Hurgando el avispero: al fin y al cabo
En el contexto del agotado bloqueo de caminos como recurso de poder de los evistas, salió una resolución ratificatoria del TCP en sentido que un funcionario no puede buscar una segunda reelección.

El trance tenso de la querella interna el Movimiento Al Socialismo (MAS) cierra una nueva etapa, aunque, como todo conflicto, es inagotable. Con estas precauciones insoslayables intentaremos evaluar el decurso de los acontecimientos de esa disputa que pusieron en vilo al país.
Esta etapa de la conflictividad dentro del MAS empezó, a fines de septiembre, con una marcha dizque “para salvar a Bolivia”, protagonizada por sectores adherentes al expresidente Evo Morales, hacia la ciudad de La Paz. Obviamente, sus contrincantes señalaban que los propósitos subrepticios de esta marcha eran por la sigla del MAS y para que el expresidente se postule como candidato presidencial. A pesar de algunas trifulcas al fin de esta movilización, dejó un sabor amargo para los movilizados, aunque Morales dejaba como amenaza un posible bloqueo de caminos.
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Mientras tanto, sectores aliados al actual presidente Luis Arce Catacora infirieron que el fin de esta marcha significaba una debilidad del ala evista y, en base a este diagnóstico, empezaron un proceso de judicialización que se concentró en las denuncias por estupro y por trata y tráfico de menores contra el ex mandatario. Obviamente, al verse acorralado moral y judicialmente, Morales se arrimó a la protección de sus bases en el Trópico cochabambino —e incluso denunció un supuesto atentado contra su vida— y ordenó un bloqueo de caminos.
Esta medida se erigía en uno de sus últimos recursos de poder de los evistas y consiguieron paralizar al centro del país por tres semanas. Cochabamba fue el lugar más afectado y, por su lugar estratégico en el territorio boliviano, se perjudicaron muchas actividades productivas en el país.
La respuesta gubernamental fue el desbloqueo, sobre todo, en la localidad de Parotani, cerca de la capital cochabambina. El operativo policial/militar —aunque fue tildado por los evistas como “represivo”— logró desbloquear sin muertes ni heridos. Luego se aprehendió a varios bloqueadores, especialmente sus cabecillas. Como era lógico, el ala evista denunció de una “persecución judicial y política”. Si bien, por la lógica de guerra que predominó en el conflicto, afectó a todos los actores, empero, los evistas fueron los más damnificados.
En el contexto del agotado bloqueo de caminos como recurso de poder de los evistas, salió una resolución ratificatoria del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) en sentido que un funcionario no puede buscar una segunda reelección que afecta directamente a la pretensión presidencialista del exmandatario. Según las autoridades del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), van hacer cumplir esta sentencia constitucional. Como si no fuera poco, otra sala del TCP validó el congreso del MAS realizado por los arcistas, reconociendo a Grover García como nuevo presidente de ese partido, relegando en los hechos de la conducción del partido a Morales. Obviamente, los evistas no reconocen estas sentencias del TCP prorrogado.
Al fin y al cabo, estas trifulcas en las entrañas del MAS, por el momento, tienen un correlato político: el ala evista perdió legalmente el control del partido y el expresidente Morales ya no puede candidatear a la presidencia. Son dos hechos trascendentales resultantes de esas trifulcas. Aunque, como cuenta el extraordinario filósofo griego Heráclito en el Fragmento 25, que, cuando Homero implora que cese todo conflicto, está pidiendo el fin del mundo, pero eso no es posible. O sea, el conflicto interno de esta estructura partidaria no se agota aquí y ahora, pero es un momento de inflexión para el devenir político del MAS.
*Yuri Tórrez es sociólogo.