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Sunday 19 Jan 2025 | Actualizado a 12:00 PM

Pintura de Villalpando en México

Patricia Vargas

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Durante la época colonial, los artistas y escritores de la Ciudad de México buscaban mostrar al mundo, especialmente a los españoles, imágenes de la calidad urbana que, según ellos, caracterizó a la época virreinal en México. Tiempos en los que la pintura mexicana fue representada por el artista Cristóbal de Villalpando.

Este pintor estaba convencido de que la Ciudad de México era la capital del Nuevo Mundo, por lo que se la idealizaba como una urbe imperial de grandes dimensiones, donde se concentraba la ciudadanía esencialmente española. Esta pasión por la ciudad lo llevó a afirmar, por escrito, que México era la Nueva Jerusalén.

Su obra La Plaza Central de la Ciudad de México (1695) fue considerada una obra de arte que buscaba representar el Nuevo Mundo según el modelo europeo. Esta pintura retrata la Ciudad de México, hoy Distrito Federal, que en ese entonces ya contaba con 100.000 habitantes.

Lo singular de esta pieza de arte es que, a pesar de su intención de resaltar el progreso y la grandeza de la ciudad, también refleja de manera clara los problemas sociales de aquella época, como la pobreza y la enfermedad que aquejaban a su población. Sin embargo, según el cronista Agustín de Betancourt, la ciudad ya contaba con una catedral comparable a las de Roma.

En esos tiempos, los españoles arrasaron con todo lo que significaba el pasado azteca y sustituyeron esa parte de la ciudad con nuevas edificaciones que no comprendían ni los problemas sísmicos ni las costumbres de los antiguos habitantes de la región.

Lo particular es que la obra de Villalpando, pintada en la gran explanada que hoy es el Zócalo, responde a ideales renacentistas en su planificación urbana, por lo que muestra a los europeos en primer plano, con sus ostentosas vestimentas, mientras los indígenas aparecen sentados en sus lugares. De este modo, la pintura ofrece un retrato de la sociedad de ese entonces en México.

En esos tiempos, la idea del Nuevo Mundo exigía a la ciudadanía local, que iniciara su vida borrando la memoria de su pasado. De ahí que los clérigos soñaban con restablecer la pureza apostólica, en tanto que los europeos aspiraban a revivir la virtud de la antigüedad. Ambos ideales inspiraron la concepción de modelos clásicos de planificación urbana basados en los ideales del Renacimiento.

La obra La Plaza Mayor de México, de Villalpando, fue ejecutada gracias al trabajo de 1.283 personas. Mide tres metros cuadrados y retrata la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Virreinal y el mercado de Parián. Actualmente, se encuentra en manos de un coleccionista en Inglaterra.

Es notable que, desde 1554, las edificaciones en la Ciudad de México hayan sido reconocidas por su magnificencia y acabado, según afirman varios escritos. Lo singular es que en España se consideraba que la plaza principal de México era tan grande que no tenía comparación con otras. Esto por sus grandes dimensiones, que podían albergar un coro completo capaz de interpretar música sagrada en lengua indígena, al mejor estilo polifónico de Europa.

Así, la plaza de México fue vista como una utopía del Nuevo Mundo, mientras que la pintura de Villalpando en 1685 recibió numerosos elogios y, en su tiempo, fue comparada con la obra El triunfo de la eucaristía, del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.

Patricia Vargas es arquitecta

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Enero revolucionario

Falta poco para el 24 de enero. No dejen de trabajar. No dejen de creer. No dejen de imaginar. No abandonen la batalla

Claudia Benavente

/ 19 de enero de 2025 / 06:02

Enero. 1, 15 y 24. Tres fechas que para esta A se han consolidado como las tres campanas que marcan el siempre entusiasta y enérgico inicio de año. Vaya que este 2025 necesitamos energía para transitar por un nebuloso pasillo anual: crisis económica, desánimo en grandes sectores, desinstitucionalización, estallido en el universo político y temor de no llegar a las elecciones generales.

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1 de enero. Sí, el Año Nuevo, con la llave en mano para cerrar un año siempre obediente a nuestra voluntad, nuestra fuerza, nuestras profundas determinaciones. Si algo no se cumplió, créame que fue por falta de voluntad, por falta de fe, por falta de rigor. Más allá de la fiesta, detrás del brindis, las uvas y los abrazos, hay un 1 de enero que se quiere revolucionario. Puede ser por el recuerdo cubano de ese 1 de enero de 1959 cuando finalizaba una de las etapas más determinantes con el establecimiento del gobierno revolucionario cubano. Más fresco en el tiempo está el 1 de enero zapatista: en las primeras horas de iniciado el año, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), bajo el mando del Subcomandante Marcos, indígenas del Estado de Chiapas, al sur de México, detrás de un pasamontañas, se levantaban dispuestos a dejar sus vidas reclamando justicia, reivindicación de los derechos indígenas de México y de los pobres. Debe ser que enero es valiente, rebelde, soñador y desobediente.

