¿Derrota?
Julieta Paredes Carvajal
Las últimas luchas llevadas adelante por una parte importante de nuestro pueblo son interpretadas, principalmente por la derecha y por el gobierno, como una derrota de las hermanas y hermanos que mantuvieron los puntos de bloqueo y que sufrieron la represión fascista del gobierno, la policía y los militares..
Cuando se lucha nunca se pierde, es así que como pueblos caminamos desde la invasión colonial, luchando en la resistencia y en la persistencia de la defensa de la madre tierra de nuestras vidas y nuestros territorios. En ese sentido, desde que instauramos la experiencia del proceso de cambios revolucionarios, es un camino rico de experiencias y profundización de los contenidos y objetivos del país y el territorio que queremos construir. Propuestas como del Suma Qhamaña, Sumak Kausay, Ñandereko o del Pachakuti son conceptos que generaron y acompañaron el fortalecimiento político de nuestros pueblos, hoy nadie nos pisa, ni el poncho ni la pollera sin recibir respuesta.
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Con la toma del gobierno el año 2006, se marca la vida en Bolivia en un antes y un después, donde los pueblos originarios lanzaron esperanzas en nuestra historia usando el instrumento político de las organizaciones sociales MAS-IPSP y ganando elecciones, dentro de una democracia burguesa y con un Estado patriarcal, que es colonizador y capitalista, que estaba vivo, y que no iba a ceder ninguno de sus mecanismos instaurados hace más de 500 años. Sin duda que fue el capitalismo neoliberal y los partidos de derecha los que sufrieron una crisis a causa de las medidas que el gobierno del proceso de cambio implementó, como la llamada nacionalización de los hidrocarburos y la presencia de hermanas y hermanos indígenas originarios campesinos en el gobierno junto al hermano Evo Morales Ayma. Pero la estructura del poder mismo dentro del Estado Plurinacional, estaba firme y con ganas de devorar entre sus fauces el esperanzador proceso de cambios revolucionarios del pueblo boliviano. Pero también, el imaginario del Estado Patriarcal colonizador y burgués en las mentes de hombres y mujeres de las organizaciones sociales, seguía siendo una posibilidad para sus propias vidas cotidianas. Entendemos todo esto como un proceso de cambios revolucionarios que estaba en marcha.
Entonces, ¿cuál derrota, hermanas y hermanos, cuando venimos de una grandiosa marcha que llega a La Paz y se demuestra que no somos golpistas? ¿Cuál derrota de bloqueos que se sostuvieron por el compromiso de hermanas y hermanos donde se discutió qué hacer con nuestro proceso, incluidos temas de la vida cotidiana y la sexualidad? ¿Cuál derrota, si este momento del proceso de cambios es reprimido por las fuerzas del Estado Patriarcal colonizador, capitalista y el resucitado neoliberalismo? ¿Cuál derrota, si la novedad de la represión es que los “izquierdistas” y pititas efectivizaron una santa alianza fascista y dictatorial? Nada que ver. Duele, pero no es una derrota.
Ciertamente se tuvo que dar un paso atrás, y revisar cómo se trabaja las alianzas entre quechuas, aimaras y guaraníes, tanto de las ciudades como del área rural. También cómo se efectiviza la despatriarcalización de nuestras organizaciones sociales, donde las mujeres tenemos que hacernos crítica y autocritica y dejar de ser floreros y solo jallallear. Es asumir nuestro lugar de la mitad revolucionaria de nuestro pueblo.
(*) Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria