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Thursday 27 Mar 2025 | Actualizado a 12:53 PM

Campañas fragmentadas, encuestas volátiles

/ 7 de febrero de 2025 / 06:00

Bien ha señalado el OEP hace unos días que se encuentra imposibilitado normativamente de constituirse en el actor ordenador de la avalancha de encuestas en la que nadamos desde que inició este año. Podríamos intentar señalar que particularmente en este proceso electoral el mercado de las encuestas ha acudido con demasiada prontitud a su encuentro con la conversación pública, pero sería incorrecto. No se trata de que particularmente sólo los estudios de opinión han acudido demasiado pronto a la escena electoral, pues se observa que lo mismo pasa con las campañas y es así también con las candidaturas.

Y es que la clave que une todos estos fenómenos que pasan simultáneamente y que pudieran parecer sorprendernos, en realidad no deberían hacerlo pues desde hace un par de décadas ya muchos estudiosos se han dedicado a señalar que los tiempos de la política han cambiado: son más veloces y más efímeros, lo que hace que los ciclos o periodos que la ordenaban sean casi sólo nominales en la actualidad. No sólo eso sino además que la comunicación (campañas) se ha fragmentado y los datos (encuestas) se han vuelto potencialmente volátiles. Son los nuevos códigos que signan la política electoral de hoy.

Así volátiles como se ven los prematuros datos también tienen distorsionados sus efectos en este momento pues están al servicio de las pugnas intestinas que se libran en los respectivos frentes políticos. Fuera de ello parecieran configurarse más como alimento cotidiano para nuestra emocionalidad política que como disparadores de preguntas que nos permitan entender, el “todo” boliviano que es cada vez más complejo. Sabemos que, en muchas ocasiones (algunas las hemos vivido), las encuestas se equivocan y actualmente atraviesan su propia crisis de credibilidad, pues en esta sociedad de la desconfianza tendemos más a creer que son herramientas de manipulación al servicio de actores políticos que insumos para explicar alguna realidad. En el mejor de los casos son un bien codiciado en tanto alimentan la escena electoral precisamente de manera anticipada, teniendo un efecto mayor sobre nuestro ánimo y el rompecabezas que está siendo la papeleta electoral que sobre los venideros resultados.

En lo que respecta a las campañas, estas tienden a ser continuas y fragmentadas, continuas en tanto no pueden darse el lujo de parar (por esto de la velocidad de la política) y fragmentadas en tanto deben parcelar el discurso para responder a públicos clasificados tribal e identitariamente. Cualquier insumo/mensaje de campaña va a ser útil siempre y cuando sea para hoy y ya no es importante si tiene coherencia con el todo discursivo, si es que lo hay. Y como, en términos de contenido, ya no se depositan recursos en mostrar lo que se es sino lo que no se es, se han vuelto importantes generadores de clivajes políticos más que de argumentos. Luego, se ve que lo que está ordenando la conversación pública en campaña es lo polémico y lo intrascendente que compite en agenda con lo serio y lo relevante. Y aunque esto último no es nuevo, está —otra vez— acelerado e intensificado, territorios digitales de por medio.

En suma, todo este escenario tiene más que ver más con las características de la política en el siglo XXI y en la Sociedad de la Desinformación, que con las condiciones peculiares de este proceso electoral (que existen). No podemos, entonces, declararnos sorprendidos por lo que presenciamos, sino que parece ser tiempo de gestionar este nuevo orden de cosas. El artículo 94 de la Ley del Régimen Electoral señala que los procesos electorales de mandato fijo deben ser convocadas “con una anticipación de por lo menos ciento cincuenta (150) días a la fecha” de la votación. ¿Qué impediría entonces que sean convocadas antes de ese plazo, dado que pareciera que vivimos en el país del panorama electoral permanente?

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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TSE, tribunal inquisidor

César Navarro Miranda

/ 27 de marzo de 2025 / 06:00

En julio del pasado año, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) convocó a lideres de partidos, de frentes políticos y de organizaciones sociales del Pacto de Unidad —pro Gobierno— para que validen la eliminación de la democracia partidaria e impedir que los militantes o simpatizantes de un partido o frente puedan decidir quién será su candidato.