El 15 de enero no es menos desafiante. Es el 15 de enero de 1981. El 15 de enero boliviano. El 15 de enero de la calle Harrington, cuando eran torturados y asesinados por efectivos paramilitares de la dictadura de Luis García Meza ocho dirigentes del entonces Movimiento de Izquierda Revolucionario (nada que ver con el narcotraficante Oso Chavarría de los años posteriores). Fue una amputación a la izquierda mirista que la dejó por siempre coja y por siempre tuerta. Hasta dejar de ser de izquierda. Este año, en la casa de la viuda de Ricardo, Ruth, se prendieron dos velas que parecen decir que no se apagarán nunca. Alrededor de ellas encontramos una vez más, como hace 44 años, la mirada fija de Ricardo Navarro, de José Luis Suárez, Ramiro Velasco, de Pepe Reyes, de Artemio Camargo, de Jorge Baldivieso, Gonzalo Barrón y de Arcil Menacho. Ni olvido ni perdón. 15 de enero en Sopocachi.

El 24 de enero es la tercera y no menos memorable marca del primer mes de cada ciclo temporal. Pudo haber sido otro día, me explicó alguna vez el creador Edgar Arandia; pero tiene que ser a las 12 del día. Taypi. Es el punto de encuentro de las fuerzas positivas y negativas, el punto donde pueden convivir las diferencias. Nada puede impedir desde temprano en la mañana que esta A amante de los sueños que se cumplen, organice su corazón y planifique con su Ekeko (un regalo de Edgar Arandia, faltaría más) el mapa de lo que se construirá el resto del año. Es tan milimétrico el trabajo del Ekeko que el año pasado primero compré un perrito chapi blanco de miniatura y minutos después compré otro, un perrito salchicha negro (más cerca de mi deseo). Por supuesto que para el martes de Carnaval mi Ekeko ya me había dejado en la recepción de mi edificio dos perros salchicha negros en adopción. Cosas de las Alasitas. Cosas del deseo.

Este enero 2025 tiene más batallas. Son las batallas de los presos. De aquellos que en estos mismos momentos están terminando de pintar un “cholet” de hojalata. Son trabajadores de la esperanza que, al margen de la historia que los llevó a la cárcel, decidieron luchar contra el hacinamiento y abrirse rincones entre los rincones de las prisiones bolivianas para tallar en madera un barco sin mar, convertir la imagen de un auto antiguo en una novedad para esta feria alasitera que se inaugura el 24, convertir sus manos presas en manos que dan vida a ejércitos de minibuses que por falta de espacio secarán sus colores en uno de los techos del Penal de San Pedro. No llevan trajes a rayas como los presos de los países ricos; estos obreros de la esperanza visten overoles de albañiles que ya están teñidos de los colores de la libertad, manchados de estuco. Sus dedos morenos van del pincel a la tijera, del martillo a la bolsa de coca de la que se prestan fuerza para seguir produciendo. Falta poco para el 24 de enero. No dejen de trabajar. No dejen de creer. No dejen de imaginar. No abandonen la batalla. De ustedes depende también que quienes no estamos privados de libertad hagamos realidad nuestros deseos que se anunciarán con convicción en este enero revolucionario.

(*) Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista

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Verdad

La verdad, pues, es tan difícil de ver, que aparece, con suerte, en los intersticios de todo aquello que no es verdadero

Claudio Rossell Arce

/ 19 de enero de 2025 / 06:01

Difícil de asir como un pececito en un estanque enorme, la verdad también es difícil de nombrar, aunque en apariencia sea todo lo contrario, como demuestran los autócratas de una y otra orientación cada vez que trinan, tictoquean o toman un micrófono, para delirio de sus adictos y furia de sus detractores.

Durante muchísimo tiempo, la verdad se entendía generalmente como la adecuación entre el objeto y el intelecto (adequatio rei et intellectus), y así lo señala, entre muchas otras acepciones, el Diccionario de la Lengua Española. El problema es que tanto objeto, como intelecto, se prestan a infinidad de interpretaciones. Así, no es que la verdad sea relativa, sino que las interpretaciones que de ella se hacen sí lo son.

