Algunos entornos del ser
Variaciones del líquido, formas múltiples de la piedra, gestos infinitos del rostro, del asombro, de las sombras. Las puntas diversas de los lápices y las diminutas repeticiones irrepetibles de las hojas lobuladas, ovadas, sagitadas. Todos los blancos de la nieve extendida y todas las transparencias de la nieve derretida. Las palabras distintas impresas en El Quijote y los puntos abigarrados flotando en la cabeza de Seurat. Los sabores posibles de las posibles combinaciones de un ají con otro ají y de este último con una especia y de esta con un mineral y de este con las papilas de una persona ya producto de otra combinación producida en un antiguo lecho o en el lecho de un río que tuvo antes agua y hoy es tan solo estío y polvo y otro olvido como tantos otros, multiplicados a propósito. Oraciones, miles de oraciones, a santos y a vírgenes y a las montañas y al trueno. Los sonidos del trueno, nunca iguales, nunca predecibles. Las luces del relámpago, las texturas de la madera, los aromas de la tierra mojada, de los libros viejos, de la ropa guardada, de los callejones antiguos por la noche, de las personas que se van sin hacer ruido, al alba, de las cáscaras de todos los limones, habidos y por haber, de las procesiones modestas en semana santa, en un pueblo cubierto por el agua hasta que la muerte le separe, de este mundo.
Las guaridas, diversas, escondidas, camufladas, refugio, hogar, morada última, un lar, un lugar de paso fugaz, un hueco de tres metros de profundidad. El hoyo de Sadam, el nido de un águila, el misterioso depósito en el que guarda todos los dientes el ratón Pérez, las caletas de las truchas pintadas, la pequeña habitación en la que vive la bacinica de plata del Papa pop, el cajón de las llaves sin destino. La gruta de Lourdes, la de la virgen del cerro del Tepeyac, la cueva de Ali Babá, la bóveda de los bancos asaltados, por dentro y sin violencia.
Lea también: Insumos probables
Los millones de hilos que tejen las vestiduras del planeta, las tramas, las urdimbres, las enredaderas que forman signos insonoros, ángeles, monstruos, nombres, fechas, mandalas, aves, astros, territorios en barbecho, las flores inodoras, las del bien y las del mal. Tejidos sobrevivientes a las calamidades, a los fuegos del hombre, a los desastres programados, tejidos que fueron luego textura y luego texto. Narraciones de la vida y de la muerte, diversas, recurrentes, adoptadas unas veces como verdades escritas en la roca inalterable y otras, como ficciones estampadas en la piel de los escurridizos peces en medio de una tormenta tropical. Narraciones de las diosas y de los héroes y de los villanos, de los ladrones y de las gentes bondadosas, de los universos fantásticos en los que hablan los conejos y se sublevan los corderos, en los que las serpientes dan consejos mientras cantan una canción de cuna a quien mece la cuna para no mancharse con las muertes blancas. Narraciones para el acomodo de los monarcas en los palacios, de todos los tiempos, esos de las princesas cautivas y los otros, de los caudillos temerosos. Narraciones para asustar, asombrar, amar, dormir y finalmente, repetir.
Lo desconocido, lo que no tiene nombre, los sonidos que andan por ahí, en forma intraducida de onda, seres invisibles, las historias incontables, las lenguas todavía no inventadas, los extraños colores de la furia, los dolores inexplicables, la luz de las estrellas muertas, los seres malvenidos, la sublimación y la descarga de las emociones, la música bailable de los delfines, el tiempo que separa al planeta azul de otro habitado por seres infinitamente inferiores en maldad. La materia, ni oscura ni clara, el número, porcentualmente hablando, de lo ignorado, que cabalmente, mantiene a las personas, no a todas, y a los personajes, preguntando, esto es, viviendo.
Óscar García es compositor y escritor.