal Electoral y del Tribunal Constitucional atiza la crisis, la intervención de los órganos estatales no tiene la finalidad de cuidar la institucionalidad partidaria, sino exacerbar el enfrentamiento a partir del no reconocimiento de las competencias partidarias de la dirección política y dilatar la resolución de rechazo al congreso que se desarrolló en El Alto. La única organización política que tiene presencia en la totalidad del territorio nacional se lo presenta diariamente como ingobernable internamente. Esta característica es la fuente mediática pero difundida negativamente.

El MAS, los dirigentes políticos y sociales no son presentados como el factor de la política, sino factor del conflicto, del enfrentamiento, al extremo que dirigentes sociales pro-gubernamental exigen procesos penales y detenciones para los dirigentes opuestos, estas exigencias son amplificadas en los titulares de los noticieros centrales.

Lo que el sentido común está consumiendo es imagen negativa de crisis.

Los medios, los eternos “analistas”, las diversas y folclóricas oposiciones que profesan teológicamente el sentido colonial y racial, este estado de situación de crisis es la mejor justificación para abanderar su vieja y clásica retorica anti-revolución democrática cultural.

Así como el 2019 exacerbaron las emociones urbanas con la idea del “fraude” para oponerse al triunfo electoral, ahora persiguen una meta que no está en ofrecer una alternativa, sino en descalificar al bloque sindical campesino, indígena, originario, popular y al Instrumento Político e invalidar su liderazgo.

Su estrategia esta develada, es mantener y agudizar este estado de situación negativa de crisis indefinidamente, el paso siguiente será difundir masivamente en los medios y en las redes al MAS y las organizaciones como los enemigos de la “civilización democrática”, así tender la alfombra para el retorno de la derecha.

César Navarro Miranda  es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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LA CRISIS DE 2019 II

Crónica del cambio de liderazgos en las movilizaciones de noviembre de 2019 desde el punto de vista del MAS

/ 24 de febrero de 2021 / 12:25

Desde el 22 de octubre hasta el 4 de noviembre de 2109, los actores directos sin intermediarios fueron los cívicos, la consigna era “anulación de elecciones” y “renuncia del Presidente y del Vicepresidente”. Los candidatos y políticos de las derechas políticas se alinearon a la ultra derecha cívica, perdieron iniciativa y su subsistencia dependía de su relación de subordinación-dependencia.

Luis Fernando Camacho asumió de hecho el liderazgo del golpe, empezó una articulación múltiple con las iglesias católicas y evangélicas, desplazamiento y control territorial urbano nacional, coordinación y subordinación a su mando de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, desde el 23 de octubre hasta las 17 horas del 10 de noviembre, todos los dirigentes cívicos, incluido el Conade estaban bajo el mando cívico cruceño.

El domingo 10 de noviembre, a las 07:30 de la mañana Evo anunciaba la anulación de las elecciones, convocatoria a nuevos comicios y elección de un nuevo Tribunal Supremo Electoral (TSE) presionado-chantajeado por el informe de la Organización de Estados Americanos (OEA); ese era el último y mejor momento para Mesa, pero él decidió rechazar, lo que demuestra su condición de político de imagen mediática y no así con liderazgo político.

Camacho al asalto y toma del Estado. Camacho, al estilo de la derecha venezolana en el golpe contra Hugo Chávez en 2002, plantea “renuncia del Presidente y Vicepresidente, cierre de la Asamblea Legislativa Plurinacional, renuncia de todos los miembros del Órgano Judicial y del Tribunal Electoral Plurinacional”, es decir, plantea el asalto y control total del Estado con la conformación de un gobierno de “notables”. En Venezuela, militares y empresarios con similar dinámica detuvieron, secuestraron, a Chávez, cerraron el parlamento, cesaron a autoridades judiciales y nombraron presidente de Venezuela a las 3 de la madrugada a Pedro Carmona, que era presidente de la federación de empresarios venezolanos.

Camacho tenía la subordinación y control de militares y policías, subordinación de los políticos de las derechas, por tanto, el mango de la sartén del golpe para definir o designar a los “notables” para tener el control total del Estado sin ningún tipo de institucionalidad. Esta ilusión le duró desde las 10 de la mañana del 10 de noviembre hasta las 17:30. Se trasladó con seguridad policial desde su hotel en la zona Sur de La Paz hacia el edificio de la UTOP en plaza Murillo, de ahí hacia el Palacio Quemado. Tres personajes: Camacho, Marco Antonio Pumari y Eduardo León, con una Biblia y la tricolor boliviana como demostración del poder de la república colonial, del dominio de la religión sobre los paganos del pueblo plurinacional.