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Más influyente de lo que se puede imaginar (a veces por las razones o interpretaciones equivocadas), el filósofo francés J. Derrida afirmó que la verdad apenas deja rastros de sí, una huella, abierta a interpretaciones contingentes y, por tanto, nunca completamente estable ni fija, ya que siempre depende de un contexto cambiante y de asociaciones que se transforman sin fin.

Antes que el francés, M. Heidegger había desempolvado el término griego aletheia, que significa “desocultamiento” o “revelación”, para explicar que no es únicamente una cuestión de correspondencia entre una proposición y un estado de cosas, sino que la verdad, al no presentarse automáticamente, es «revelada» o «mostrada» en el contexto de la existencia humana. Y antes que el alemán, su paisano E. Husserl señaló que la verdad depende de la intencionalidad, es decir, de un acto intencional que dirige la conciencia hacia el objeto; por lo tanto, esta intención es el marco en el que no solo se produce la experiencia, sino que se la evalúa en términos de verdad o falsedad.

De ahí que, en la vida cotidiana, en apariencia tan lejana a la filosofía pura y dura, se habla de diferentes formas, parciales, de verdad, comenzando por la verdad de Perogrullo, que, por conocida, por sabida, por manida, no necesita ni decirse; los políticos bisoños, o los perezosos, que abundan, son muy buenos usando este tipo de verdad, lo cual no es un mérito, sino todo lo contrario. O la verdad de la milanesa, que tal vez sea que en realidad ese delicioso asado apanado típico de Buenos Aires no es de Milán ni mucho menos de Nápoles, aunque sea napolitana.

También hay una verdad jurídica que, como decía el buen Foucault en una famosa conferencia, es el resultado de un buen manejo de los dispositivos de la verdad, que no son más que los rastros, aludidos antes, empleados según unas reglas del juego que posibilitan, en un grosero ejemplo, que un grupo de personas sin mandato gobierne de facto desde un tribunal de (in)justicia sin que haya poder o reclamo capaz de impedirlo. Pero si el pensamiento del filósofo de Poitiers ya no alcanza para comprender estados avanzados de descomposición del aparato de Justicia, tal vez sirvan los relatos del también francés Marqués de Sade, que tan bien retratan la moral y las costumbres de los jueces y otros hombres del poder. Verdad jurídica es, en manos de tales personas, una moneda girando en el aire.

Parecida en sus intenciones, y en mucha de su retórica, la verdad de la política o, mejor dicho, de los políticos, es, en palabras del Papirri, filósofo y trovador paceño, una verdadera mentira. Así, es fácil reconocerla en todo lo que no se dice, por ignorancia descarada, por calculado olvido o, lo más común, por simple mala fe. El resultado no es solo la ostensible falta de coherencia y hasta de claridad en los principios (los fines, ay, esos son lo que importan), sino la naturalización e imitación de las malas mañas a lo largo, ancho y grueso de la sociedad.

Hay también una verdad periodística, cada vez más escasa a falta de recursos para practicarla, que ha sido reemplazada por sofisticados mecanismos de relaciones públicas, que es otra forma de nombrar a la propaganda, sean cuales fueran sus fines. Muchas y muchos periodistas, que en su juventud leyeron a Beltrán, también boliviano, se equivocan cuando creen que decirle adiós a Aristóteles es olvidarse del ethos, el pathos y el logos.

La verdad, pues, es tan difícil de ver, que aparece, con suerte, en los intersticios de todo aquello que no es verdadero, y vaya uno a saber cuál es la diferencia…

(*) Claudio Rossell Arce es profesional de la comunicación social

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Brasil: la daga verde-amarilla

/ 18 de enero de 2025 / 06:00

Recordando que el 8 de enero de 2023, una importante masa humana de partidarios del expresidente Jair Bolsonaro, luciendo camisetas verde-amarillas irrumpieron en Brasilia, ocupando los tres palacios sede de los poderes del Estado, en lo que aparentó ser un golpe contra el flamante presidente Luiz Ignacio Lula da Silva, el New York Times comenta el informe de 884 páginas elaborado por la Policía Federal brasilera acerca de las investigaciones realizadas en estos dos últimos años sobre esos hechos. Sorprende en ese documento la meticulosidad de los planes que tenían los subversores para conseguir sus nefandos objetivos. Aquellos incluían el asesinato de Lula, de su vicepresidente Geraldo Alckmin y del juez Alexandre de Moraes. Un total de 37 personas figuran indiciadas en la pesquisa, incluyendo al propio Bolsonaro que, a la sazón, se hallaba exilado en la Florida. Las averiguaciones fueron facilitadas por cuanto a los complotados se les ocupó un documento titulado “La daga verde-amarilla” en alusión a la bandera nacional. Allí se detallaba el armamento requerido para la misión: una ametralladora, lanza-granadas, un lanza-roquetes, todo para asegurar al 100% el éxito. Sin embargo, se anotaba que como alternativa —en caso dado— se contemplaba el envenenamiento de Lula. También, en el plan se revela que un decreto, oportunamente aprobado, suspendería los poderes de la Corte Nacional Electoral, posibilitando que Bolsonaro retome el cetro presidencial. ¿Pero… qué falló? Al parecer, si bien el comandante de la Marina estaba firme, sus homólogos del Ejército y de la Fuerza Aérea se retractaron a último momento. La imputación a Bolsonaro dice textualmente que él “planificó, actúo y estuvo directamente al tanto de las acciones de esa organización criminal decidida a cometer un golpe de Estado para eliminar la democracia”. Aunque el implicado niega esos cargos, su condena estaría próxima.