El TSE, sin argumento que explique la eliminación de la democracia interna de los partidos políticos —y solo con justificativos: “no puede haber primaria con un solo candidato o “no puede haber primaria en el año que se elija a los magistrados”— decidió, con los actores políticos que ahora no tienen ninguna incidencia en el escenario político-electoral, suspender las primarias.

Los vocales del TSE cumplieron un libreto o no entendieron aún su rol institucional de administrar los procesos electorales que son la manifestación democrática de la ciudadanía; pareciera que las dos interrogantes explican el comportamiento de los vocales que negaron la democracia interna de los partidos políticos para dar paso a la designación, vía cúpulas, en nombre de la “libertad, la democracia y la unidad”.

El primer desvío de los vocales electorales fue liderar la no democracia interna; se convirtieron en los gendarmes de guardería para castigar a la democracia impidiendo la democracia partidaria.

Esta interna democrática hubiese sido la segunda experiencia política en democracia, el actor colectivo legalmente constituido tenía el reto: primero, de poner a prueba la calidad de las estructuras partidarias internas; segundo, la calidad de la militancia; tercero, la legitimidad interna de los postulantes y, cuarto, la dimensión territorial de la organización política.

El mayor déficit de la democracia boliviana es que tenemos desde hace 25 años clubes de amigos convertidos en frentes electorales, que duran el tiempo de la campaña electoral, luego se desvanecen como espuma de cerveza y queda el recuerdo nostálgico del candidato que reaparece de mes en cuando en los medios para lanzar odas a la democracia y a la economía.

También están los autoproclamados, que tienen su mayor momento de gloria en una conferencia de prensa; el presidenciable, rodeado de toda su militancia en una mesa de un pub, anuncia la fundación del nuevo partido que unirá a todos los bolivianos; sin que aún pase el ciclo lunar que dura un mes comunican que decidieron retirar su candidatura para no dispersar el voto; con las primarias, los autopresidenciables dejarían de ser caricatura mediática.

Las primarias desnudarían a los partidos políticos en su naturaleza; una gran mayoría hoy son solo siglas electorales que alquilan sigla y color a quien plantea mejor oferta para los propietarios partidarios. Esta dramática realidad del sistema político ha sido validada por el árbitro electoral, pero en nombre de la democracia.

Lo trágico de esta comedia antiprimarias es que decidieron suspender legalmente la realización de la democracia interna los líderes que no participarán en las elecciones o que tienen preferencia electoral mínima.

Anular las primarias fue confiscar el derecho de decidir de la militancia, la y el militante es la fuente social de la organización política; las candidaturas presidenciables se legitimaban en las primarias e implícitamente validaban la propuesta electoral.

Ante la ausencia de las primarias democráticas la y el militante partidario es sustituido por consultoras especializadas en marketing electoral; la ciudadanía política no tendrá derecho a opinar, menos a decidir, sino opinará la metodología empleada por la empresa electoral en una encuesta; es decir, el voto democrático en las primarias será sustituido por el trabajo remunerado de una empresa privada; el candidato que emerja de la tabulación de los resultados de la encuesta será un producto electoral.

El TSE trata a los partidos políticos como objetos electorales y no como sujetos colectivos de la democracia representativa; no verifica si la organización política legalmente reconocida tiene vida institucional partidaria. Mientras la visión esté centrada en el acto electoral en sí mismo, la democracia, como institución política, está a la deriva, y uno de los principales responsables del estado de situación es el árbitro electoral. El TSE ha dedicado su esfuerzo institucional a ser un juez penal electoral que sanciona al único liderazgo que tiene militancia social nacional y mutila derechos de las y los militantes.

Algunos aspirantes presidenciables, agradecidos con el tribunal inquisidor, porque les libera de la obligación de tener militancia partidaria y democracia interna.