Ese es el tiempo mínimo de gloria de Camacho y Pumari, se sentían realizados, libertarios políticos y religiosos mientras oraban de rodillas en el hall de Palacio; los políticos de las derechas, sin capacidad de organizar una sola reunión de café, deciden volver a sus pasos del poder colonial republicano, recurren a la Iglesia Católica. Esta institución, a través de la principal autoridad de la Conferencia Episcopal Boliviana, monseñor Ricardo Centellas, que también denuncio fraude, exigió la renuncia del presidente y nuevas elecciones desde el exterior el 23 de octubre, sin tener o presentar un mínimo de prueba, lo que valía era su voz,  la voz santa, la voz del Señor, la voz de los creyentes; toma bajo su responsabilidad el resultado del golpe, es decir, la organización del gobierno del golpe.

La Iglesia convoca en el edificio de la Universidad Católica Boliviana en La Paz a Camacho, asiste Jerjes Justiniano en su representación, que luego será nombrado ministro de la Presidencia del gobierno de facto; a Carlos Mesa, asiste Ricardo Paz, jefe de campaña de Comunidad Ciudadana; a Waldo Albarracín en representación de la Conade; a la Unión Europea, a la representación de la Embajada de Brasil; también son partícipes de la reunión Jorge Tuto Quiroga, Luis Vázques Villamor, Samuel Doria Medina, Roberto Moscoso. Es el momento que Camacho pierde el control del golpe, se vuelve en uno más para las cuotas de poder estatal y burocrático.

Este es el grupo que de facto, bajo la tutela de la Iglesia Católica, le arrebata la organización del gobierno y control del Estado a Camacho. Organizan el gobierno, para ello, como lo reconoció Albarracín en un entrevista (Radio Deseo con María Galindo), se buscó una solución lo “más constitucional posible”; se acuerda que la segunda vicepresidenta del Senado, una senadora sin ninguna relevancia política ni regional, militante de Demócratas solo con la casualidad de ocupar un cargo en la directiva por cuotas que corresponden a las minorías, sea la presidenta.

Esta decisión es determinante porque las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se subordinan de manera inmediata a la senadora que estaba en Trinidad, es decir, los políticos de las derechas empezaron a operar quirúrgicamente para que no exista escisión en militares y policías en esta definición sobre el poder político de facto.

48 horas de gobierno de militares y policías. La Policía deja el amotinamiento y se desplaza territorialmente al igual que los militares en todo el país, vivimos 48 horas de gobierno militar-policial. Represión con balas a las movilizaciones, muertes en Ovejuyo, Rosales, Chasquipampa, El Pedregal, el control policial en plaza Murillo para impedir el ingreso de los senadores del MAS a la Cámara de Senadores e instalar la sesión y de esa manera garantizar que la senadora Jeanine Áñez se autonombre presidenta del Senado, luego en sesión (que nunca se instaló) sin quórum de la Asamblea Legislativa Plurinacional se autoproclame presidenta.

El control armado del territorio nacional y de la infraestructura de la Asamblea, la protección militar a Jeanine desde Trinidad hasta La Paz, posibilita que se consolide el golpe suave con la auto-elección-proclamación, era el procedimiento como excusa para mostrar que hubo sucesión constitucional.

Mesa y Camacho perdieron sus oportunidades en los momentos decisivos, les arrebataron las derechas políticas con la bendición, auspicio y organización de la Iglesia Católica.

(*) Segunda y última parte de la crónica de la crisis de octubre-noviembre de 2019 enviada por el exministro.

(**) CÉSAR NAVARRO M. exdiputado del MAS, exministro de Minería

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La crisis de 2019

Mesa es el actor mientras es opción electoral anti Evo, pero no es posibilidad de gobierno para las derechas

/ 10 de febrero de 2021 / 15:50

El triunfo en el referéndum del 21F aparentó el exitismo electoral de todas las derechas, porque (desde 2005) fue la primera y única elección en la que vencieron a Evo, pero esa victoria no era en sí misma una opción política de gobierno desde las oposiciones; fue un triunfo que impedía la modificación de la Constitución para una segunda repostulación en las elecciones nacionales.

La Sentencia Constitucional 0084/2017 resuelve la “aplicación preferente del Artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por ser la norma más favorable en relación a los derechos políticos”. En los hechos, habilita la repostulación indefinida de autoridades electas. Fue el argumento necesario que requerían las oposiciones para posicionar en el ideal urbano la dictadura y fraude. Este es el elemento central que da sustento a las movilizaciones urbanas lideradas por los comités cívicos, y en La Paz, ante la ausencia de una organización cívica que cohesione la “paceñidad”, fuerzan la aparición de una instancia política fundada a inicios de los 80, el Conade, liderado ese momento por la COB y la FSTMB y las organizaciones de izquierda como la UDP (MNR-I, PCB, MIR Hernán Siles Suazo y Jaime Paz Zamora y el PS-1 con Marcelo Quiroga Santa Cruz). Ahora es el rector de la UMSA Waldo Albarracín y Rolando Villena, ex defensor del Pueblo, con el apoyo de la APDHB y la ONG Jubileo de la Iglesia Católica que presentan la idea de una oposición cívica-urbana a la candidatura de Evo-Álvaro. El fraude ya se constituye en una estrategia como norte.