Los hechos antes descritos en el autorizado rotativo americano, llaman la atención por la analogía con el asalto al Capitolio, protagonizado por seguidores de Donald J. Trump, el 6 de enero de 2021, cuyos cabecillas fueron juzgados y condenados, lo mismo que el propio Trump acusado de instigar esa asonada. No escapa a la memoria tampoco la admiración que el brasilero sentía por su mentor americano, al extremo de hacerse llamar “el Trump tropical”.

El análisis del Times termina haciendo alusión a que desde 1889 ocurrieron en Brasil nueve intentos de golpes militares, de los cuales cinco fueron victoriosos, particularmente el doble decenio de dictadura militar que acabó en 1985 y que, dado el permanente descontento castrense con la administración de Lula, no se puede asegurar que una acción militar no suceda otra vez, antes de las elecciones presidenciales programadas para 2026.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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De lo maquínico a informacional

/ 17 de enero de 2025 / 06:00

El siglo XX presenció la evolución de la máquina en la vida urbana. Sin embargo, a finales de ese mismo siglo, se produjo una importante transformación con su ingreso a la ciudad informacional. Esta transición no relegó a la máquina industrial, sino que la transformó en una herramienta computarizada, perfeccionando así su funcionalidad tecnológica.

Las grandes ciudades, o metrópolis, hoy experimentan la era de innovación. El desarrollo de las fuentes de valor productivo ha evolucionado del poder mecanizado al poder de producción computarizado, consolidando el ingreso de lo digital como fuente de valor y poder de lo digital. Este proceso de reestructuración tecno-económica dotó a la ciudad contemporánea de una infinidad de nuevas funciones y marcó el inicio de la sociedad informacional.

De esa manera, la ciudad de hoy se encuentra inmersa en un proceso de reestructuración tecnológica que le otorga nuevas funciones contemporáneas. Un claro ejemplo es la transición que tuvo la vida urbana de la era maquínica a la informacional. La primera, la abordamos en un artículo anterior sobre la película Metrópolis (1927). Mientras que hoy nos referimos a la ciudad informacional actual, impulsada por la tecnología digital. Esta evolución busca el perfeccionamiento de la producción industrial, esencialmente por estar respaldada por la programación digital, lo que ha contribuido a su competitividad y su conversión en la fuente de riqueza de la producción.

La revolución de la tecnología informacional es una realidad inobjetable, evidenciada en la investigación de puntos estratégicos para el futuro de la ciudad. Este estudio ha llevado a las empresas digitales a concentrarse en el Silicon Valley, el centro urbano simbólico donde se asientan las empresas tecnológicas informacionales más importantes del planeta.

Silicon Valley, como sede internacional de la alta tecnología digital, reúne centros de innovación tecnológica y programación digital como Apple, Google, Microsoft y Facebook, entre otros. Este enclave, creado en Estados Unidos, desarrolla los nuevos programas tecnológicos para la población global.

Sin embargo, Silicon Valley no solo es eso, sino que también representa la nueva dirección de la vida del habitante contemporáneo, intrínsecamente ligado a lo tecnológico. Esta “ciudadela” aglutina centros digitales, cuya creatividad se convierte en la fuente imaginativa y productiva de los programas de la era informacional. Un hecho que reafirma que la tecnología es el sistema digital del presente y seguramente del futuro; por lo tanto, forma parte integral de la mayoría de las industrias en las grandes ciudades.

En definitiva, la tecnología digital ha trascendido la vida del habitante del planeta, que ahora funciona dentro de una vida en red, una cualidad caracterizada por la interacción de la técnica y la tecnología. Esta última transforma diariamente la existencia del ser humano a partir de la consolidación de lo informacional y tecnológico en la vida contemporánea.