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Directora

Drina Ergueta

/ 27 de marzo de 2025 / 06:00

En junio de 2017, en esta columna que se publicaba en otros periódicos, escribía sobre la feminización de los altos cargos de los principales diarios de las ciudades del eje del país, como algo diferente y excepcional en el contexto internacional donde la presencia masculina es mayoritaria en los medios. Esta semana, Claudia Benavente, anunció su renuncia a la dirección de La Razón y con ella se va la última de estas mujeres que ocuparon esos puestos que hoy son de nuevo principalmente masculinos.

Por entonces, en los cargos de dirección o subdirección estaban, además de Benavente en La Razón; Isabel Mercado y Mery Vaca en el que fue Página Siete; Carmen Miranda en Cambio (hoy Ahora el Pueblo); Luz Marina Canelas en Los Tiempos; Amparo Canedo en Opinión; y por esos años también figuraba el nombre de Maggy Talavera en El Nuevo Día. Es posible que me deje algún otro nombre.

Tantas mujeres juntas, no era ni es habitual en un mundo patriarcal (que es real y no un eslogan) donde los altos cargos los ocupan los hombres, especialmente en espacios de poder como lo son los medios de comunicación, ya que a través de las noticias se construye la realidad. En 2023, según el informe del Reuter Institute que toma como referencia a 240 grandes medios de cuatro continentes, solo el 22% de 180 puestos jerárquicos de salas de redacción estaban ocupados por mujeres. Por ello, hace pocos años, Bolivia era una excepción.

Si bien al escribir esta columna no se sabe quién dirigirá La Razón, sea hombre o mujer, la renuncia de Benavente significa que se va la última de ese grupo de mujeres que asumió la dirección de los principales diarios de Bolivia. Fue también la que más duró, 15 años en los que hubo indudablemente momentos difíciles. Ella explica que asumió la decisión de irse por motivos personales, desde aquí le deseo lo mejor y le agradezco que me haya abierto las puertas de este diario.

El trabajo de Antropología, que en 2020 realicé sobre el proceso de las relaciones de poder y género en dos medios de comunicación bolivianos, comenzaba con un comentario que alguien me dijo: “El periodismo en Bolivia está muy mal porque ahora mandan las mujeres”. ¿Es que cambia en algo el enfoque de las noticias, la manera de llevar un diario o cualquier aspecto de un medio de comunicación el hecho de que lo dirija una mujer o un hombre? Es que no tiene relevancia alguna si es de un sexo u otro, las mujeres y los hombres pueden hacer igual de bien o igual de mal su trabajo. El problema está en que no hay mujeres al mando porque su rol social no es ése en una sociedad patriarcal. Por eso, el comentario ése es machista y misógino, ya que hay un listado de razones por las que la percepción de la prensa ha bajado de valoración, pero hoy no toca entrar en ello.

Es posible que una mujer en una dirección tenga una imagen de ser más dialogante o con mejor mano izquierda o, por el contrario, una imagen muy masculinizada de frialdad y dureza ejecutiva. Ambas, que ellas mismas pueden construir, forman parte de esos roles de género en los que se las percibe “más femeninas” o “más masculinas”. En todo caso, para algunos el hecho de que estén allí es un “fuera de lugar” y eso es lo que hay que rechazar enfáticamente.

En general, las mujeres tienen mucha menor presencia en los medios, tanto si se trata de las noticias (solo un 25%), como tema sobre el que se informa (siempre mucho menos en las poderosas áreas de economía 24% y política 20%), como fuente experta que da la información (24%) o también como periodista que la escribe o la presenta. Esto lo denuncia, entre otros varios estudios, el Monitoreo Global de Medios (GMMP) que de manera quinquenal presenta un informe desde 1995. El último de 2020 cubrió 116 países y más de 30.000 medios de comunicación.

Los medios hoy no son lo que eran, ya no tienen el monopolio de la información, ya que las redes sociales generan actualmente gran flujo informativo (aunque de dudosa calidad y sin control), pero en ellos también las mujeres tienen menor presencia (solo un 27% según la GMMP 2020).

