Devenir del MAS

Yuri Torrez
Cada inicio de año, los astrólogos desfilan por los zócalos televisivos agarrados de sus bolas de cristal y predicen lo que va suceder en el campo político durante la gestión. Este año electoral con mayor razón. Esa manía contagió a algunos analistas políticos que proyectan el fin de la política. El propósito del presente artículo no es recorrer por este sendero astrológico, más bien, en base a lo sucedido en el juego político de los últimos años, diseñar escenarios prospectivos con relación al decurso del Movimiento Al Socialismo (MAS) y por su efecto de gravitación al propio espectro político boliviano.
Las (in)tensas disputas al interior del MAS de hace un par de años produjo un profundo resquebrajamiento en el tejido interno de esta estructura partidaria; algún momento se pensaba en la posibilidad de reconciliación de los actores en disputa, pero a estas alturas después que rebasaron algunos límites es algo improbable la unidad en el MAS. Ante esta constatación, lo que queda es saber, en definitiva, con cuál de los actores internos en disputa se queda la sigla.
A diferencia de un par de años atrás, poseer la sigla no es garantía ipsu facto de victoria electoral, ya que la disputa interna en el MAS perforó no solamente la imagen de los actores involucrados en la querella, sino que la imagen del propio partido quedó lastimada seriamente. Si a eso se añade la crisis económica, se perfila un escenario complicado para el MAS –independientemente del candidato— en el afán de reeditar un triunfo en los comicios presidenciales.
Una cuestión vinculada a este tópico está articulada a saber si el actual partido gubernamental va a superar al liderazgo carismático que representaba la figura de Evo Morales. Una cuestión que trasluce detrás de estas disputas internas es la crisis de liderazgo del expresidente que en su momento fue un factor de cohesión partidaria; hoy es todo lo contrario ya que se convirtió en un factor explicativo para la desintegración interna del MAS.
Al mismo tiempo, los sectores opositores internos al sector evista tampoco construyeron un liderazgo lo suficiente fuerte para hacer frente a esa fuerza simbólica que representó en su momento el liderazgo carismático de Morales. La táctica del sector arcista se redujo inexorablemente a demoler la imagen del exmandatario al punto que existe una orden de aprehensión en contra de Morales; pero tampoco –más allá de la discursividad— los arcistas generaron una corriente de renovación auténtica al interior del MAS.
Estas bregas internas generaron, a la vez, la pérdida de un “horizonte de visibilidad” (dixit Zavaleta) en el partido gobernante. O sea: estas disputas internas no tuvieron una naturaleza ideológica, sino son meras luchas instrumentales por el poder. Así, por ejemplo, el debate por la reconducción del proceso de cambio o el fortalecimiento del Estado Plurinacional estuvieron ausentes en estas refriegas en el partido oficialista que denotan la pérdida de la capacidad estratégica de los actores en disputa.
Otra de las aristas de estos desencuentros en el MAS apunta a su naturaleza constitutiva como movimiento político: ser partido o movimiento social. Quizás, la disputa por la sigla devela en el fondo esta cuestión, que era una imbricación que se convierte en una tensión y muestra la verdadera esencia del MAS.
Este 2025 se perfila como un año muy difícil para el MAS y existe la posibilidad de no retener el gobierno. Más allá de los cálculos electorales pesimistas, hay el temor cierto que el proyecto emancipador representado en el MAS se diluya.
Yuri F. Tórrez es sociólogo.