Cabe recordar que, en el siglo XXI, las ciudades demuestran que el nuevo mundo urbano demuestra que el movimiento dual del habitante requiere una formación inclusiva técnica y tecnológica en su conocimiento.

Para terminar, es evidente que hoy lo informacional —que se asentó en las últimas décadas del siglo XX— forma parte del vivir y del trabajar del habitante contemporáneo. Por todo ello, se podría hasta afirmar que la creatividad se convierte en una fuerza productiva cuando se integra a la era informacional digital.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Autodeterminación y soberanía

/ 16 de enero de 2025 / 06:02

La autodeterminación y la soberanía son principios que delimitan y definen las relaciones internacionales de los estados miembros de la ONU, es decir de un Estado y gobierno con los estados y gobiernos.

La autodeterminación es la facultad que tienen los pueblos de elegir su propio gobierno sin injerencia externa.

La manifestación del soberano está definida constitucionalmente en el sistema y forma de gobierno de cada Estado o República, es decir en la elección de las autoridades, en la conformación de los poderes públicos. La autodeterminación y la soberanía no está condicionada a ser validada por otro Estado u organismo internacional como legítima, el pueblo que es el depositario de la soberanía no tiene la condición de esclavitud para pedir autorización a su manifestación soberana.

La autodeterminación y la soberanía son conquistas de las luchas de los pueblos, no son derechos adquiridos, por ello mismo son requisitos de existencia de los estados independientes, que no se agota en la enunciación constitucional, sino en el ejercicio pleno.

El valor de la autodeterminación y la soberanía no reside en el principio de no injerencia, sino en el sentido de tutela y propiedad que tienen algunos estados que son el centro hegemónico del sistema imperial, estos estados —americanos y europeos— consideran sus áreas de influencia y seguridad interna a los estados de la periferia, entre los que están Centro América y América del Sur.

EEUU post Segunda Guerra Mundial se arrogó el derecho de intervenir estados e imponer gobiernos con la impunidad que otorgaba su rol hegemónico en el Consejo de Seguridad de la ONU, de la OEA, el control y despliegue militar de la OTAN, tener centenas de bases militares en varios países de los cinco continentes, ser los rectores del FMI, el BM y del Wall Street.

No fueron los que derrotaron al nazismo ni al fascismo europeo, por el contrario, importaron a nuestro continente para imponerlo en la segunda mitad del siglo XX a través de los golpes de Estado organizados por el Departamento de Estado, impusieron gobiernos militares con característica de regímenes fascistas y nazistas.

Ninguno de los gobiernos militares de facto fue hostigado o bloqueado, por el contrario, fueron reconocidos de forma inmediata y avalados en los organismos internacionales como la ONU y la OEA con el padrinazgo imperial.

Fueron décadas de violación sistemática de la autodeterminación y de la soberanía con la complicidad subordinada de las élites militares, políticas, económicas e incluso religiosas de la región.

La derrota a la dictadura militar, la conquista e institucionalización de la democracia como forma de gobierno implicó recuperar la autodeterminación y la soberanía, pero no implicó impedir la injerencia imperial, por el contrario, fueron los tiempos de las “democracias controladas” con las élites multipartidarias subordinadas incondicionalmente al tutelaje del norte.

La ruptura temporal con el tutelaje en la región se inauguró con la oleada continental a finales del siglo pasado con el movimiento y gobierno liderado por Hugo Chávez y los gobiernos antiimperialistas, de izquierda y progresistas de la región de Centro y Sud América.

Los golpes de Estado parlamentarios, judiciales, militares y el no reconocimiento a gobiernos electos democráticamente son el instrumento que utiliza el patrón del norte para acorralar a la oleada continental.

EEUU con la coreografía de la UE y los gobiernos de la región en un acto propia de soberbia de la extrema derecha desconocen la autodeterminación y soberanía del pueblo bolivariano de Venezuela, se arrogan el papel de tutelaje de la soberanía al querer revisar las actas electorales y sin ruborizarse toman juramento a presidentes de Walt Disney —Guaidó y González— reconocen a Mickey Mouse, Tom y Jerry como sus embajadores, los reciben en sus palacios de gobierno sin mayor argumento que la utilización de frases y adjetivos.

La autodeterminación y la soberanía tiene valor en el ejercicio pleno estatal, gubernamental y social, la diferencia está en la cualidad política e ideológica de subordinación o liberación de las autoridades y del pueblo.

Tener derechos enunciados no te otorga el cumplimiento de los derechos, ejercerlos es siempre afrenta al poder, ese es el momento de quiebre, sintetiza la sensación termina del tiempo político, de los actores y de las implicancias para la vida de los hombres y mujeres que habitamos un país.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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