La participación de las mujeres en los puestos directivos de los medios, como en cualquier otra actividad humana y especialmente donde está el poder, es una necesidad de justicia simplemente porque la mitad del planeta es femenina. Por ello, al margen de quién sea y cómo lo haga, la posición que asuma y las decisiones que tome, que haya cada vez menos mujeres directoras de diarios es algo para lamentar.

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El valor de los bosques en Bolivia: un llamado a la acción

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

/ 26 de marzo de 2025 / 06:00

Cada 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques, un día que nos invita a reflexionar sobre el papel fundamental que estos ecosistemas desempeñan en nuestro planeta. Bolivia, un país con una de las mayores extensiones de bosques tropicales del mundo, no está ajeno a este llamado. La conservación de sus bosques es una tarea urgente que requiere una respuesta integral y sostenible, considerando su inmenso valor ambiental, social y económico, así como las crecientes presiones que enfrentan.

Los bosques bolivianos cubren más de la mitad del país, abarcan la vasta región del Amazonas, la Chiquitania, el Chaco y los Yungas; desempeñan un papel esencial en la regulación del clima local, regional y global. Actúan como sumideros de carbono, absorbiendo grandes cantidades de dióxido de carbono y contribuyendo a mitigar los efectos del cambio climático. Además, albergan una biodiversidad incomparable, con especies de flora y fauna endémicas y ecosistemas complejos cuya conservación es crucial para su supervivencia. También cumplen una función vital en el ciclo hidrológico, actuando como esponjas que retienen agua y garantizan el suministro de recursos hídricos para millones de personas en el país.

Para muchas comunidades indígenas de Bolivia, los bosques son mucho más que una fuente de recursos: representan su hogar, cultura y legado. Estos pueblos no solo los utilizan de manera sostenible, sino que también los protegen, guiados por sus conocimientos ancestrales y su cosmovisión.

A nivel económico, los bosques de Bolivia sustentan la economía rural mediante el aprovechamiento forestal sostenible, el ecoturismo y la producción de bienes como la castaña, el cacao, el asai y los aceites esenciales. Sin embargo, amenazas como la tala ilegal y la expansión agrícola comprometen su regeneración, afectando a miles de familias y poniendo en riesgo la estabilidad de diversas industrias locales.

La deforestación provocada por la expansión agrícola y ganadera, la minería ilegal y los incendios forestales, agravados por el cambio climático, está degradando los bosques bolivianos. La falta de gobernanza y el débil control ambiental agravan esta crisis, poniendo en riesgo los recursos naturales y el futuro del país.

No obstante, así como en otros países de la región, Bolivia podría aprovechar el financiamiento climático para conservar sus bosques. Los bonos de carbono tienen el potencial de generar ingresos al proteger los ecosistemas y reducir la deforestación, si se diseñan e implementan con criterios de alta integridad ambiental, social y económica. Además, el apoyo internacional y las alianzas con el sector privado pueden impulsar proyectos de reforestación y manejo sostenible, beneficiando tanto a las comunidades como al medio ambiente.

En este Día Internacional de los Bosques, recordemos que los bosques de Bolivia no solo son un recurso natural, sino un patrimonio que debemos proteger y conservar para las generaciones futuras. Los desafíos son grandes, pero también lo son las oportunidades. Con el aprovechamiento de los mecanismos de financiamiento climático y la promoción de políticas de conservación eficaces, Bolivia puede convertirse en un líder en la protección de sus bosques, generando beneficios para su población y para el planeta.

Es momento de actuar. El deterioro de estos ecosistemas afectaría directamente la disponibilidad de agua potable y la agricultura en diversas regiones del país. Los bosques de Bolivia son vida, y su conservación es vital para nuestro futuro común.

Dorys Méndez es gerente de Proyectos de la Fundación Amigos de la Naturaleza.

