La estabilidad exige pacto público-privado

Las empresas son duramente golpeadas por una crisis casi ineludible. La demanda interna se desacelera, y con ella, las ventas privadas. La inflación tiene como origen la elevación de los costos de importación —a causa de la escasez de dólares— dado que las empresas trasladan este incremento a los consumidores. Otras empresas se han visto obligadas a resignar menores ganancias o incluso sufrir pérdidas. La cadena logística para el aprovisionamiento de bienes y suministros se ha vuelto toda una vía crucis. La escasez de combustibles amenaza con la continuidad normal de los ciclos productivos. Los costos de los materiales de construcción están por las nubes. Algunas empresas ya se sienten al borde de la quiebra, otras optaron por reducir sus costos de manera extrema, se endeudaron o cambiaron de rubro, para no cerrar.
Pero, las realidades empresariales no son todas iguales. Mientras una gran mayoría afronta los embates de los desajustes macroeconómicos con valentía, un reducido grupo de empresarios, principalmente exportadores, hoy viven lo que podría considerarse un periodo de mini bonanza. Se benefician ampliamente de las subvenciones estatales, de la suba del dólar paralelo que ha elevado sus ingresos contables en un 90% y de las recientes deducciones impositivas concedidas por el gobierno.
El gobierno, por su parte, denuncia una guerra especulativa motivada por un trasfondo político que buscaría sabotear su gestión. El año comienza con más desconfianza y fricciones entre ambos sectores. Lo cierto es que el gobierno ha perdido su capacidad de estabilizar la economía por cuenta propia y ha cedido este rol tan importante al mercado.
Desafortunadamente, el mercado no funciona eficientemente. Hoy, las leyes de oferta y demanda invitan a especular, porque los incentivos individuales no están alineados con los colectivos. Hay incentivos al acaparamiento y desvío de bienes, lo que genera desabastecimiento y escasez de alimentos y dólares.
Ello no quiere decir que todas las empresas sean especuladoras. Por el contrario, son pocas empresas, pero con un poder económico asombroso. Estos empresarios deben ser conscientes que sus acciones están dañando a sus similares. Además, está claro que más inflación afectará tarde o temprano a la competitividad del país, porque si la producción nacional se encarece será más difícil luego exportar. Una inflación más alta detonará también incrementos salariales cada vez más altos, afectando a sus propios flujos de cajas.
Pero no todo está perdido, hay señales de entendimiento. Los representantes privados han mostrado ser mucho más pragmáticos —y no dejarse llevar por ideologías— porque han asistido a las convocatorias del gobierno a pesar de las críticas de sus afiliados. También se debe ponderar la voluntad del poder ejecutivo a reunirse, aunque más que un deseo aparente, parece ser un recurso de extrema necesidad, que lo ha llevado a ceder parte de la definición de la política económica y con quienes prácticamente ha coadministrado el país en los últimos meses.
En 2024, hubo varios intentos de diálogo y coordinación entre ambos estamentos, pero el problema es que estos acuerdos han sido poco efectivos en la práctica porque no se han dado cumplimento a los compromisos asumidos. El sector privado acordó importar de forma directa combustible, pero por el momento son pocas las empresas que tramitan su autorización, aunque la cifra va en aumento. También se dotó de una ventanilla única para facilitar las exportaciones y se prometió agilizar la devolución de los CEDEIM, a las cuales no se han acogido. También se ha liberado del pago del IVA y GA para la instalación de plantas de biodiésel, pero sin repercusión ninguna. El sector público también ha fallado. Se comprometió a gestionar nuevos financiamientos externos, que aún no lo ha hecho. También aseguró elaborar un nuevo proyecto de ley de hidrocarburos que todavía se desconoce. El gabinete de turismo no avanzó en 2024 y el lanzamiento del plan de turismo para el bicentenario se hizo esperar hasta el 12 de enero. Si bien se escogió una fecha conmemorativa, como es el Día Nacional del Turismo, ¿acaso no había la urgencia de hacerlo más antes?
Para superar esta difícil coyuntura, es fundamental que se reestablezcan las relaciones entre ambos sectores. Las empresas privadas tienen que contribuir a la estabilidad de precios en lugar de alentar la especulación. Aquí un listado de roles fundamentales a desempeñar por los privados: 1) eficiencia productiva; 2) contribución al Estado; 3) sustitución de importaciones; 4) responsabilidad social; 5) respeto al medio ambiente; 6) industrialización; y 7) innovación tecnológica. El gobierno por su parte debe dejar de enfrentarse con el sector privado y escuchar más las necesidades que afrontan. Del restablecimiento de las relaciones entre el sector público y privado dependerá la estabilidad económica de 2025.
Omar Rilver Velasco es habitante del Kollasuyo, Yatiri económico y promotor del Vivir Bien.