Pintura de Villalpando en México
Patricia Vargas
Durante la época colonial, los artistas y escritores de la Ciudad de México buscaban mostrar al mundo, especialmente a los españoles, imágenes de la calidad urbana que, según ellos, caracterizó a la época virreinal en México. Tiempos en los que la pintura mexicana fue representada por el artista Cristóbal de Villalpando.
Este pintor estaba convencido de que la Ciudad de México era la capital del Nuevo Mundo, por lo que se la idealizaba como una urbe imperial de grandes dimensiones, donde se concentraba la ciudadanía esencialmente española. Esta pasión por la ciudad lo llevó a afirmar, por escrito, que México era la Nueva Jerusalén.
Su obra La Plaza Central de la Ciudad de México (1695) fue considerada una obra de arte que buscaba representar el Nuevo Mundo según el modelo europeo. Esta pintura retrata la Ciudad de México, hoy Distrito Federal, que en ese entonces ya contaba con 100.000 habitantes.
Lo singular de esta pieza de arte es que, a pesar de su intención de resaltar el progreso y la grandeza de la ciudad, también refleja de manera clara los problemas sociales de aquella época, como la pobreza y la enfermedad que aquejaban a su población. Sin embargo, según el cronista Agustín de Betancourt, la ciudad ya contaba con una catedral comparable a las de Roma.
En esos tiempos, los españoles arrasaron con todo lo que significaba el pasado azteca y sustituyeron esa parte de la ciudad con nuevas edificaciones que no comprendían ni los problemas sísmicos ni las costumbres de los antiguos habitantes de la región.
Lo particular es que la obra de Villalpando, pintada en la gran explanada que hoy es el Zócalo, responde a ideales renacentistas en su planificación urbana, por lo que muestra a los europeos en primer plano, con sus ostentosas vestimentas, mientras los indígenas aparecen sentados en sus lugares. De este modo, la pintura ofrece un retrato de la sociedad de ese entonces en México.
En esos tiempos, la idea del Nuevo Mundo exigía a la ciudadanía local, que iniciara su vida borrando la memoria de su pasado. De ahí que los clérigos soñaban con restablecer la pureza apostólica, en tanto que los europeos aspiraban a revivir la virtud de la antigüedad. Ambos ideales inspiraron la concepción de modelos clásicos de planificación urbana basados en los ideales del Renacimiento.
La obra La Plaza Mayor de México, de Villalpando, fue ejecutada gracias al trabajo de 1.283 personas. Mide tres metros cuadrados y retrata la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Virreinal y el mercado de Parián. Actualmente, se encuentra en manos de un coleccionista en Inglaterra.
Es notable que, desde 1554, las edificaciones en la Ciudad de México hayan sido reconocidas por su magnificencia y acabado, según afirman varios escritos. Lo singular es que en España se consideraba que la plaza principal de México era tan grande que no tenía comparación con otras. Esto por sus grandes dimensiones, que podían albergar un coro completo capaz de interpretar música sagrada en lengua indígena, al mejor estilo polifónico de Europa.
Así, la plaza de México fue vista como una utopía del Nuevo Mundo, mientras que la pintura de Villalpando en 1685 recibió numerosos elogios y, en su tiempo, fue comparada con la obra El triunfo de la eucaristía, del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.
Patricia Vargas es arquitecta