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La fórmula de la oposición

Rubén Atahuichi

Por Rubén Atahuichi

/ 26 de marzo de 2025 / 06:00

Hace unos días, La Razón publicó un reportaje sobre cómo, luego de la derrota electoral de los partidos tradicionales en las elecciones generales que el Movimiento Al Socialismo (MAS) ganó en 2005, algunos políticos porfiaron por su sobrevivencia a través de agrupaciones, permitidas por ley, y alianzas con otros partidos.

Quedaron en la historia el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Acción Democrática Nacionalista (ADN), Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), Unidad Cívica y Solidaridad (UCS) o el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que, más allá de contar con personería jurídica, nunca estuvieron vigentes luego de aquel año. Sin embargo, hay resabios de esos partidos, candidatos eternos como Jorge Quiroga o Samuel Doria Medina, que sobreviven de elección en elección acogidos en alianzas improvisadas y efímeras que, en algunos casos, terminan a las 20.00 del domingo de votación, juzgados por los resultados electorales.

Además, aparecen solo en elecciones. En los cuatro años previos están ocupados en sus intereses personales o iniciativas particulares; no hacen vida orgánica, menos promueven debate político más allá de meter bulla en cada escándalo o medida polémica del Gobierno.

Si de algo sufre la democracia boliviana es el déficit de vida orgánica de los partidos políticos. De los cinco nombrados, ¿cuál mantiene actividad constante? Ninguno.

No hay debate sobre la visión de país más allá del MAS y la institución del Estado Plurinacional. Los partidos y líderes (si son tales) se han adormecido con la fuerza ahora debilitada del oficialismo. Su único fin es el MAS y sus líderes, para el que intentan organizarse y pugnar el voto.

Solo el MAS, y más la facción evista que acaba de apartarse de la sigla, tiene vida orgánica y sostiene actividades y debates intensos. Y Evo Morales es un interminable político, que debate con sus allegados la situación de sus organizaciones y con especialistas un plan de gobierno, y, lo más visible, provoca y desafía a sus detractores, entre ellos especialmente el presidente Luis Arce, en sus cuentas de redes sociales.

En tanto, Arce se sostiene con algunas reuniones o actividades oficiales con las organizaciones sociales residuales del Pacto de Unidad, y su discurso contra Morales y la oposición. Si bien no es oficialmente candidato, ha expresado interés en la reelección, motivo principal de la afrenta de Morales contra él y su gestión.

Aún dividido el MAS, es el objetivo de la oposición, un ensayo electoral también dividido: por un lado, el llamado Bloque de Unidad (Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina, Amparo Ballivián Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y Vicente Cuéllar) y, por otro, el inconvencible Manfred Reyes Villa, que acaba de aliarse con el polémico Chi Hyun Chung. También en ese ambiente Rodrigo Paz Pereira y otros.

¿Qué les hace pensar que pueden ser elegidos el 17 de agosto? Derrotar al MAS, como se proponen. “Salvar Bolivia”, “100 días, carajo” o “derrotar” a Arce y a Morales, propalan.

La propuesta es recurrente, aunque con matices. Pasó en 2009, 2014, 2019 (aquí fue “fraude”) y en 2020. La misma fórmula. ¿Qué puede cambiar para los comicios venideros?

Se habla de un “fin de ciclo” (son irreversibles la inclusión social y el Estado Plurinacional) y del “fracaso” del modelo económico del MAS (que priorizó la redistribución de los ingresos). Sin embargo, la fórmula de la oposición es la misma que la de 2009, y no le sirvió. Quizás la crisis económica pueda darles aliento.

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La mala implementación del Modeplu

Omar Velasco Portillo

/ 26 de marzo de 2025 / 06:00

Decenas de automóviles desfilan a kilómetros de los surtidores para comprar combustible. La población se abalanza nerviosa a los mercados en busca de abarrotes, pero es tarde, pues, ¡todo ha subido! Algunos precios, como la carne, están por las nubes. Los más necesitados hacen fila en los puntos de distribución de Emapa desde tempranas horas, pero a veces sin éxito. Reina la escasez, la especulación y la incertidumbre. Esta realidad se reproduce en varios puntos del país. ¡El pueblo está sufriendo!