La composición política electoral de las oposiciones de 2019 no trascendió más allá de lo que fueron las derechas electorales desde 2005. Alianzas temporales de coyuntura electoral, sin renovación, su tiempo de vida política dura el tiempo de la campaña electoral, para convertirse tras las elecciones en voces individuales que subsisten en los medios de comunicación, para hacer del slogan mediático su forma de comunicación política.

Las candidaturas de Óscar Ortiz con los Demócratas y la Gobernación de Santa Cruz y Víctor Hugo Cárdenas con las iglesias evangélicas eran solo fotografías en la papeleta electoral. Mesa es la imagen, pero no el liderazgo, que concentra la mejor opción de oposición electoral; por ello que los cabildos cívicos dirigen el voto castigo contra Evo a favor de Mesa, es decir, él no es la opción de gobierno, sino la alternativa electoral contra Evo. No votaron por Mesa, sino más bien votaron contra Evo.

Esto es importante, porque Mesa es el actor mientras es opción electoral anti-Evo, pero no es posibilidad de gobierno para las derechas.

Toda la derecha política durante la campaña criticó y descalificó la candidatura de Mesa, el gonismo desde los Estados Unidos a través de Mauricio Balcazar (yerno de Goni) informaba a través de los medios que pagaron $us 1,2 millones a Mesa para la candidatura junto a Goni en 2002, incluso el periodista uruguayo Emilio Martínez publicó el libro El caudillo ilustrado, que describe con fechas, facturas, reuniones las condiciones del acuerdo y la entrega de los recursos económicos.

La derecha que manejó el Estado, y que entiende de política, conocía que Mesa no es opción de gobierno sólido, pero tiene imagen, por eso fue la mejor opción de la oposición electoral anti-Evo; es su mérito circunstancial.

‘FRAUDE’. El fraude fue construido como ideal y hecho político desde todas las oposiciones internas, externas y no así como un hecho jurídico.

Los dos momentos fueron la sentencia 0084/2017 como argumento, y la renuncia de tres vocales del Tribunal Supremo Electoral (TSE) como excusa. La sentencia fue el argumento necesario, pero en octubre de 2018 la renuncia de los vocales José Luis Exeni (vicepresidente) y Katia Uriona (presidenta), y en enero de 2019, la de Dunia Sandoval, fue la excusa estratégica muy bien utilizada para posicionar socialmente en el mundo urbano el fraude. La sentencia constitucional —según las oposiciones— permitía la eternización en el poder, descalificando explícitamente al soberano, que es quien decide quiénes serán sus autoridades ejecutivas y legislativas, porque la habilitación a la repostulación no significa sustitución de la voluntad democrática del pueblo, ese derecho de la elección es un principio inalienable. Pero, la sentencia fue utilizada como sinónimo de eternización y dictadura.

Las renuncias de los vocales fueron definidas como la organización desde el TSE del fraude, porque los vocales institucionalistas habrían abandonado el Órgano porque no estaban de acuerdo con la manipulación electoral a favor del candidato-presidente.

La crisis se construye. El primer momento es anunciar, no denunciar, la organización del fraude, principalmente durante un año (octubre 20182019); el segundo momento (las tres primeras semanas de octubre) la convocatoria al voto castigo contra Evo a favor de Mesa, y desacato si es que el oficialismo vencía en las elecciones. Y el tercer momento, que dura solo tres días  (20, 21, 22 de octubre), segunda vuelta como sinónimo de triunfo electoral; ahí Mesa se siente triunfador, pero ello es efímero porque los mismos actores “cívicos” son los que deciden desechar la segunda vuelta y a Mesa, y optan por la estrategia de la renuncia del Presidente y Vicepresidente y nuevas elecciones.

La capacidad de imponer en el sentido común urbano el ideal del fraude es su mayor triunfo político, lo que explícitamente deslegitimaba cualquier resultado de triunfo del candidato-presidente. El resultado electoral tenía una diferencia de más de 10% (lo que establece la CPE), pero mínima para reconocer el triunfo. Ahí el actor fundamental es la OEA, que sin tener el resultado oficial del TSE, es decir, el cómputo de las actas oficiales en forma pública y solo con el informe preliminar del TREP, que además no es vinculante, como lo establece la norma, anuncia o sentencia que no es creíble el triunfo del oficialismo y lo recomendable es la segunda vuelta. Hasta este momento, el actor aparentemente era Mesa. Mesa capitalizó el voto contra Evo, desplazó de Santa Cruz a los Demócratas y a Ortiz, tenía las posibilidades de liderar las movilizaciones urbanas, pero se equivocó. Sigo creyendo que era la imagen política de unidad de todas las derechas políticas y cívicas anti-Evo.