En el pasado neoliberal, la escasez de dólares era sosegada por devaluaciones disimuladas que en 20 años acumularon una pérdida cambiaria de 300% sobre el boliviano. El modelo neoliberal logró contener la hiperinflación de los años 80 a costa de un elevado sacrificio social que derivó en el congelamiento de salarios nominales por más de una década, el despido masivo, la precarización laboral, el afloramiento de la informalidad y la cada vez menor presencia del Estado. El proceso de estabilización neoliberal dejó como secuela —dos décadas más tarde— una Bolivia convertida en el segundo país con más pobres de la región y uno de los más desiguales del mundo. Fueron esos gobiernos que, ante los magros resultados económicos y la creciente insatisfacción de la población, recurrieron a la política de subvenciones a los combustibles desde 1997 para evitar una revuelta social.

Desde la implementación del Modelo Económico Plural (Modeplu) en 2006, las condiciones de vida de los bolivianos mejoraron notoriamente. Los salarios reales se incrementaron fruto de la política redistributiva y la estabilidad de precios que se tradujo en reducción de la pobreza y la desigualdad del ingreso. Fue la correcta aplicación del Modeplu, la que permitió revalorizar la moneda nacional y luego dotar de estabilidad cambiaria al país por más de una década. En 2010, hubo un claro intento de eliminar la subvención, pero la campaña de desinformación y la presión social obligó a dar marcha atrás. De haberse concretado, habría un ahorro de más de $us 10.000 millones en 15 años, recursos que el Estado los hubiera destinado a otros usos sociales y productivos.

De vuelta a nuestros días, la escasez de combustibles se debe a que la carestía de dólares también ha llegado al Estado. Las divisas públicas ya no son suficientes para cumplir sus obligaciones comerciales y crediticias, y debe priorizarse el pago del servicio de deuda externa, lo que reduce la disponibilidad para importar combustibles. La industrialización también está paralizada porque necesita dólares para importar. El anuncio de mantener las subvenciones con base en el endeudamiento, demuestra que el problema ha dejado de ser de iliquidez para convertirse en otro de solvencia, pues ningún endeudamiento externo destinado a gasto corriente puede ser sostenible.

Más allá de la gestión de aprobación de créditos, lo realmente fundamental es encarar el problema estructural. Ante la declinación del gas, urge una nueva Ley de Hidrocarburos. Para reducir la dependencia energética a combustibles fósiles se necesita un plan nacional de energías renovables. La subvención se ha convertido en un mecanismo perverso de transferencia de riqueza desde el sector público a sectores empresariales y corporativos millonarios, por lo que debe ser eliminada cuanto antes. Esta tarea recae ineludiblemente en la cabeza del Órgano Ejecutivo, que, además, es el principal ejecutor de política económica. Elevar el endeudamiento público, dejando irresueltos estos problemas, solo agravaría más los desequilibrios macroeconómicos para los próximos años.

Al presente, el Modeplu no se implementa de forma adecuada. El Estado ha cedido su protagonismo al sector privado y el mercado. La economía boliviana depende cada vez menos de la demanda interna y más de la demanda externa a causa de la necesidad de dólares de los créditos y las exportaciones. El sector público ya no provee divisas al sector privado, sino que, por el contrario, ha optado por autoabastecerse de éste a través del mercado paralelo, lo que podría generar más presiones cambiarias. Los créditos que antes se destinaban a la inversión pública, ahora se gestionan para gasto corriente. El modelo plural ha involucionado en su aplicación retrotrayendo los tiempos neoliberales cuando el Estado boliviano vivía una suerte de mendicidad que lo obligaba a acudir a la cooperación internacional para hacer funcionar la economía.

El Gobierno se encuentra en una gran encrucijada. Debe impedir que la desesperanza creciente en las calles se convierta en una cólera generalizada que arrastre a una crisis de gobernabilidad. Para evitar que eso suceda, debe asumir su responsabilidad histórica, a pesar del costo político, y sincerar la economía. Caso contrario, podría ser demasiado tarde porque aquel que forja el fuego también puede ser consumido por sus llamas.

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