(*) César Navarro fue diputado del MAS, exministro de Minería

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Oposición: la cruda realidad

La derecha no  renovó liderazgos; con los que tiene no logra seducir a los votantes ni articular  a la totalidad.

/ 19 de septiembre de 2018 / 06:35

La composición política de la oposición consiste en: gobernadores y alcaldes que lograron constituir su partido político a través de las instituciones subgubernativas que dirigen; exautoridades políticas estatales de la época del neoliberalismo que tienen siglas electorales sin militancia política; opinadores políticos sin filiación partidaria, constituyéndose en voceros; y, las autonominadas plataformas ciudadanas.

Lo único novedoso son las plataformas, los otros son personajes que nacieron en el neoliberalismo y deambulan en el nuevo escenario político del Estado Plurinacional.

Rubén Costas puede ser considerado el beneficiario político de la crisis estructural de la derecha boliviana, su liderazgo emerge del Comité Cívico pro Santa Cruz, su punto más alto puede ser considerado el cabildo de 2004, que derivó en arrancarle al expresidente Carlos Mesa la convocatoria a la elección de prefectos en cada departamento. Como prefecto electo en 2005, en el movimiento del Consejo Autonómico, del Conalde (Consejo Nacional Democrático) o el referéndum anti e inconstitucional de Estatuto Autonómico de Santa Cruz (que intentó bloquear la Asamblea Constituyente) estuvo subordinado al mando del presidente del Comité Cívico Branko Marincovik; sus dos reelecciones posteriores (2010 y 2015) en la Gobernación fueron por su capacidad de monopolizar el espacio público desde la Gobernación, aunque sin el mismo efecto en los gobiernos municipales del departamento. Sus alianzas electorales nacionales con Manfred Reyes Villa en 2009 y con Samuel Doria Medina en 2014 le permitieron tener representación parlamentaria. La fundación de su organización política Demócratas como posible opción electoral nacional lo proclamó tempranamente (2015) candidato a Presidente del Estado, pero esa ambición fue derrotada por su alcalde cochabambino José María Leyes, acusado y destituido por sobreprecios en las mochilas escolares.

La máxima aspiración de Costas hoy es formar parte de una coalición electoral que le permita mínimamente repetir su bancada parlamentaria y él ser candidato al municipio de Santa Cruz de la Sierra. En la medida en que no tenga un rol político público vinculado a un escenario local, perderá el protagonismo público y mediático.

Doria Medina soñó con ser el heredero de Jaime Paz Zamora dentro del mirismo; no pudo y fundó su propio partido político, Unidad Nacional (UN). UN, más que partido es una sigla electoral que tiene la presencia solo por el poder económico que dispone. Su participación en las elecciones nacionales, sin alianzas, fue: 7,8% en 2005 y 5,7% en 2009; decreció en las elecciones de 2014. En alianza con los Demócratas y otras pequeñas agrupaciones, no llegó al 25%, lo que demuestra que no es un liderazgo de opción de poder, sino solo de voto electoral.

Jorge Tuto Quiroga y Víctor Hugo Cárdenas han engrosado la lista de opinadores políticos, aunque Tuto parece ser el vocero de la Embajada de Estados Unidos que sirve para descalificar todo liderazgo progresista y de izquierda en América Latina.

Las plataformas se presentan como el anti-sistema; se organizan para enarbolar el 21F pero se alejan de los partidos de la derecha boliviana, aunque al interior de estas plataformas están militantes o seguidores de uno u otro partido político de oposición. Su forma pública es el sensacionalismo mediático, que puede derivar en violencia política. Carlos Mesa sería su candidato ideal: sin partido y solo con un club de amigos; sin ideología definida, solo con discurso de coyuntura; pero en sí mismo Mesa es un alter ego que está por encima de la sociedad y para guiar a las masas contra Evo Morales, pero sin tomar partido en la hora de la decisión, porque se considera a sí mismo que está más allá del bien y del mal.

Esa es su radiografía. La derecha no ha renovado liderazgos; con los que tiene tampoco logra articular a la totalidad y seducir a los votantes, por ello que el problema no está en Evo y el MAS sino en ellos mismos.

Los que podrían ser candidatos alternativos tienen en su aspiración o ser alcalde o candidato de unacoalición, tener buena votación y representación parlamentaria o pasar a la historia como el buen tipo que estuvo involucrado en nuestro retorno al mar y defendió los resultados del 21F.

  • César Navarro es ministro de Minería, militante del MAS

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